18🥀Sangre🥀

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Capítulo 18: Sangre.

El silencio que se instaló entre todos a la espera del veredicto fue inquietante y desolador. El guardia que revisaba alguna señal de vida en el Lord Comandante levantó su vista hacia uno de sus compañeros, el gesto fue claro. Una negación absoluta.

Desde la distancia Jane pudo observar como el guardia cerraba con delicadeza los párpados de Alexander y pronunciaba una plegaria. Todo era un desastre, una alfombra de sangre alrededor del Comandante y el príncipe cubierto del mismo color rojo.

Ambos guardias que lo sostenían la miraron en busca de órdenes y sin saber qué hacer. Nadie se movía, en parte por el desconcierto de la situación y en parte porque no sabían a quién obedecer. Así que Jane se hizo cargo.

—Escolta al príncipe a su habitación, yo iré con él en seguida. —le ordenó a uno de ellos. —Y usted busque a Sir Alan, le hará compañía a la reina. —cuando uno de ellos se marchaba con el príncipe y otro escaleras abajo, Jane se quedó finalmente con dos guardias para la más difícil de las tareas. —Aquí no ha pasado nada, que este piso quede reluciente como estaba antes. Llevad al Lord Comandante a una sala privada, lo enterraremos dignamente al anochecer.

Los caballeros se miraron entre sí y rápidamente ejecutaron las órdenes recibidas sin oposición. Jane arremangó su vestido al pasar cerca de la siniestra mancha y caminó directo al primero de sus problemas. El príncipe.

Cuando oyó a los dos hombres mover aquel cuerpo inerte volteó a verlo, una arcada visceral y desagradable amenazó con obligarla a expulsar el desayuno pero se contuvo. Desvió la mirada con inquietud y retomó sus pasos.

Jamás olvidaría los ojos vacíos de Alexander aferrándose a una vida arrebatada con violencia y el abandono abrumador de toda esperanza.

Cuando llegó a la alcoba de Ezra, apenas tocó la puerta para anunciar su llegada. Se escabulló entre las grandes hojas de madera y se encontró al príncipe en un estado deplorable de su persona.

Sentado en un taburete, estático e inerte. Su rostro y ropas eran un lienzo salpicado en rojo por doquier y de sus manos caía alguna gota de sangre.

Jane se dirigió a la estancia contigua donde encontró la tina vacía, a un lado, un cuenco con agua y paños limpios. Tomó ambas cosas y volvió con el príncipe, quien permanecía inmóvil.

Se sentó frente a él en una silla de madera, buscó la mirada de Ezra en la inmensidad de su transe pero él solo estaba perdido, ausente en su propio cuerpo.

—Alteza, —pasó una mano frente a su rostro. Nada. —¿Es consciente de lo que acaba de suceder? Porque lo necesito íntegro al momento de enfrentar a la reina, no puede titubear o desmoronarse debido a la culpa.

Con algo de prisa sumergió uno de los paños en el agua y tomando una de las manos del príncipe comenzó a limpiarla, rápidamente la tela se tiñó de un carmesí turbulento. A medida que arrastraba la evidencia sanguinaria de sus crueles actos, humedecía el trapo para dejar en el agua toda prueba de lo sucedido.

El príncipe, pálido de piel y estático, escuchaba sin emitir un solo sonido todo lo que Jane tuviera para decir, porque después de todo, acababa de asesinar al Lord Comandante. Y sólo los dioses sabían que él mismo se castigaría a sí mismo por eso para siempre.

—No hablará con nadie excepto conmigo hasta que todo esté resuelto. Personalmente me encargaré de hacerle saber a la reina lo sucedido, aunque no le diga quién. Lo último que necesita este reino es que a usted lo cuelguen en la plaza por... Bueno, por lo que ha hecho.— Cuando terminó con las manos, hizo su mejor intento al limpiar el rostro salpicado.

The Five Kindoms [Sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora