Llegué a casa dos horas después de pasar el resto de la tarde con Julián y Sasha. La tarde había sido agradable, pero ahora el regreso era algo que no deseaba enfrentar.
Julián había dejado a Sasha en su casa antes de llevarme a la mía. Él aparcó frente a la entrada y permanecimos ahí, en silencio, sin movernos. La atmósfera en el coche se había vuelto densa, cargada de un sentimiento que ninguno de los dos parecía saber cómo expresar.
- Gracias por traerme - fueron las primeras palabras que rompieron el silencio, pronunciadas con un tono que mezclaba gratitud y una ligera incomodidad.
- No las des - respondió Julián, mirando al frente con una expresión que denotaba que no deseaba romper el silencio.
- Gracias por el helado - insistí, volviendo a mirarlo.
- Lo pasé bien - dijo, sonriendo ligeramente al recordar nuestra tarde juntos.
- Sí, en especial con Sasha - añadí, evocando el momento en que la dejamos en casa. Ella había sido clara al decirnos que esperaría que volviéramos al centro comunitario al día siguiente.
Nuestros ojos se encontraron en una mirada que parecía decir más de lo que las palabras podían expresar. La luz de las farolas resaltaba el brillo en sus ojos azules, haciendo que el color pareciera aún más intenso. Julián entreabrió los labios y yo desvié momentáneamente la mirada, fijándome en el color rosado de sus labios.
- Grace - escuché una voz distante que me sacó de mi ensueño. Me incorporé, nerviosa y algo incómoda, mientras él volvía a mirar hacia la entrada.
Se aclaró la garganta, tratando de aligerar la tensión que había llenado el coche.
- Mmmm - intenté hablar, pero las palabras no salían. - C... Creo que es mejor que me vaya - finalmente dije, con la voz ligeramente aguda, sintiendo cómo el nerviosismo me invadía.
- Mmmm ... sí, está bien - respondió, sin mirar hacia mi dirección. Bajé del coche y comencé a subir las escaleras hacia la entrada de la casa.
- Adiós, pequeña pulga - dijo Julián, y me detuve para mirarlo una vez más. A pesar de la distancia, aún podía ver el brillo en sus ojos. Curvé los labios en una sonrisa tímida.
- Adiós, Julián, descansa - le respondí, asintiendo y embargando una sonrisa cálida.
Escuché el motor del coche alejándose y me volví para ver cómo se marchaba. Sin embargo, algo captó mi atención: un coche deportivo blanco, que no había visto antes, estaba estacionado frente a la casa. Me sentí inquieta y me apresuré a entrar a la casa.
Dentro, escuché risas provenientes de la oficina de papá.
- ¿Papá? - pregunté, acercándome con cautela. Me detuve al ver a mi padre salir rodeado de los brazos de una mujer con la que parecía estar riendo. Mi padre notó mi presencia y me miró con una sonrisa relajada.
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El Misterio De Un Corazón Roto
Genç KurguGrace, la hija de uno de los más prominentes empresarios de Los Ángeles, se ve arrastrada a una glamorosa gala por su padre. Es ahí donde se encuentra con Julián, el hijo del mejor amigo de su padre. Con el paso del tiempo, lo que comenzó como una...