El gran cobro

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Perspectiva de Malhum Sultan

Después de la reunión, los pashas y los eruditos se congregaron en secreto para tramar un plan que sembrara el descontento entre el pueblo contra el Sultán Mustafa. Mientras tanto, voceros pagados comenzaron a divulgar historias sobre la decadencia del imperio bajo el tiránico gobierno del sultán. Las noticias se esparcieron como pólvora, y pronto, el pueblo empezó a reunirse en masa, convocando a más y más personas a unirse a la causa. Incluso los soldados, que habían jurado lealtad al sultán, al ver la carta con el sello real, comenzaron a unirse al pueblo, dispuestos a defenderlos en la protesta.

"¡Queremos al Sultán Mustafa!" gritaban con furia. "¡Ha llegado al trono a base de mentiras!" La multitud se agolpaba frente al palacio de Topkapi, exigiendo justicia por la muerte del difunto sultán y los príncipes asesinados cruelmente por órdenes de Mustafa. La tensión en el aire era palpable, y el ambiente se volvía cada vez más hostil.

En medio del tumulto, el gran visir del imperio salió a negociar con el pueblo. "¿Qué quieren?" preguntó con voz firme, aunque su mirada delataba preocupación.

"¡Queremos al Sultán Mustafa! ¡Queremos justicia por la sangre derramada de su propia familia!" respondieron al unísono, sus voces resonando como un trueno.

Mientras tanto, Yusuf se infiltró en el palacio con una misión desesperada: sacar a las hijas del sultán antes de que el pueblo exigiera su muerte o expulsión. En paralelo, Ayşe y yo nos escondíamos junto con la sultana Halime en un edificio frente al palacio, observando con creciente ansiedad cómo se desarrollaban los acontecimientos.

El pueblo, cada vez más impaciente, clamaba por la aparición del sultán. "¡Que dé la cara!" exigían, pero Mustafa no aparecía. La tensión alcanzó su punto máximo cuando un rumor comenzó a circular: el sultán había huido, dejando a su pueblo a merced de la ira y el caos.

Yusuf, con el corazón latiendo a mil por hora, logró sacar a las hijas del sultán por una puerta trasera, justo cuando la multitud empezaba a perder la paciencia. Ayşe y yo observábamos desde nuestro escondite, sabiendo que el destino del imperio pendía de un hilo. La noche caía, y con ella, la esperanza de una resolución pacífica se desvanecía

En medio de la noche, cuando Yusuf entraba con las hijas del sultán a la casa, segundos después de que cerrara la puerta, alguien tocó con fuerza. Todos estábamos muertos de miedo. Ayşe y yo, esperando un hijo, estábamos aterrados junto con las hijas del sultán. De repente, la puerta fue derribada y allí estaba el sultán Mustafa, furioso, acompañado de tres guardias.

"¿A dónde llevaban a mis hijas?" rugió Mustafa, sus ojos desorbitados y llenos de ira. "Así que ustedes tramaron todo esto. ¡Unas mujeres y un simple doctor fueron quienes me derrocaron! ¡Denme a mis hijas!"

"Nooo," intervino Yusuf, poniéndose entre el sultán y las niñas. Las hijas, asustadas por la situación, se escondieron detrás de un mueble mientras Ayşe y la sultana Halime sostenían nuestras manos, temiendo por la vida de Yusuf.

El sultán, con una risa maniaca, desenvainó su espada y avanzó hacia Yusuf. "¡Voy a matarte por tu traición!" gritó, levantando la espada para asestar el golpe mortal.

Pero en ese momento, Ayşe, con una valentía inesperada, desenvainó una espada oculta y bloqueó el ataque. "¡No permitiré que lo hagas!" exclamó, sus ojos brillando con determinación.

Observé con asombro cómo Ayşe, mi sultana, manejaba la espada con una destreza que nunca hubiera imaginado. La lucha fue feroz, con Ayşe enfrentándose no solo al sultán Mustafa, sino también a sus tres guardias. El sonido del acero chocando resonaba en la pequeña habitación, y cada golpe parecía acercar a Ayşe al límite de sus fuerzas.

Justo cuando Ayşe estaba a punto de desfallecer, los soldados leales a nosotros irrumpieron en la casa. Con una precisión letal, apresaron al prófugo Mustafa y a sus secuaces, poniendo fin a la batalla.

Ayşe, jadeando y cubierta de sudor, dejó caer la espada. Corrí hacia ella, abrazándola con fuerza. "No sabía que sabías usar una espada," susurré, aún en estado de shock.

"Hay muchas cosas que no sabes de mí," respondió Ayşe con una sonrisa cansada, pero triunfante

Ayşe, jadeando y cubierta de sudor, dejó caer la espada. Y me dio un gran mareo por verla sangrando. Yusuf corrió hacia ella, su rostro lleno de preocupación. "¿Estás bien? ¿Y el bebé?" preguntó, revisándola rápidamente. Ayşe tenía una pequeña herida en el brazo, y Yusuf, siendo médico, la curó con cuidado y ternura.

Mientras tanto, Halime se acercó a mí. "Déjame revisar al bebé," dijo con suavidad. Asentí, aun temblando por la adrenalina. Halime, con manos expertas, confirmó que mi bebé estaba bien, lo que me dio un gran alivio.

"Vamos," dijo Halime de repente, y todos la miramos confundidos. "A casa. Al palacio. Tenemos un imperio que gobernar y cuidar. Lo haremos juntos, por amor a nuestros antepasados."

El sultán Mustafa fue enjuiciado junto a sus secuaces, y la justicia se hizo presente en el imperio. La sultana Halime se convirtió en la regente del imperio, liderando con sabiduría y firmeza. Yusuf fue declarado héroe por no seguir los pasos traicioneros de su padre y por su valiosa ayuda en nuestra causa.

Mi suegra asumió el rol de dirigente del harén, a pesar de que ya no había un sultán que necesitara concubinas para asegurar la descendencia. Las concubinas embarazadas fueron trasladadas a otro palacio, pero el estado se encargó de ellas y de sus bebés, asegurándose de que no les faltara nada.

Las hijas inocentes del traidor Mustafa lloraron la muerte de su padre, pero encontraron consuelo en los brazos de la sultana Ayşe, quien las acogió con amor y comprensión. Las organizaciones benéficas volvieron a abrirse, y muchas personas recibieron la ayuda que tanto necesitaban.

Yusuf se convirtió en el ministro de Educación y abrió más universidades, impulsando el conocimiento y el progreso en el imperio. Nos mudamos al palacio, ocupando las mismas habitaciones, aunque Yusuf, debido a su trabajo, vivía de viaje la mayor parte del tiempo.

Y entonces llegó el día del parto. ¡Qué escena tan caótica y divertida fue esa! Por un lado, yo, y por el otro, mi sultana Ayşe, ambas listas para dar a luz al mismo tiempo. Yusuf y mi suegra corrían de un lado a otro, sin saber a quién atender primero. Meriem Hatun, que había regresado con Vanu y Canzu, tampoco sabía qué hacer con nosotras dos.

"¡Por Alá, esto es un caos!" exclamó Yusuf, con una mezcla de pánico y humor en su voz. "¡No sé si ser médico o padre en este momento!"

"¡Yusuf, concéntrate!" gritó mi suegra, tratando de mantener el orden. "¡Tenemos dos futuros del imperio en camino!"

Finalmente, con mucho esfuerzo y risas nerviosas, ambos bebés nacieron sanos y fuertes. La alegría y el alivio llenaron la habitación, y todos nos abrazamos, sabiendo que habíamos superado otro desafío juntos.


Me enamoré de mi Sultana -COMPLETA- Girls Love HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora