Juanjo se levantó de mala leche. Era capaz de admitir que los comentarios de Martin le habían hecho mella, y que, aunque había dormido como un bebé en la cama de Denna, seguía triste. Sí que había tardado poco en superarle, y mira que él pensaba que hacía unas pocas noches habían estado a punto de besarse. El pensamiento de aquel día le estremeció por dentro, sus caricias por su mejilla, su mandíbula, su cuello, su nuez,... Sus respiraciones entremezclándose, Martin prácticamente encima suya. Todo su cuerpo erupcionando como si de un volcán se tratase. Daba gracias a la interrupción de Salma, pues había estado a punto de mandarlo todo a la mierda y hacer algo de lo que probablemente se arrepentiría, y más, delante de tanta gente.
Se levantó de mala gana, con la música tecno sonando por todas partes. Denna a su lado tampoco parecía demasiado contenta. Martin le dedicó una sonrisa al salir de la habitación que Juanjo no respondió, demasiado enfurruñado con todo. Se puso el micro y se arregló un poco la ropa. Era jueves, y, como si fuera poco, aquel día era el primer pase de micros. Juanjo no recordaba un día en el que hubiese estado de peor humor que aquel. Todo por culpa del puto bohemio de los cojones, pensó. El chico, completamente ajeno a sus pensamientos, se estaba desperezando mientras se arreglaba el pelo. Juanjo no lo admitiría en voz alta, pero le encantaba cuando Martin se despertaba con cada uno de sus pelos apuntando a una dirección distinta, le hacían parecer un erizo. Enseguida volvió a su semblante serio, si antes de anoche esos pensamientos ya trataba de censurarlos dentro de su cabeza, desde la conversación que escuchó ayer deberían estar prohibidos.
Fitness siempre le parecía una especie de tortura china, pero aquel día, Juanjo de verdad pensaba que se iba a desmayar. Odiaba que todo su cuerpo siempre se dejara llevar por sus emociones, si estaba mal, todo lo estaba, todo le dolía.
Además, acababa de ver en el horario que más tarde en el día tendrían una charla sobre el colectivo, que era lo que le faltaba para acabar de construir su día de mierda. Le encantaban sus compañeros, pero que la mayoría fueran del colectivo y hablaran del tema tan libremente solo hacía recordarle que él no podía hacerlo. Que él no era capaz de ponerse una etiqueta, ni de reivindicar nada, que no estaba cómodo en su propia piel. Y que, todavía menos, se iba a poner a hacerlo en televisión cuando ni siquiera había podido mantener una conversación decente con sus padres sobre el tema. Solo el pensamiento de llegar a su casa y decirles a sus padres que estaba con un tío, o que le gustaban los tíos, le hacía estremecerse sin saber por qué. Estaba seguro de que estos ya eran conscientes de ello.
Cuando estaba poniéndose a desayunar, después de la tortuosa hora de fitness, vio la puñetera tabla de cortar sucia. Ya era lo que le faltaba. Estaba harto del desorden, estaba harto del ruido, estaba harto de no poder controlar nada. Quería poder poner el aire cuando tenía calor, elegir a la hora en la que despertarse, escoger qué canción hacer, cocinar lo que le diera la gana y decidir quien le gustase y le dejase de gustar. La tabla fue la gota que colmó el vaso, y más, cuando Martin empezó a contestar por ello. Juanjo reaccionaba rápido, era de mecha corta, pero jamás se había encendido tan deprisa como en aquel momento. Martin no perdía el semblante, hablándole con tranquilidad, pero Juanjo ya había empezado, y ahora mismo su cabeza eran todo palabras envenenadas, las cuales, si estuviera manteniendo la conversación con cualquier otra persona, no estarían saliendo por su boca.
-Hay que nivelar, nosotros igual poner más y tú rebajar, que sino te va a explotar la cabeza-dijo Martin, con calma, como si estuviera razonando. A Juanjo no le podía importar menos lo coherente que estaba siendo.
-Vale, venga, limpia la tabla-dijo con un bufido y volviendo a su desayuno intentando que no le salieran las lágrimas.
-Te has pasado-dijo Salma, Juanjo soltó otro bufido. Lo sabía, y cuando se tranquilizara un poco le llevaría a la habitación o a la ducha y le pediría perdón, pero en aquel momento, como Martin le volviera a mirar con esos ojos. Esos ojos. Solo le iban a salir más borderías.
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Behind the scenes
RomanceA Martin le gusta Juanjo. Eso lo tiene claro, y está bastante seguro de que es recíproco. Pero claro, en una academia con cámaras apuntándoles las 24 horas, se le complica la tarea, y más, cuando no está seguro del punto en el que está Juanjo en su...