Capitulo 16. No esperaba jamás...

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Betty.

Son las 8 de la noche.

He he estado en esta oficina, más tiempo de lo que normalmente lo hago. Pero debo parecer comprometida con el proyecto de Don Armando.

Él también está aquí, con Don Mario, platicando de no sé que cosas. Mantienen siempre en voz baja sus conversaciones.

Apagó mi computadora y tomo mis cosas, para salir de la oficina y encontrar a Don Mario besando muy muy sugerente a una de las modelos de Hugo Lombardi, mientras que Don Armando está en su computadora.

Son unos cerdos. Un par de degenerados.

- Perdón por interrumpir, Doctor. - digo atrapando la atención de Don Armando. - Ya me voy para mi casa.

En ningún momento veo a Don Mario aminorar el tacto con la modelo, al contrario, le está besando el cuello y metiendo la mano debajo de su blusa, mientras que ella está gimiendo por lo bajito. Cómo si eso la cubriera de las miradas de Don Armando o las mías.

- Sí Betty, vaya con cuidado.- me dice.

- Hasta mañana. - les digo sin hacer contacto visual y salgo de la oficina a paso veloz.

- ¡Oiga, adefesio! - la voz de Patricia me detiene.- ¿Armando aún no ha salido? Por qué Marce lo necesita.- se toma el cabello de tal manera que nunca pensé que me cayera más mal, pero aquí estamos, despreciándola.

- Está en una reunión con Don Mario. Pero es privada por qué están hablando con unos proveedores.- le digo tratando de cubrir la espalda de Don Armando. Aún que lo que más quiero es que lo descubran y le corten la polla.

- Ok, bueno. Yo le digo a Marce. Ya se puede ir. - me dice Patricia con desdén moviendo la mano.

Bajo por el ascensor, ya no hay nadie en recepción, solo está Wilson el guardia de seguridad.

Me voy a la parada del bus, buscando en mis pensamientos. ¿Ellos hacen eso siempre? Es decir, Don Mario casi tiene sexo delante de mi, delante de Don Armando y al contrario de lo que yo sentí, pareciera que a Don Armando nunca le importó.

Sabía que eran unos cerdos por lo que Mireya dijo en su diario, pero nunca creí que me tocaría verlo. No después de lo que pasó con ella.

¡Pero qué idiota soy! Esa gente, aún que apenas se les puede decir así, esos monstruos, mejor dicho están a años luz de arrepentirse.

Tengo tanta rabia, tanto odio en contra de ellos...

- ¿La llevo a su casa, Betty? - la voz de Daniel Valencia se filtra en mis oidos mientras lo veo en su bonito Mercedes, estacionado frente a mi. Ahorita mismo odio a todos los hombres de Ecomoda. Aún que éste sea el más bello y peligroso de todos.

- Gracias, pero no Doctor, el bus no tarda en pasar. - contesto sin hacer contacto visual.

- Beatriz, déjeme reformular, la llevo a su casa, no es una pregunta.- su tono es más severo que antes, más dominante. Baja del coche y me abre la puerta. - Por favor Beatriz, nunca llevo a nadie a ningún lado, pero quiero asegurarme que llegue bien a su casa.

Lo miro extrañada. De verdad que lo hago. Él me gusta, no puedo negarlo. Hay algo, es una electricidad que corre entre nosotros. Es esa misma electricidad la que hace que me suba.

Esperaría mucho más de un funcionario del gobierno con un puesto como el de Daniel Valencia, pero su auto es modesto, en comparación con Don Armando.

- Gracias Doctor, yo le digo por dónde.- le contesto.

- No se preocupe, ya sé su dirección.

Ese comentario hace que mis nervios estallen. Es un maldito acosador.

- ¿Me estuvo investigando? - pregunto con mi debida molestia.

- Claro que lo hice, Beatriz. - dice mientras maneja asombrosamente en la ruta que va hacia mi casa.- No dejo cabos sueltos cuando alguien trata de llevar a la banca rota a mi empresa.

Por supuesto que sabe mi plan.

- Yo solo soy una simple asistente. No tengo el poder de hacer eso, Don Daniel.

- Beatriz, ambos sabemos que eso es una mentira. Créame que no la considero mi enemiga, al contrario, pienso que si actuamos juntos, usted podrá tener la justicia o la venganza que busca y yo podría de una vez, quitarle el poder a los Mendoza.

- No creo que eso pueda pasar.- Respondo.

- ¿Quitarles la empresa o que usted me ayude?- dice como si nada, mientras maneja. Cómo si ésta fuera la plática más casual de todas.

-Ambas cosas.- le digo.- Yo no tengo las intenciones que usted cree, le repito, solo soy una asistente.

- Mire, Beatriz. Sé que usted no confía en mí, sé por qué hace esto. Pero lo más importante, tengo pruebas de lo que le hicieron a su hermana.

Me quedo helada.

¿Hay... Videos?

- Sí, Betty. - dice él, casi como si leyera mi mente.- los hay. Y también hay pruebas de que Olarte sacó a su papá de Ecomoda injustamente antes de su retiro. ¿Pero sabe qué es lo más importante? Que Armando no es el villano principal en todo esto, el es apenas un títere de Roberto.

- ¿Usted quiere que haga qué?- le digo molesta- ¿Quiere que le diga la verdad? Bueno, pues sí, quiero a Ecomoda destruida, por qué eso destruiría a Mario Calderón, a Armando Mendoza y a Marcela Valencia. ¿Quiere saber que hizo cada uno? El imbécil de Armando Mendoza enamoró a mi hermana solo para satisfacer sus fetiches sexuales, Marcela Valencia humilló a mi hermana, antes de que Armando la seduciera y después de que pasará, llegó a lastimar la físicamente, y Mario Calderón se burlaba de ella.

>>Mi hermana no solo tuvo la mala suerte de encontrarse con esos tres, también tuvo que soportar su clasismo, sus burla sobre su aspecto físico, aunque fuese una mujer hermosa, muy hermosa, y sobre todo, tuvo que abortar obligada por Armando Mendoza al hijo que iban a tener. Él la obligó. Y la lastimaron tanto, tanto, que la dejaron sin la capacidad de tener hijos de nuevo.

>>Mireya se enamoró del hombre equivocado, ese fue su error, pero el de ellos es un pecado más grande, más malévolo. Ella ni si quiera recordaba cuando no se cuidaron por qué Don Armando la drogo.

Mis lágrimas caen en ríos por mi cara cuando digo todo esto. Mireya no se merecía nada de lo que le pasó, ni los días agonizantes que vivió después de haberse enterado de su embarazo.

- Así que no le quiero ayudar. Los quiero ver sufrir, y sé que una de ellas es su hermana. La más querida de ellas.

- Yo no trato de justificar lo que hizo Marcela. Pero también la entiendo. Ella es solo otra mujer que ha caído en las garras de ese desgraciado. Marcela no es una mala persona, no ha Sido una mala mujer, por qué al igual que su hermana, el único pecado de Marcela fue enamorarse de Armando Mendoza.

La venganza de Beatriz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora