Bajo la lluvia del amor - Prólogo

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La noche estaba dibujada sobre la ciudad como un manto oscuro envuelto en el lamento de la lluvia que caía sin piedad.

Bella, con el corazón aún palpitante por la pelea con Harry, estaba al volante de su coche con las lágrimas cayéndole por toda la cara y casi sin poder ver porque estas le llenaban los ojos de agua.

Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el parabrisas y sus manos apretaban el volante con furia mientras sus pensamientos se perdían en el torbellino de emociones que la embargaban.

Ella y Harry siempre habían tenido una relación sólida, una conexión que parecía resistir cualquier adversidad, algo que todos sus amigos y conocidos admiraban de ellos, sin embargo, aquella noche se había quebrado algo entre ellos. Una discusión aparentemente trivial había desencadenado una tormenta emocional que ninguno de los dos podía controlar.

Bella recordaba con claridad aquellas palabras tan horribles y los gestos cargados de resentimiento.
Esa pelea había sido para ambos un choque de voluntades, un enfrentamiento que dejó profundas heridas abiertas en sus corazones.

El enfado la consumía mientras conducía por la autopista, y el rugido del motor y el tamborileo de la lluvia contra el cristal creaban una sinfonía discordante a su alrededor. Su mente no estaba concentrada en la carretera, sino que estaba totalmente enredada en un laberinto de pensamientos, tratando de encontrar una salida a esa confusión que la embargaba.

¿Cómo podía haberse deteriorado tan rápido algo tan bello como su relación con Harry?


Ella seguía pensando en la pelea, pero rápidamente su teléfono irrumpió en sus pensamientos con su insistente timbre. Ella sabía perfectamente quién era, lo sabía por el peso en su pecho, por la punzada de dolor que le recordaba lo que había perdido en esa pelea. Sabía que era Harry.

No quería responder, pero en el fondo le quería y sabía que él la llamaba porque probablemente estaría muy arrepentido. A regañadientes, se agachó a buscar el teléfono dentro de su bolso, apartando así la mirada de la carretera por un segundo fatídico.

Un segundo que se sintió como horas.

Y entonces, el mundo se detuvo. Fue como un instante eterno, suspendido en el tiempo, donde el silencio de la noche fue roto por aquel estruendo tan fuerte, aunque para ella, todos aquellos sonidos que antes podía escuchar; las gotas golpeando el parabrisas, el sonido del teléfono, el sonido del motor..., se detuvieron de repente y una luz blanca muy potente apareció reflejada en sus ojos.

Bella sintió el impacto antes de comprenderlo todo. El sonido sordo del metal retorciéndose, el crujido de la realidad deshaciéndose ante sus ojos... Se dio cuenta de lo que había pasado minutos después.

Entonces el caos se apoderó en el exterior del vehículo mientras toda la autopista se convertía en una vorágine de luces y sombras.

El dolor llegó como una marea furiosa, arrastrándola hacia la oscuridad mientras que las luces de los coches se acercaban y parpadeaban como estrellas distantes en el firmamento.

Bella apenas podía respirar, el aire se escapaba ligeramente de sus pulmones como si de un susurro moribundo se tratase. Pasó poco más de una media hora hasta que la ambulancia pudo llegar al sitio donde todo había ocurrido y, junto a esta, también llegó Harry.

Su última visión fue el rostro empapado de Harry, su expresión de horror y desesperación desdibujada por las lágrimas y la lluvia, pero aún así, aunque ella estuviera retorciéndose de dolor, le dedicó una última sonrisa.

Una sonrisa sincera, que le demostraba que no pasaba nada entre ellos, que todo estaba perdonado, que ella seguía amándole tanto como el primer día.

Y entonces, el silencio lo envolvió todo. La lluvia seguía cayendo imperturbablemente, pero dentro del coche todo era quietud, todo era silencio. En cambio, fuera todo era caos, miles de luces de coches, miles de personas observando lo ocurrido.

Justo en ese momento, después de aquella sonrisa, de aquel último segundo junto a Harry, Bella se deslizó hacia la oscuridad y el eco de su último gesto quedó perdido en el abismo del tiempo.

Harry, parado en el umbral de la tragedia y sin apenas poder reaccionar, se tuvo que enfrentar a la cruel realidad de una despedida sin palabras, una pérdida que dejaría un hueco para siempre en el laberinto de su alma. Una pérdida que para él supondría culpa.

Automáticamente comenzó a culparse de todo. De la pelea, del choque, incluso de que lloviera tanto y a causa de eso su coche deslizara bruscamente... Él no sabía que en realidad no tuvo la culpa, sino que simplemente pasó así porque fue como lo pactó el destino.

No era su culpa y Bella lo tenía muy claro, por eso mismo se despidió de él de esa manera, buscando que él entendiera que no tenía por qué preocuparse, que ella se había ido feliz, recordando todos aquellos momentos vividos.

Poco después, cuando Harry todavía estaba intentando comprenderlo todo, fue cuando la madre de Bella llegó.

Él la vio muy alterada y fue corriendo hacia ella para explicarle todo. Rápidamente le pidió perdón y le explicó todo. Ella se puso a llorar y le abrazó diciéndole que estuviera tranquilo y que podía irse a pasar un tiempo con ella a su casa si no quería volver a estar solo.

Entonces fue cuando él lo comprendió, comprendió que lo que había ocurrido era real, que no era un sueño, que realmente sí que estaba muerta, que ya no la vería más, ya no harían más citas, ya no irían más al cine, ni a la playa, que ya no podría enseñarle al perro que había adoptado por su cumple, entendió que nunca más estarían juntos y que nada volvería a ser igual, y comenzó a llorar desconsoladamente en los brazos de Alice.

3 años antes...

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