𝕻𝖗𝖔́𝖑𝖔𝖌𝖔

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Los rasgos comunes de los vampiros están bien establecidos: tienen colmillos, beben sangre humana y no pueden verse en los espejos. Se les puede ahuyentar con ajo o matar con una estaca en el corazón. Algunos, como Drácula, son aristócratas que viven en castillos y ha sido asi hasta el reinado del gran Conde Jeon JungKook. Su historia no será un tanto diferente al resto.

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Venecia, Italia
Hace veinticinco años...

Los pasos de una mujer se escuchaban al caminar dentro del bosque oscuro que solo era iluminado por el resplandor de la luna. El viento frío era leve al ambiente nocturno.

Miraba a su alrededor por si algún desconocido pudiese verla sabía lo que tenía que hacer. No era recomendable salir durante las noches pues el tratado era que si una persona humana rondaba por sus alrededores no vería la luz del día.

El temor de la mujer era palpable si era descubierta. Una joven de 24 años, piel ligeramente blanca, su cabello rubio, largo y con leves ondas naturales, altura promedio de una mujer de su edad, tímida en personalidad pero amable y educada.

Su simpatía, el olor dulce por causa del perfume era aborrecido por las criaturas nocturnas pero no para uno en específico. Su belleza era inigualable ante los ojos de cualquiera que se detallaba a observarla, sin embargo no todos verían su belleza sino su cuello.

Había llegado a una parte del bosque donde a una distancia prudente podía mirar una cabaña a simple vista abandonada. Sonrió de lado al saber que había llegado con bien a su destino. Giró a sus lados viendo si alguien la seguía o se habían percatado de su presencia. Usaba una capa negra cubierta hasta su cabeza para ocultar su rostro. Su corazón era bombeado a un ritmo acelerado con cada paso que daba.

Podía escuchar el sonido de los búhos, algunas hojas y ramas crujir al pisarlas.

Al llegar sacó de su pequeño bolso una llave el cual le permitiría abrir la puerta del lugar. La colocó para girarla y escuchar el click indicando que estaba abierta. Rápidamente entró cerrando de nuevo con seguro. Se giró dando un suspiro y bajo la capa de su cabeza.

La ventana frontal de la casa daba entrada a la luz de la luna. El lugar se miraba oscuro y levemente cuidado. Detallo alrededor y todo estaba intacto, sintió alivio absoluto de que todo estaba en orden.

Se dirigió a una de las habitaciones que tenía esa cabaña, al abrir la puerta solo encontró el silencio. Tomó una pequeña vela encendiéndola y la colocó en la mesa. Su vista fue dirigida en aquella cuna improvisada. La madera no era de la mejor calidad pero era fuerte y resistente, había sido pintado con barniz y un material que evitará que se pudriera con el tiempo. Su diseño era único y bonito, pintado de color rosa pálido.

Al acercarse pudo ver gracias a la poca luz como aquella niña de 4 meses dormía plácidamente como si no se hubiera dado cuenta de la ausencia de su madre.

La bebé vestía un pequeño vestido blanco, un gorrito del mismo color que cubría su cabeza del frío, una hermosa piel blanca, sus ojos un poco asiáticos, nariz pequeña como el padre, sus labios rosados y delgados como la madre eran unos de los aspectos físicos de la pequeña.

La joven madre la observó con ojos de amor y ternura pensando que la pequeña era una gran bendición en su vida y no se arrepentía de haberla tenido aunque el padre estaba ausente, la cuidaría con su vida.

Tomó un poco de la colcha y la arrullo bien para acercarse y darle un beso en la frente.

Te amo hija — expresó la mujer con una sonrisa genuina al ver a su hija profundamente dormida. — Mamá promete no volver a irse y dejarte sola. — decía mientras acariciaba la mejilla rosada de la niña dormida.

𝕰𝖑 𝕮𝖔𝖓𝖉𝖊 𝕳𝖊𝖔𝖓 • 𝕵𝖚𝖓𝖌𝖐𝖔𝖔𝖐 ⟭⟬⁷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora