Era super temprano cuando la alarma del móvil sonó, el sol aún no había salido y el mundo parecía estar en una pausa tranquila.
- Buenos días - escuché un suave toque en la puerta y Kate se asomó con una sonrisa contagiosa.
- Buenos días - le respondí, frotándome los ojos con pesadez, intentando despejar la somnolencia que me envolvía.
- Arriba, mi vida, que hoy empiezas el instituto - su sonrisa era amplia y su entusiasmo casi palpable.
- Es muy temprano - me quejé, volviéndome en la cama y sumiéndome de nuevo en las sábanas.
Kate, sin embargo, no se dejó desanimar y activó el interruptor de la luz con una rapidez que casi me hizo parpadear de dolor. Me tapé los ojos con las manos, soltando un quejido débil de mal humor. Nunca había sido fanática de las mañanas, y menos aún de ser la chica nueva en un instituto.
- No, señorita, a la ducha - ordenó con firmeza, mientras empezaba a tirar de mis sábanas hasta dejarlas en un lado. Solté un pequeño gruñido de protesta, pero fue ignorado con destreza.
- Kate, tengo mucho sueño - le dije, mi voz sonaba lastimera y desamparada mientras me acurrucaba en la cama como una bolita.
- ¡A la ducha! - escuché sus pasos alejándose y, minutos después, la puerta se cerró con un ligero clic.
Me incorporé lentamente en la cama, y con un suspiro resignado, me metí rápidamente en la ducha. La noche anterior, había dejado el uniforme preparado en el armario y las cosas que había comprado con Julián estaban en el pequeño sofá, listas para el gran día.
Terminada la ducha, salí envuelta en mi bata y me dirigí al armario. Con rapidez, me puse el uniforme: una camisa blanca con botones, una falda roja a rayas y una chaqueta con el logo del instituto. Cepillé mi cabello aún húmedo con prisa y tomé la mochila, colgándomela en el hombro de manera perezosa. Bajé por las escaleras, sintiendo una mezcla de nervios y agotamiento.
Al llegar a la cocina, Kate estaba montando mi desayuno con precisión. Me senté torpemente, y ella colocó frente a mí dos tostadas con aguacate, huevo revuelto, un pequeño bol de fresas picadas y un vaso de leche.
- Que lo disfrutes - me susurró, girándose para seguir con sus tareas.
A pesar de mi cansancio, empecé a comer felizmente. Estaba tan nerviosa que el sueño parecía haber pasado a un segundo plano. La puerta principal se abrió y papá y Rose entraron abrazados, sus caras iluminadas con una sonrisa que no lograba contagiarme. No me miraron mientras se sentaban, absortos en su propia burbuja de felicidad.
- Buenos días - les susurré tímidamente, esperando una respuesta que tardó en llegar. Rose finalmente me miró, pero su expresión cambió de una felicidad radiante a un desdén palpable.
- Buenos días - dijo con un tono que no inspiraba mucha confianza. Opté por ignorarla y centrarme en mi desayuno.
- Grace, Roger te llevará y te recogerá. No puedes irte a otro lado - habló mi padre con dureza, su tono implacable. Levanté la mirada, perpleja. Nunca me había permitido que me dijeran cómo llevar mi vida, y no iba a permitirlo ahora.
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El Misterio De Un Corazón Roto
Novela JuvenilGrace, la hija de uno de los más prominentes empresarios de Los Ángeles, se ve arrastrada a una glamorosa gala por su padre. Es ahí donde se encuentra con Julián, el hijo del mejor amigo de su padre. Con el paso del tiempo, lo que comenzó como una...