El Vestido De Novia

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Rodé los ojos con desagrado

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Rodé los ojos con desagrado. Me habían exigido ir con Roger hasta la boutique de Mary.

Julián a mi lado miraba a Roger con rencor; claro, también a él lo habían obligado a venir.

- ¿Qué le parece este? - Mary, toda linda, le ofreció un vestido bellísimo a Rose, que lo miró con una mueca de asco.

- ¿Cómo me puedes traer eso? Eso se ve que no es de calidad - giró la cara con superioridad.

Ya era el séptimo vestido que rechazaba. Mary, por su parte, tenía una sonrisa forzada que se transformaba cada vez más en una mueca de cabreo a medida que Rose le daba su opinión sobre los vestidos.

- Grace, ayúdala, ya que es incompetente - me ordenó Rose.

No le hice caso, como las seis veces que me lo había repetido.

- Opino que le tiremos el cubo de agua y salgamos corriendo - me susurró Julián a mi lado. Quise reír, pero me detuve cuando Mary me golpeó suavemente el hombro.

- ¡MARY! - gritó Rose desde el probador. Me tapé los oídos; Dios, su voz era super irritante.

- Julián, tenemos que ir al centro comunitario hoy. Ya nos hemos desaparecido mucho tiempo - quería volver al centro comunitario, quería ver a Anna y Sasha, jugar por un rato con los niños y ayudar en el jardín.

- Tienes razón - hizo una pausa - ¿Qué hacemos con la señora perfección? - mientras lo decía, se rascaba la barbilla perezosamente, pensativo.

- ¡MARY! - volvió a gritar Rose. Esta vez Mary obligó al pobre Roger a ayudarla con los vestidos.

- Un momento - y nos volvieron a dejar solos.

Desde la noche que Julián se había quedado en mi casa, algo cambió. No sabía muy bien qué era, pero quería estar todo el rato con él, llamarlo, hablarle, que me abrazara. No sabía qué me pasaba.

- Grace - escuché que me llamaba Julián. Gargajeé ruidosamente.

- Dime.

- Si quieres algo de la tienda - no me había percatado de que se puso de pie hasta que lo vi. Desde su altura intimida un poco; sus ojos azules resaltaban con el sol que se filtraba por las cortinas.

Mechones de cabello castaño rebelde se le plantaban en la frente.

¿Por qué lo estaba mirando más de lo debido?

Sacudí la cabeza para tratar de centrarme.

- Unas papas - murmuré. Creo que no me escuchó, pero por su sonrisita juguetona indicó que sí.

- Bien.

- Espera - interrumpí su salida triunfal. Él se giró para verme intrigado - Dime - se cruzó de brazos, con las caderas pegadas al marco de la puerta, curioso.

El Misterio De Un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora