Capítulo. 18

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Al terminar la cena, tuve que darle mi chaqueta que tenía en el carro a Irene ya que cargaba un vestido blanco con escote y los hombros descubiertos con sus piernas, tacones brillantes y unas argollas con forma de gota también con diamantes, su pelo rizado era perfecto.

Fuimos a un parque de área verde para respirar aire fresco y sentarnos en un árbol.

Los faroles de luz alumbraba toda el área, la luna se estaba volviendo llena, eran las 11 de la noche e Irene y yo caminábamos en dirección a un árbol cuya raíces se veían en el suelo, ramas con hojas se acercaban al suelo formando como unas paredes alrededor del árbol.

—¡Mira eso! Parece un árbol con sus propias paredes construidas con hojas. ¡Quiero ir! —dice Irene dando saltitos de emoción.

—Ve.

—¿No vendrás conmigo? —pregunta Irene extendiendo su mano.

—¿Como te puedo negar eso? —digo divetido.

Irene corre lo más rápido que puede con sus tacones, ella se cae y me empiezo a reír por su caída. 

—¿Estás bien? . —pregunto.

—¿Tú crees?—dice agarrando mi mano.

Ella se levanta con dificultad por su caída.

Al llegar el viento soplaba y los rizos de Irene se movían con las ramas del árbol, era perfecta hasta con sus pelos enmarañados.

—¡Ven Kyle! Es súper fresco estar aquí.

Me acerco y si, era fresco, el aire se sentía tan bien que me había olvidado de todo y solo me concentré en la sonrisa de Irene, ese brillo que me hace recordar a una estrella, ese sonrojo en sus mejillas me hacen recordar a fresas  deliciosas, con ese color de ojos, ese color chocolatado que complementa su ser y el mío.

Que me hace dar vueltas y ver el mundo como se desvanece y solo nosotros dos nos vemos así, con esa magia.

Me acerco a Irene y ella solo se me queda viendo, pongo una mano en su cintura acercándola a mi, con la otra mano paso un mechón de pelo detrás de su oreja viendo como se le ponen la pupila de sus ojos enorme, paso mi mano por su mandíbula hasta llegar a su boca, con mi pulgar acaricio su labio inferior anhelado poder tocarlo con mis labios.

Mi mirada solo iba a sus labios, esos labios en forma de corazón, rosados y carnosos, su nariz respingada con un poco de pecas y sus pestañas largas y abundantes.

Tan perfecta e inteligente.

—Irene, quiero... mostrarte las cosas que puedo hacer por ti. —digo viéndola a los ojos. —Pero, solo si me dices... cuando podré ser algo más que tu amigo, se que no ha pasado mucho tiempo, pero yo siento que me estas haciendo esperar una eternidad, no quiero que te sientas apresurada ni mucho menos, puedes decirme que necesitas más tiempo o lo que sea, pero por favor yo...

—Kyle, me diste tiempo y lo aprecio, pero... hay algo que me frena en esta decisión.

—¿Te frena? —pregunto confundido.

—Si, y es que me haces dudar de mi existencia, que si esto es real y no es una imaginación porque me haces sentir cosas que para mi parecen surrealistas, me haces sentir mariposas, haces que mi mundo gire entorno a ti, haces que contigo me sienta más segura, cada vez que escucho una notificación voy corriendo a ver si eres...tú.

—Ay Irene... —digo sonriendo. —Lo que pasa, es que te estoy volviendo loca por mi.

Irene me mira con su respiración agitada, la entiendo es una adrenalina que no sabes explicar.

𝑺𝒐𝒎𝒐𝒔 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝑳𝒂𝒔 𝑬𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora