Un Lavamiento De Manos

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Cuando desperté, noté una silueta borrosa en mi habitación. Al abrir completamente los ojos, vi a Hadassa, con su velo en el rostro, sentada en un mueble. Se puso de pie de inmediato y me saludó con un "buenos días, sultana", a lo que respondí con una sonrisa y un cordial "buenos días, Hadassa".

Extrañamente, me sentí muy contenta de verla allí. Hadassa me ofreció un recipiente para lavar mis manos, y aunque sabía su propósito, decidí preguntarle para escuchar su explicación. Con dulzura, respondió: "Para lavar sus manos, Sultana". Agradecí su gesto, pero le indiqué que lo dejara en el mueble y que yo misma lo usaría. Esta pequeña desviación del protocolo pareció desconcertarla, ya que según las normas, ella debía llevarlo hasta la cama.

Después de lavar mis manos y boca con un compuesto de menta, le pedí a Hadassa que solicitara el desayuno a la criada que esperaba afuera. Luego, me senté en el suelo sobre un cojín de seda finamente bordado, indicándole a Hadassa que se sentara también. A pesar del protocolo que dictaba que una sultana debía estar en un lugar más elevado que una criada, decidí romper esa norma en ese momento íntimo.

Con suavidad, me acerqué a su rostro y antes de retirar su velo, que despertaba mi curiosidad, le dije: "Dentro del harem, no es necesario que uses el velo. El único hombre presente aquí es el sultán y los eunucos, así que no necesitas cubrirte". Luego, con cuidado, retiré lentamente su velo, revelando un rostro hermoso y una cabellera negra exquisita. No sé por qué, pero algo en ese momento hizo que mi corazón latiera más rápido y percibí que Hadassa se estremeció cuando toqué su rostro. Un aura de emoción y posibilidad llenaba la habitación, creando un vínculo especial entre nosotros.

Había visto innumerables mujeres hermosas, pero la mirada de Hadassa tenía un poder que me dejaba desconectada de mí misma.

**Perspectiva de Hadassa:**

Mi nombre es Hadassa y soy judía. Junto a mis padres, hui del Reino de Aragón y Castilla cuando los Reyes Católicos ordenaron la expulsión de mi pueblo. Sin embargo, en el camino, fuimos atacados cruelmente por unos ladrones y estuvimos al borde de la muerte. Fue entonces cuando un hombre otomano, conmovido por nuestro estado, nos protegió y cuidó hasta llevarnos a su casa. Tenía apenas 11 años cuando presencié la muerte de mis padres, pero la esposa de este señor otomano se compadeció de mí y me adoptó como si fuera su propia hija. Aprendí a escribir y leer turco gracias a ella, hasta que surgió la oportunidad de entrar al palacio.

Las criadas libres en el palacio son empleadas, no concubinas. Trabajan por un sueldo y disfrutan de riqueza y privilegios. La familia otomana que me adoptó vio en esta oportunidad la posibilidad de asegurar mi futuro sin necesidad de casarme, lo que me permitía vivir sin la presión de un matrimonio. Aunque anhelaba casarme con un judío, sabía que era complicado.

Estando en la misma habitación que la sultana Ayşe, me di cuenta de que nunca había visto su rostro antes. La contemplé mientras dormía, con su cara que parecía esculpida por las propias manos de Dios y su hermosa cabellera que no podía dejar de mirar.

Cuando estábamos sentadas esperando la comida y vi cómo se acercaba para destapar mi rostro, sentí una mezcla de emociones. ¿Por qué una mujer tan hermosa e importante quería contemplar mi rostro?

Cuando finalmente lo hizo, noté que no dejaba de mirarme. Su mirada comenzó a incomodarme de una manera agradable, aunque suene extraño. Luego llegó el desayuno y ella dijo: "Quédate sentada, ahora eres mi mano derecha".

Las criadas que trajeron el desayuno se quedaron de pie. No podía dejar de admirar la belleza de la habitación y asimilar que estaba sirviendo a la hija preferida del sultán. Lo que más admiraba de la sultana era su altruismo, amor y paciencia, aunque siempre mantuvo su reserva. Había pasado meses viéndola pasar de lejos, pero nunca había visto su hermoso rostro.

Tengo que admitir que aun sufro por separarme de mi familia adoptiva, y tener que abstenerme de mis tradiciones, espero poder encontrar un nuevo propósito trabajando al lado de la sultana.

Me enamoré de mi Sultana -COMPLETA- Girls Love HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora