CAPÍTULO 1. UN NUEVO EMPLEO.

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Bill Carter era un tipo corriente. Tenía cuarenta y cinco años y vivía solo en un apartamento de 60 metros cuadrados. No tenía pareja, ni la había tenido, pero sí ligues de una noche. Era un tipo al que no le gustaban las ataduras y prefería vivir la vida sin rendir cuentas a nadie. Aunque había tenido varios trabajos, en la actualidad se encontraba en paro y las ayudas que cobraba por entonces estaban a punto de agotarse. Así que su principal objetivo era encontrar una ocupación lo antes posible, puesto que el piso en el que vivía era de alquiler. Como tampoco es que le gustase salir todas las noches y no tenía otros gastos que los suyos propios, había ahorrado algo de dinero, pero nada que lo sacara del apuro si no se ponía a trabajar pronto.

Tenía muchos amigos, ya que era un hombre muy sociable y además era bien parecido. Había intentado que alguno de ellos le echara una mano y finalmente, Lewis, uno de sus mejores amigos le había conseguido una entrevista para trabajar como guarda de seguridad. Acudió a la misma esperando que le dieran aquel trabajo y así fue.

El trabajo consistía en vigilar un antiguo hospital a las afueras de la ciudad. Este era de ámbito privado y, tras haber sufrido un incendio en el cual murieron varios pacientes ingresados en el mismo, sus dueños habían decidido dejado en ruina hasta que alguien adquiriese los terrenos y lo demoliera.

En aquel trágico accidente habían fallecido algunos pacientes y tras la investigación policial y judicial, no se hallaron responsables penales, puesto que se determinó que el incendio se había originado accidentalmente cumpliendo el hospital con todas las medidas de seguridad contra incendios pertinentes. Pero finalizada la investigación, sus dueños optaron por abandonar aquel hospital y esperar a que algún comprador se hiciera con los terrenos en los que se hallaba, por otra parte muy solicitados porque era una zona por la que se estaba expandiendo la ciudad y se hablaba de promotores interesados en construir centros comerciales allí.

Así que tras vallar todo el perímetro del hospital, quedaron a la espera de que apareciera un comprador. No obstante, a los pocos días, la valla ya había sido objeto de vandalismo y los dueños decidieron que, para asegurarse de que en tanto no se vendían aquellos terrenos no se profanase el edificio, era oportuno poner vigilancia en el mismo.

Desde luego no estaba bien visto que maleantes o simplemente curiosos se adentraran en aquel edificio en el que habían muerto varias personas en tan trágicas circunstancias. Se reparó la valla y se contrató vigilancia privada y así fue como, mediante su amigo, él supo de este trabajo para el cual había sido recomendado.

Bill había trabajado anteriormente como guarda de seguridad en centros comerciales, discotecas y demás, así que tenía la preparación y la experiencia suficientes para el puesto. Y, aunque actualmente estaba buscando otro tipo de trabajo, no iba a decir que no a aquella oportunidad. No al menos hasta que le surgiera otra más interesante.

Llamó a su amigo para darle las gracias y después se marchó a casa. Necesitaba descansar ya que empezaría a trabajar ese mismo día en el turno de noche, de doce a ocho de la mañana.

A él no le importaba tener que trabajar de noche, ya lo había hecho otras veces y él mismo decía que incluso le gustaba más ese horario porque solía ser más tranquilo. Además, no le daba miedo la oscuridad ni mucho menos la soledad.

Llegadas las once y media se dispuso a salir de su casa. Aunque en coche tardaría solo unos 15 minutos en llegar al lugar de trabajo, quería hacerlo en su primer día con tiempo suficiente.

EL MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora