11🥀Heredero🥀

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Capítulo 11: Heredero

Los siguientes tres meses fueron los más difíciles para la capital, la mañana que se dió a conocer la noticia de la princesa Ébano fue un escándalo. Hubo quienes se lamentaban y lloraban en las calles, dejando tributos en la puerta de la ciudadela. Otros estaban furiosos, culpaban al rey de su ineficacia.

Lo cierto es que la conmoción del hecho fue igualitaria en cada habitante de Gama y se comenzó a cuestionar qué haría el rey para enmendar su legado y cuál de los dos príncipes tendría la honra de ser nombrado heredero al trono.

Mientras tanto, en lo profundo del castillo, el rey se sumía en una amargura profunda donde repetía una y otra vez en su cabeza los eventos catastróficos que llevaron a que Ébano huyera. Desatendiendo sus obligaciones como monarca y abandonando él también a su esposa, la madre que no sólo había perdido a su primera niña, sino que ahora su esposo la alejaba.

Los hijos menores del rey adjudicaron, con toda la ira que poseían, la culpa a su padre. Sabiendo así, que de a poco, la familia más poderosa de los cinco reinos se resquebrajaba desde los cimientos. A medida que pasaban las semanas todos se deterioraban a su manera dejando al palacio hundido en un mar de lamentos y culpas.
Conforme empeoraba el luto, la salud del rey se vió terriblemente afectada y el pueblo contuvo la respiración al saber que podrían atravesar una segunda pérdida. Ésta vez, mucho más crucial.

Es casi una vil broma de los dioses para con sus devotos servidores que se ven condenados a despedir eternamente a su soberano, el rey, Isaac el honrado.

—Alteza, debe saber que a mi pesar estimo que el rey no podrá pasar la noche, incluso con la bendición de los dioses.— dijo el fisiólogo en un tono más bajo y aproximado a la princesa en señal de complicidad.

—¿Está seguro? Debe haber una equivocación.— Sahara frunció el ceño, conteniendo las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos cristalizados.

—Completamente Alteza, Su Majestad apenas puede respirar y su tos empeora cada vez más. Hemos agotado todas las alternativas a nuestro alcance, princesa, pero me temo que hasta los conocedores de la medicina tenemos límites donde el camino del humano y los dioses se separan.

Al otro lado de la habitación yacía su padre en la cama, con la mirada perdida en el techo del dosel, era medianoche y ya nadie en el palacio se encontraba despierto. El silencio era ensordecedor y le permitía con facilidad hundirse en sus más oscuros pensamientos.

Sahara tomó asiento al lado de su padre, su rostro estaba iluminado en parte por una única vela que flameaba débil, mimetizada con el ambiente.
El rey permanecía son sus ojos entrecerrados, mas allá que acá, de su boca salían suspiros lastimeros que intentaban a toda costa mantenerlo con vida.

Y a medida que transcurría la noche y en la soledad de la habitación, la princesa era la única que sabía lo que ocurriría con el rey y aún así fue ncapaz de levantarse y buscar a su madre y hermano.

Era egoísta, tal vez, pero no le quedaban más que horas de vida, momentos en lo que era más un alma en pena que el rey y padre que alguna vez conocieron. Su escencia había abandonado su cuerpo hacía mucho tiempo y no creía que su madre fuese a soportar verlo así.

Sería un poco más tranquilizador para la reina saber que su esposo había fallecido durmiendo, tranquilo y sin dolor. Aunque Sahara no estaba segura de eso último.

Y en algún momento del alba, cuando todo su cuerpo estaba atiborrado de cansancio y los ojos le pesaban en respuesta a no haber dormido en toda la noche por esperar que su padre abandonara ese plano, algo desgarrador le hizo darse cuenta que el hombre frente a ella no emitía ningún sonido.

The Five Kindoms [Sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora