La habitación real

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Perspectiva de Malhum

Al llegar la noche estando durmiendo en mi recamara, me despertó Vanu diciéndome:

-Malhum el sultán te está llamando, te mando a buscar, que suertuda eres- dijo con una sonrisa pícara-

- ¿Por qué a mí? –No puede ser no se ha olvidado de mí, esta encaprichado conmigo- dije

-No te hagas la tonta Malhum, eres preciosa, seguro le gustaste al Sultán desde el primer momento, no te tardes, hoy decapitó a muchos guardias en su coronación.

Me vestí lo más rápido que pude con ayuda de Vanu, no sé lo que este hombre es capaz de hacer. Terminé siendo escoltada hasta el palacio, específicamente a la habitación del Sultán, allí el me esperaba con un traje que llevaba incrustaciones de piedras preciosas y oro.

-Que preciosa estas Malhum. –Sus palabras en conjunto con su mirada lujuriosa me daban asco-

-Aquí estoy como ordenó Sultán. - no me quedó más remedio que callarme por mi propio bien-

-Acércate no seas tímida, ¿o prefieres que llame a la concubina de la otra vez, para provocarte?

-No mi Sultán. –bajando mi mirada, por dentro me sentía con mucha rabia-

Selim se acercó lo más que pudo a mí, y empezó a besar mi cuello repetidas veces, su barba como lija sobre mi piel era algo que odiaba, y más su olor, detestaba su perfume. "ya nos vamos a casar, así que no hay problema con que te pruebe unos días antes de la boda" con sus manos no dejaba de recorrer mi cuerpo, pero también recordaba con dolor lo que mi esposa me hizo, empezó a ser más y más rústico. Llegando a causarme un poco de dolor su agarre.

-Malhum ya no estas delante de un príncipe, estas delante de tu Sultan, cambia esa cara. –Mientras apretaba con su mano mis dos mejillas-

-Soy una mujer libre mi Sultán, pero me está tratando como una prostituta al llamarme así por la noche. – le alegué-

-Tienes razón en algo, pero ya mi paciencia se está agotando –el sonido de mi vestido rasgarse me hizo saber que nada bueno iba a pasar de aquí a adelante-

Aunque luche con todas mis fuerzas el Sultan, me llevo a su cama real, donde como pudo termino de rasgar mis vestidos y levantar mi falda. Por un momento ya todo me daba igual, aun sus intentos arcaicos de seducción, entró en mí y empezó a balancearse, para mi suerte solo duró como un minuto, de derramó dentro de mí y cayó a mi lado como si hubiese peleado una gran batalla con su respiración agitada.

Había logrado lo que quería, y con cinismo agarró la sabana me cubrió y me dio un beso diciendo: -Quédate Malhum, abrazándome por detrás, mientras que por dentro quería que todo esto ya terminara.

El cansancio me venció, después de escuchar los fuertes ronquidos de ese león, por fin pude dormir, cuando desperté el ya no estaba en la habitación, así que aproveché para hurgar en sus cosas.

La habitación del sultán era un laberinto de opulencia y secretos. Las paredes estaban cubiertas con tapices tejidos a mano, representando escenas de batallas y conquistas. Los muebles, tallados en madera de cedro, eran intrincados y pesados. El suelo estaba cubierto con alfombras persas, suaves como las alas de un pájaro.

El escritorio del sultán se encontraba junto a la ventana, bañado por la luz de la luna. Sus patas de marfil sostenían un pesado tablero de ébano, cubierto de pergaminos y documentos. Mis dedos temblaban al desenrollar los primeros papeles.

Allí, en su caligrafía elegante, encontré el inventario más inusual: opio y alcohol. Sustancias prohibidas en la sociedad, pero aún más peligrosas para un sultán. ¿Por qué tendría él tales cosas en su habitación? ¿Qué oscuros propósitos escondían, sería muy obvio ocultarlos aquí?

Mi corazón latía con fuerza mientras continuaba revisando los documentos. Encontré cifras, nombres y fechas. ¿Era esto parte de un comercio legal? ¿O había algo más siniestro en juego? Acá aparecen los nombres de los Pashas, y sus hijos menos de Yusuf, las ganancias de cada uno, y las cuentas por cobrar.

De repente, unos pasos resonaron en el pasillo. Me escondí detrás de un biombo de seda bordada, mi aliento contenido. La puerta se abrió, y el sirviente leal del sultán entró, seguido de cerca por otro secretario.

"Guarda estos nuevos documentos junto a los anteriores", ordenó el sirviente, señalando el escritorio. "Y asegúrate de que nadie más los vea."

El secretario asintió, tomando los papeles y desapareciendo rápidamente. Mi mente giraba. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué el sultán guardaba registros de opio y alcohol? Y lo más importante, ¿qué haría yo con esta información? Necesito correr a contarle a Malhum.

Una voz anunció al Sultán, y corrí hacía el baño privado de su majestad.

-Malhum! ¿estás aquí? –llamó y salí a su encuentro-

-Estaba en el baño su majestad- noté que traía una bolsa en su mano-

-Mira este vestido- El vestido que sostenía en su mano era una maravilla de seda y encaje. El color, un azul profundo como el océano en calma, resaltaba la palidez de mi piel. Las mangas largas estaban adornadas con intrincados bordados dorados, que parecían hilos de luz tejidos por las manos mismas de los dioses.

La falda se abría en una cascada de pliegues, cayendo hasta el suelo con una elegancia majestuosa. Cada paso sería como una danza, y el vestido susurraría secretos al viento. Los detalles eran exquisitos: pequeñas perlas cosidas en forma de constelaciones, diamantes que centelleaban como estrellas en la noche.

-Me sentí abrumado por su belleza y, al mismo tiempo, culpable por haber roto su vestido la noche anterior, perdóname Malhum, tú no eres una cualquiera y eso lo demostraste anoche, eres la primera mujer que no ha intentado sacar provecho de mi posición, eres perfecta para ser la madre de mis hijos.

-"Su majestad", balbuceé-

El sultán levantó una mano, interrumpiéndome. – no es necesario Malhum. Además, tengo algo para ti." Sacó una pequeña caja de la bolsa y la abrió, revelando un broche de zafiro y diamantes.

-Para que lo lleves con el vestido, todos tienen que saber que le Sultan te ama. Y tu pueblo estará seguro en mi Reino.

Asentí, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, ¿Cuál es el empeño de decir que mi pueblo? ¿Qué secretos ocultaba el sultán en su habitación? ¿Y qué papel jugaría yo en todo esto? Con el vestido en mis brazos y el broche en mi corazón, me dirigí hacia el palacio de la Sultana Ayşe, lista para enfrentar lo que fuera necesario.

Me enamoré de mi Sultana -COMPLETA- Girls Love HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora