CAPÍTULO 13

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El semblante del hombre se tornó totalmente pálido, y enmudeció al completo, mirando horrorizado el charco de sangre que rodeaba a su hija, como si acabase de encontrarla en esa situación y no fuese él quien llevaba encerrándola durante días.

—¡Llamad a una ambulancia! ¡Ahora!— les gritó a sus hombres, quienes le obedecieron al instante— Dios mío... Qué he hecho... Qué he hecho...— se repetía a sí mismo, tapándose la cara con las manos, arrepentido de la atrocidad que había cometido, pues sabía perfectamente que con toda la sangre que Leyre estaba perdiendo, muy posiblemente llegaría al hospital en un estado crítico y su vida correría peligro.

En pocos minutos la ambulancia llegó y con sumo cuidado subieron a la pelirroja a la ambulancia, quien, entre la desnutrición y la pérdida de sangre, estaba prácticamente inconsciente.
A gran velocidad, el vehículo atravesó las calles de la gran ciudad en dirección al hospital, esquivando temerariamente cualquier obstáculo en su camino, ya que cada segundo contaba para salvar la vida tanto del bebé como de la madre.

Por otro lado, Light se encontraba saliendo de la comisaría de policía de la zona.
Se le notaban unas profundas ojeras y una pérdida de peso notable.
Llevaba todos esos largos días sin dormir, llegando a hablar con los policías, cada momento, para presionarlos y que buscasen más arduamente a Leyre.
Él mismo había recorrido todo Tokio.
Cada esquina, cada bar, cada tienda... Con una foto de su mujer, preguntando si alguien había visto u oído algo extraño en esa semana.
Pero nada.
No había ni rastro de Leyre, y Light estaba al borde de la locura. Aunque se negaba a dejarse llevar por el camino más fácil y abandonarse a su suerte. Quería luchar y encontrar a su mujer y su hijo. Y pagaría el precio que fuese necesario.
No comía ni dormía. Sólo se centraba en seguir las poquísimas pistas que tenía del paradero de su mujer.

Light también había dado el paso de llamar a su madre, por si ellos tenían algo que ver en todo lo ocurrido con Leyre. Pensaba que era algo retorcido imaginarse que unos padres podrían llegar al punto de hacer desaparecer a Leyre de su vida así. Pero no podía descartar ninguna posibilidad.
Su madre le había negado por completo saber nada sobre el paradero de la joven, y parecía igual de preocupada que él.
Desde que la llamó, todos los días le había estado preguntando si ya sabía algo sobre su hija, por lo que no parecía tener constancia del paradero de Leyre.

Mientras caminaba por la calle, ensimismado en sus pensamientos, una sirena atronadora llamó su atención, viendo cómo una ambulancia atravesaba a gran velocidad las calles de Tokio.

"Debe de ser una emergencia gravísima para correr de esa manera"— pensó el castaño.

Repentinamente, una corazonada le atravesó el corazón, ya que había llamado innumerables veces a los hospitales de medio país preguntando por la pelirroja, y siempre le habían contestado con negativas.
¿Pero qué le costaba intentarlo una vez más?
Total, ya lo tenía todo perdido.
Así que cambió su rumbo hacia el hospital al que se dirigía la ambulancia, dispuesto a pasar por "información al paciente" y preguntar por su esposa de nuevo.

A los pocos minutos, cuando ya divisaba el hospital, su móvil comenzó a sonar, avisándole de que tenía una llamada. Y era de un número desconocido.
Se le hizo un nudo en la garganta sólo de pensar que podría ser la policía con alguna nueva noticia.

—¿Light Yagami?— una mujer hablaba con seriedad, esperando la respuesta del joven.

—Soy yo, dígame— Light contuvo el aire, expectante.

—Le llamo del Hospital Keihan. Es usted el marido de Leyre Yagami, ¿verdad?— la mujer parecía comprobar unos documentos tras el teléfono.

—¡Sí! Eso es. Dígame qué ocurre, por favor— al escuchar la palabra hospital saltaron todas las alarmas internas del chico. Y además, el hospital Keihan era justo el que tenía frente a él. El hospital al que acudía esa ambulancia.

PROHIBIDO (Light Yagami x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora