Lobos

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Perspectiva de Malhum

Los días separada de mi Sultana fueron muy difíciles. Había llegado a acostumbrarme a estar con ella todos los días, a escucharla hablar sin parar sobre aquello que le apasiona, a comer junto a ella, a dormir a su lado. Ahora, esta dolorosa distancia estaba acabando conmigo.

A pesar de que estamos cerca físicamente, nos sentimos muy lejos. Nuestros problemas no se comparan con lo que podría pasar si los traidores cumplen su cometido.

Por fin pude encontrarme con mi Sultana en el pasillo del palacio. Las criadas habían anunciado la llegada del Príncipe, y ahí estaba ella, preciosa, vestida de azul. Dos criadas escoltaban a Ayse, y nos detuvimos al encontrarnos con la mirada.

—Mahum, qué placer encontrarme contigo. ¿Cómo están las fundaciones? —preguntó la Sultana para guardar las apariencias.

—Todo está bien, mi Sultana, excepto por el informe que le envié esta mañana acerca de la falta de transporte para las donaciones de los huérfanos —respondí, siguiendo con la corriente.

—¿Me podrías mostrar tus apuntes? —lanzó una mirada pícara.

—Por supuesto —dije, aunque por dentro estaba temblando.

Me acerqué a ella y, mientras mostraba el pergamino, ella fingió que lo veía y rozó mi mano. Su pequeño e insignificante roce era más que suficiente para mí, pero fuimos interrumpidas por unos eunucos que traían información que debí atender de inmediato.

Al llegar la noche, el príncipe regente se paseaba por el harén. Al parecer, no trajo ninguna de sus concubinas de las provincias, así que, junto al eunuco encargado de las concubinas reales, elegía disimuladamente entre aquellas que no estaban reservadas para su padre.

Le hizo un gesto al eunuco para que me mandara a mis aposentos. Pero cuando me dirigía hacia ellos, tropecé. Fue entonces cuando el Príncipe se percató de mí y se aproximó con el propósito de ayudarme.

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.

—Sí, su alteza —respondí mientras me levantaba y hacía una pequeña reverencia.

—¿Quién eres? No recuerdo haberte conocido antes, y tus ropajes me dan a entender que tienes un buen cargo en este palacio.

—Soy la administradora de las fundaciones de su hermana, la Sultana Ayse.

—Ya veo —dijo, sin dejar de mirarme a los ojos y acomodando los anillos de su mano izquierda—. Por fin mi padre le hizo entender a mi hermana que es una mujer casada y debe estar en su palacio con su marido.

—Su alteza, si me disculpa, ya me retiraba —dije con nerviosismo.

—Adelante. Pero tienes que saber que eres muy hermosa. ¿Cómo te llamas?

El eunuco respondió por mí:

—Su nombre es Malhum, su alteza.

—Qué hermoso nombre, Malhum.

Al despedirme, pude notar que el Príncipe susurró algo al encargado. Poco tiempo después de llegar a mi habitación, el eunuco me mandó llamar.

—Malhum , ponte esta ropa y cúbrete bien. A medianoche, cuando todos duerman, irás a la habitación del príncipe —susurró con autoridad.

—Yo no soy concubina del harén del príncipe ni de su majestad. Eso sería ilegal —me defendí.

—Y yo no soy otomano y aquí estoy sirviéndoles a todos sus caprichos a la corona, así que hazme el favor y vas a hacer lo que el príncipe ordenó si no quieres que rueden cabezas. Estoy muy cansado, shhh... —se retiró enojado, dejando a unas criadas en mi puerta.

Me enamoré de mi Sultana -COMPLETA- Girls Love HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora