Capítulo 8

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*MINI MARATÓN 1/3*


Llevaba casi una hora en casa de Alice esperando a que Bella se arreglara para coger nuestro avión en, exactamente, media hora. A este paso, no íbamos a llegar. ¿Qué estaba haciendo? Dios mío, yo ya estaba poniéndome de los nervios. Odiaba llegar tarde, y más si se trataba de llegar tarde a un viaje. Me encantaba la planificación. Siempre que mamá y yo nos íbamos de vacaciones, era yo quien lo planificaba. Si nuestro vuelo salía a una hora concreta, necesitaba estar allí al menos 20 minutos antes. Y estaba claro de que con Bella no iba a pasar.

Estaba jugando con Kis, la hermana de Bella, cuando vi a Alice acercarse a mí.

—Perdón por la tardanza de mi hija, Harry. Mira que he intentado muchísimas veces de que cambie ese hábito, pero es imposible. Tardar ya es como... su segundo nombre.

—Oh, tranquila. No te preocupes —dije, aunque yo ya estaba comiéndome las uñas—. ¿Puedo subir a preguntarle cuánto le falta?

—Sí, claro.

Subí las escaleras hasta que llegué al principio del pasillo de arriba. En ese pasillo estaban los dormitorios de Bella, Alice y el de invitados. Y también había un baño por cada dormitorio. Decidí llamar a la puerta de Bella, suavemente.

—Bells, cariño, ¿puedo pasar?

Esperó un momento para contestar.

—Sí, pasa —respondió finalmente, con un largo suspiro.

—¿Qué es todo esto? —había ropa por todas partes.

—Es que... —comenzó—. No me queda nada bien, Harry... no sé qué ponerme, no tengo nada.

—Pero, ¿qué dices? —me acerqué a ella—. Bella, ¿cómo puedes decir que no te queda nada bien? Al contrario, no hay ni una sola cosa que te quede mal.

—Eso es mentira. Lo dices solo porque eres mi novio.

—No, Bella. Lo digo porque es la verdad. No entiendo por qué te tratas así a ti misma.

—¿Así?

—Sí, así.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que te autoconvences cada día de que tienes un mal cuerpo. De que la ropa te queda mal. De que eres fea. De que no mereces que te quieran. De que eres mala persona. Te autoconvences de tantas cosas y tantas veces que al final tu cabecita se lo acaba creyendo todo. Y no, las cosas no son así, Bells. No es cierto todo lo que te dices a ti misma. No hay ni una palabra cierta en todo lo que te dices. No eres como dices. Eres tan jodidamente perfecta que daría todo por verte cada día. Eres bonita, divertida, tienes un buen cuerpo, eres muy buena persona, tratas bien a la gente, tienes educación... eres increíble, Bella. Cada parte de ti hace que seas aun mejor de lo que ya eres. Y por eso mismo me enamoré de ti.

Al ver que no respondía, decidí preguntarle una cosa.

—Dime, Bella, ¿de qué tienes inseguridades?

—Pues... —se enrojeció al instante—. De mis ojos, de mi cuerpo, de mi pelo, de mi nariz, de mi sonrisa, de... —paró en seco—. No sé, Harry. Tengo... tengo inseguridad de cada maldita parte de mí... me odio a mí misma, Harry... odio absolutamente todo de mí.

¿De sus ojos? ¿De su cuerpo? ¿De cada parte de ella? Dios mío, estaba realmente ciega.

—Bella, escúchame. Yo siempre he dicho que la belleza es... algo inexplicable, ¿sabes? Pero sinceramente... desde que te vi a ti, mi opinión ha cambiado por completo. Ni siquiera me cuesta un poco tener que dar razones para creer que esta misma existe. Porque tú eres la belleza en persona, literalmente. Tú, Bella, eres como... como un atardecer. Muchas personas pueden verlo, sin más, pero solo muy pocos saben cómo entender y amar esa belleza que cada atardecer oculta en sí mismo. La belleza es... algo que consideramos perfecto, pero no. No lo es. Lo sé porque en cada imperfección tuya descubrí lo bonito que es amar el arte de lo que pocos entienden.

Bajo la lluvia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora