Capitulo 8. ¿Por qué pierden la cabeza ocupándose de mí?

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Betty.

Él sabe.

Estoy segura que él sabe, y si no lo hace, ha de sospechar que soy hermana de Mireya.

Antes que todo, debo decir que di de baja todas mis cuentas en redes sociales, borré todo. Fotografías, videos, historiales... Todo. Puse seguridad en mi cuenta para que nadie entrara y después, procedí a desactivar todo.

Los recuerdos, fotos y cosas que quise guardar, los tengo en un respaldo en mi computadora. Las cuentas de mi hermana, siempre fueron muy descuidadas, es decir, casi nunca subió cosas personales, ni tampoco solía tener actividad en ellas. Siempre fue una persona desapegada de esas cosas.

Por eso no me preocupo por lo que puedan ver, ellos no verán nada importante.

Y mis papás, no le entienden a la tecnología. Ellos viven aún en el siglo pasado, pensando que jamás debieron evolucionar tanto las tecnologías.

Pero aún así, él lo sabe. Y es cuestión de tiempo para que se entere de mi relación con Mireya y que es lo que hago aquí. Por eso debo ser rápida y capaz de engatusar a Don Armando en lo que quiero hacer.

Solo que por mucho que quiero engatusarlo con palabras financieras, no estoy dispuesta a darle más. Jamás caeré en las garras de este depredador.

Por lo mientras me voy a dedicar a encajar y ganarme el aprecio de las del cuartel. Con ellas como un respaldo, me quitaré de encima a Patricia, quien la verdad va a resultar ser todo un maldito dolor de cabeza.

Ella piensa que no me doy cuenta, pero estuvo en mi oficina, buscando entre mis cosas, tal vez para tratar de quitarme el informe. Tengo todo guardado en memorias USB, todas las tengo guardadas en lugares estratégicos, llámenme paranoica, pero creo que en esta empresa llena de lobos, hay que tener cuidado.

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Por la tarde, salgo a comer, y las del cuartel ya me estan esperando para "platicar". Claro que todas están aquí para saber que fue lo que pasó con Don Armando y por qué de repente tuve este ataque de nervios. 

Ellas son muy perspicaces, también indagan demasiado, por eso no puedo darme el lujo de relajarme o confiarme. Algo fuera del lugar o que de pie a un chisme, y todo mi plan se va al carajo.

— Muchachas, ella es Betty — dice Bertha a todas, quienes contestan al unísono, un buenas tardes. — A ella ya le tocó la mano larga de Don Armandito.

— ¡Ay no!Betty y ¿a usted que le hizo?— pregunta Mariana, la mujer afrodescendiente más hermosa que he conocido. — ¿No me diga que también la arrinconó?

— ¿ A usted le hizo eso? — le pregunto.

— ¡Ay no, que va! — me dice entre risas.— ese hombre es más racista que cualquiera que he conocido, solo sigo en la empresa por qué saben que sería delito correrme por mi color de piel.

— ¿Entonces la arrinconó? — pregunta Aura María.

— Bueno, no precisamente... Solo se puso muy cerca y me asusté. Es que yo nunca he estado tan cerca de un hombre. — me excuso y le resto importancia a lo que pasó. Prefiero que piensen que soy exagerada.

— Don Armando no solo se acerca de más, él invade.— Dice Sofía con un tono de burla.

— Es que Don Armando como puede ser muy directo, puede ser Tamy muy sutil, no se confíe.— Dice Bertha.

— Como a Mireya, ¿se acuerdan? — dice Sandra. — La pobre nunca nos escuchó, y terminó con el corazón roto.

Me paralizó por un segundo  al escuchar el nombre de mi hermana.

— ¿Quien era Mireya?— pregunto. — ¿Es otra secretaria?

— No, ella era la asistente de Don Armando antes de que fuera presidente, pero ella dejó de venir. Se fue sin decir nada y hasta ahorita, no sabemos dónde está. — dice Sofía.

Muerta. Mi hermana está muerta y nadie se enteró. ¿Por eso no vinieron a su funeral? ¿Nadie en la empresa sabe que Mireya murió?

— Ella se enamoró de Don Armando desde que llegó, por eso no vió todas esas cosas que no eran buenas. — dice Sandra.— Nosotras le advertimos que Don Armando era muy mano larga y que le gustaba hacer cosas a veces indebidas, pero nunca escuchó. Al contrario, se enamoró de él. Espero que si se fué, haya terminado con quién decía que estaba enamorado de ella, por qué lo que es Don Armando, se comprometió con Doña Marcela, y eso, la hubiera destrozado.

— ¿Eso la hubiera destrozado?— pregunta Sofía con un poco de burla— Destrozada hubiera quedado si Doña Marcela se hubiera dado cuenta  de todo lo que pasó. Esa mujer la hubiera desmembrado. ¿O no se acuerdan lo que le hizo a esa modelo que se atrevió a besar a Don Armando delante de ella?.— Toma un poco de agua.— Esa mujer  jamás, jamás volvió a modelar.

— Ay Sofi, pero como iba a modelar, si uno no puede hacerlo si le rompen la nariz .— se ríe Aura María.

La comida transcurre con historias de como Don Armando  ha estado acosando a trabajadoras por años, por malditos años. Historias de como Doña Marcela, muerta de celos siempre termina por alejarlas, pero sobre todo, como es que siempre las silencian y nadie ha dicho nada.

Los Mendoza parecen ser una familia muy linda y sólida, pero en el fondo, son personas viles y malas. Al parecer las personas más lo fechas en esta empresa,  saben que nadie se debe meter con ellos.

Inesita, quien es la señora más grande de todas, es la única que no ha hablado, y mientras todas se preparan para salir del restaurante, la ayudo con sus cosas.

— Mire mija, esas muchachas le tratan de cuidar, y me gustaría decirle que mucho de lo que dicen son inventos o exageraciones, pero en este caso, no lo son. Manténgase profesional con Don Armando, tápese un poco más, a él no le gustan remilgadas. También, si puede, no se haga enemistar con Doña Marcela, ella no es tan mala como la hacen ver, ha ayudado a muchas personas en ésta empresa.

— Gracias Inesita, de verdad aprecio el consejo.— le dió.

— Usted me recuerda un poco a Mireya, ¿sabe?. Esa muchacha siempre fue muy linda y soñadora. Espero que esté bien. — me dice ella con genuina preocupación.

¿Cómo decirle que es mi hermana? Pero sobre todo, ¿Cómo decirle que está  muerta por culpa de ese desgraciado?

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Estoy preparando mis cosas, alistándome para irme a casa, cuando la puerta de mi oficina se abre sin aviso. Don Armando entra y deja unos papeles en mi escritorio.

— Betty, necesito que mi propuesta  sea un plan de negocios para mañana. Sin excusas. Es momento de ver si usted es la súper cerebrito que se vendió en la entrevista.

— Claro Don Armando. — le digo, mientras que me da la espalda.

— Ah, y Betty. — dice volviendo su cara a verme. — No me gustan las vírgenes, no se preocupe.

Con eso, sale de la oficina.

El desgraciado me está provocando, quiere tener alguna reacción de mi parte, pero no la tendrá. No le voy a dar la pelea que le gusta que le den, no quiero que piense que soy lo que le atrae.

Conozco tu modo de operar Armando Mendoza, y no voy a caer.

La venganza de Beatriz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora