Una Noche En París

13 2 0
                                    

"Este es el capítulo donde las cosas se ponen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Este es el capítulo donde las cosas se ponen... interesantes. Ya sabes, con un poquito de piel, deseo, y mucho calor. Que lo disfrutes... como se debe."


Me encontraba en la habitación del hotel, observando a Julián mientras preparaba las maletas para nuestro próximo destino: París, la ciudad del amor. Mi mente estaba llena de una mezcla de ansiedad y emoción. La búsqueda de las pistas que había dejado en Roma había sido un desafío, pero sin duda valió la pena. La ciudad nos había ofrecido un festín de experiencias: gelatos en la Plaza Navona, paseos por el Coliseo, pasta y pizzas en cada rincón. Roma había sido una celebración de la vida, y mi corazón estaba lleno de recuerdos felices.

Mi padre me había llamado esa misma mañana para informarme que debía regresar a Los Ángeles debido a una emergencia en la empresa. La noticia me tomó por sorpresa. No me dio muchos detalles, y yo tampoco insistí; no parecía el momento adecuado para presionar. Nuestro vuelo salía a la 1 de la tarde, un trayecto relativamente corto de unas dos horas.

En el aeropuerto, la situación era un poco caótica. Buscábamos algo para comer, ya que no habíamos tenido tiempo de desayunar. El aeropuerto estaba a casi media hora del hotel, y nos habíamos visto obligados a saltarnos la comida matutina. Un rato después, mientras esperábamos, me compré dos sándwiches y una lata de Coca-Cola. Los devoré con una velocidad que Julián no pudo evitar bromear.

-¿Te va a dar un ataque si no comes ya? -preguntó, riéndose mientras me veía luchar con el primer sándwich.

-¡Es que tengo hambre, Julián! -respondí con la boca llena y una sonrisa-. ¡No he comido desde el desayuno!

El vuelo en sí fue tranquilo. Me apoyé en el hombro de Julián mientras mirábamos por la ventana del avión, observando cómo el paisaje cambiaba a medida que avanzábamos hacia nuestra nueva aventura. La emoción era palpable. A pesar de que el vuelo era corto, de solo dos horas, el simple hecho de estar a punto de aterrizar en París me llenaba de anticipación.

Julián, con su característica sonrisa que siempre lograba hacerme sentir segura, me dijo:

-Esto será un viaje inolvidable, ya te lo aseguro, Grace.

Sus palabras, llenas de promesas y entusiasmo, me hicieron sonreír. Entretejimos nuestras manos, no queriendo soltarlas ni un segundo. Me recosté en su hombro, sintiendo una paz que contrastaba con la ansiedad de la mañana. Pasamos el resto del vuelo en una tranquila intimidad, nuestras manos entrelazadas y nuestras miradas compartiendo una complicidad silenciosa.

Finalmente, aterrizamos en París. La vista de la Torre Eiffel desde el taxi parisino fue impresionante. Mientras nos acercábamos al hotel, la ciudad comenzaba a cobrar vida ante nosotros. El aire fresco y el bullicio de las calles parisinas me llenaban de una energía renovada.

-¿No te ha llamado tu padre? -preguntó Julián, mirando por la ventana mientras pasábamos por la Torre Eiffel.

-No, la verdad es que no -respondí, intentando mantener la calma-. La noche pasada me envió un mensaje diciendo que tenía que regresar a Los Ángeles por una emergencia en la empresa. No quiso darme más detalles y yo tampoco insistí.

El Misterio De Un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora