Capítulo 1. Se dice de mi.

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No puedo olvidar la cara de Mireya.

Esos ojos antes verdes, ahora negros estaban bien abiertos, sus labios azules y su cuerpo colgando de lo alto de la viga de madera, la única viga de madera que hay en la casa.

Mireya era mi media hermana. Mi media hermana mayor.

Papá había enviudado en su primer matrimonio, la mamá de Mireya había muerto en el parto, tres años después, papá conoció a mi mamá.

Hermes Pinzón siempre fue un hombre recto y duro. Durante sus años como papá soltero, había contratado a Julia Solano, quien era 4 años más joven que él, pero que sin duda, se convirtió en la mujer que le ayudaría a criar a Mireya como la mujer de provecho que fue.

" Criada en los altos estándares de la moral, la responsabilidad y la rectitud" como papá decía. Siempre se jacto de que sus dos hijas habían nacido inteligentes, que ambas habíamos estudiado economía y altas finanzas, solo que yo, estaba trabajando en un banco, como pasante, mientras que Mireya, ya estaba haciendo su camino en Ecomoda. Papá siempre fue un hombre exigente con sus hijas, siempre fuimos mujeres hechas para sobrevivir a un mundo laboral implacable.

Cuando papá fue despedido de Ecomoda siendo uno de los contadores de la empresa, Mireya se había quedado como la asistente de Armando Mendoza , el actual presidente de Ecomoda. ¿La razón de que papá hubiera sido despedido? Fue un "recorte de personal administrativo"

Papá había servido 25 años de su vida a esa maldita empresa, quien para ahorrarse su retiro, lo había desechado. Pero aún así, él siempre la siguió viendo como su casa, su sentido de pertenecia era demasiado fuerte, y eso hizo que se le nublar ña vista sobre lo que Mireya pasaba ahí.

Mi hermana nunca hablaba de sus cosas con nadie. Siempre había sido una chica muy reservada, en cambio, siempre tenía sus diarios en dónde todos sabíamos que ella plasmaba su vida. Nadie se atrevía a leerlos, incluso en su muerte, mamá los había guardado en una caja con llave, dentro del armario que aún tenía su ropa.

Su muerte fue como si mil toneladas de hielo ártico se nos hubieran lanzado de golpe al rostro. Nadie esperaba que ella tomara tal decisión, que ella hubiera preferido morir.

Cuando la encontré colgando de esa viga, aún con su ropa de trabajo, con su gafete de Ecomoda aferrado a su blusa, mi corazón se paró.

Eran las seis de la mañana cuando esa escena me golpeó. La noche anterior había llegado más callada de lo habitual, sus ojos estaban enrojecidos y su rimel corrido sobre una de sus mejillas, que claramente no había limpiado bien. Papá ya dormía y mamá trató de hablar con ella, pero solo le dijo que había Sido un mal día en el trabajo.

Traté de entrar en su habitación, para platicar con ella, saber que pasaba. Desde hacía un tiempo, ella no era la misma, pero solo me dijo que no tenía ánimos. Ella nunca abrió la puerta.

Al otro día, por la mañana, traté de despertarla, cosa extraña ya que ella siempre era la primera en despertar; como no tuve respuesta, fui por las llaves de los dormitorios al cuarto de papá y abrí su puerta.

No sé cuánto tiempo estuve parada viendo la escena que tenía enfrente. Mi hermana, de un color azul, claramente ya sin vida. Sus ojos abiertos, su rimel corrido.

Fue el grito de mamá quien hizo que me moviera. Fue el "Llama a una ambulancia" lo que me sacó de mi estado de shock, pero fue el llanto de papá cuando se dió cuenta  que ya no había nada que pudiéramos hacer, lo que me rompió.

Papá había tenido que ver morir a su primer esposa, para luego tener que ver a su hija, fruto de su primer amor, irse de este mundo sin explicación alguna.

Con Mireya se fueron las risas en la casa. Se fue la luz, el color y la vida que había en mi familia. Mamá lloraba todo el tiempo y papá parecía perdido en la vida.

Tal vez podría haber llorado más, podría haber sido más sentimental, pero siempre  había sido la más lógica de las dos. Y si un sentimiento abundaba en mi cabeza, era la duda. ¿Por qué mi hermana había decidido irse? ¿Por qué nunca nos dijo nada? ¿Qué era lo que dolió tanto, como para acabar con su vida?

Las dudas estaban arremolinandose en mi cabeza. Hasta que una noche, un mes después de su muerte, decidí entrar a su habitación en busca de respuestas.

Supe en dónde buscar. Así que abrí el armario, dónde su ropa todavía olía a su perfume favorito. Saqué la caja, usé la llave que le había quitado al llavero de mamá y me dispuse a abrir sus diarios.

Los primeros tres, fueron normales, pero fue hasta que llegué a su cuarto diario, que empezaba el día en el que ella había entrado a Ecomoda, que empecé entender muchas cosas.

Mierda, es noche no dormí por leer todo lo que decía. Esa noche,  entendí por qué Mireya se quitó la vida, esa noche, la duda fue sustituida por esta sed de venganza, por ésta ira tan grande  que pienso a veces, lo consume todo.

Armando Mendoza merece caer. Armando Mendoza merece sufrir. Y no se irá solo, también Mario Calderón y Marcela Valencia lo van a seguir al precipicio. Todos desearán no haber conocido o haberse cruzado con Mireya Pinzón.

Yo, Beatriz Pinzón Solano, haré que todo mundo en Ecomoda, sepa que mi hermana, fue víctima de esos tres, y que todo lo que le hicieron, la llevó a quitarse la vida.

Me voy a encargar de hundir su preciosa empresa, me voy a encargar de hacerlos sufrir y llegar al punto de la desesperación.

Mireya, hermana... Te voy a vengar.


🖥️📞💵👓

Mireya
Querido diario:

¡Hola!  Hoy escribo desde mi nueva oficina ¿Puedes creerlo? . Soy la asistente de Armando Mendoza, el que será próximo presidente de Ecomoda.

Papá prácticamente me obligó a venir y traer mi hoja de vida, y aunque yo no no quería, el solo verlo, hizo que mi corazón se acelerara como nunca lo había hecho antes.

Esos ojos, y su mandíbula bien formada, junto con toda esa actitud de " yo soy el jefe", hicieron que mi corazón palpite como no lo había hecho en muchísimo tiempo.

Armando Mendoza es el hombre de mis sueños.

Papá dice que tiene novia, una tal Marcela Valencia, pero hasta hoy, no la he visto. Al parecer ella es la gerente de los puntos de venta. No sé, tal vez y la vea en el transcurso del día.

De todas las que aplicamos para el puesto de su asistente, fuí yo a quien él escogió, a quien él eligió.

Si hubieras visto la mirada en sus ojos... esa mirada quemaba a través de mi piel, hizo que anhelara cosas que tal vez, jamás hubiese querido por mi misma.

Ya veremos qué nos separa el futuro. Por lo mientras, estoy muy contenta de que Armando Mendoza, de entre todas las aspirantes, me haya escogido a mi.

Con amor ❤️ Miyis.

La venganza de Beatriz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora