capitulo 4

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Me levanté muy temprano, hice un poco de cinta en el gimnasio del hotel y antes de que Siyeon abandonara la cama ya estaba duchado y vestido con unos jeans y una camiseta negra.

―¿A dónde vas? ―me preguntó somnolienta.

―Me he despertado muerto de hambre. Te espero en el salón de desayuno, ¿de acuerdo?

Ella me dio un beso y volvió a acurrucarse entre las sábanas.

Mi idea era buscar a Yoongi. En algún momento de la brumosa conversación de anoche me había dicho que se levantaba tan pronto como yo. Cuando llegué al bufet lo encontré sentado a la mesa, ante un plato de huevos revueltos y tocino, un café y un jugo de naranja... Y con su esposa, acarameladamente sonriente a su lado.

Me pase la mano por mi cabello. Algo tan obvio no se me había pasado por la mente: que no estuviera solo. Había pensado que después de trasnochar, a ella le sucedería igual que a Siyeon, que le costaría trabajo salir de la cama.

Jinjoo ya me había visto y me saludaba con la mano, indicándome que allí había una silla para mí. Sentí cómo me ruborizaba. Jamás me había costado trabajo enfrentarme a un hombre, de hecho podía llegar a ser bastante buscapleitos, pero aquello era completamente diferente.

Miré a Yoongi. Llevaba el cabello mojado, como si acabara de salir de la ducha. La camisa azul de mangas cortas estaba abierta hasta la mitad del pecho. De nuevo llevaba bermudas y chanclas. Se le veía descansado, contento. Me dirigió una amplia e inocente sonrisa mientras mantenía un brazo sobre los hombros de su esposa.

―Yoongi me ha dicho que ayer tuvieron una noche genial―dijo Jinjoo cuando los saludé y me senté en la silla que me indicaba, junto a su marido.

Lo miré alarmado. ¿Había sido capaz de contárselo..?

―Al menos tuvo que serlo―añadió él―, porque con tanto alcohol no me acuerdo ni de la mitad. Esta mañana me he despertado sin saber por qué había una pala de pingpong sobre mi mesita de noche.

Ella rió y empezó a comentar el historial de borracheras alocadas de Yoongi. Pocas pero intensas. Sin embargo yo no la escuchaba. Lo miraba a él directamente. A los ojos. Aunque el marido de la mejor amiga de mi novia apenas reparaba en mí, atento a la narración de su chica.

―Voy por un poco más de tocino―comentó Yoongi, poniéndose de pie y yendo hacia el bufet. El salón estaba casi vació a aquella hora y me pareció que era la oportunidad de hablar con él.

―Te acompaño.

Yoongi asintió. Lo seguí hasta la mesa de los platos calientes. Tomó un par de piezas y yo hice lo mismo. Cuando se giró para volver a su sitio no tuvo más remedio que mirarme. Sus ojos eran inocentes. Me sonrió, pero yo no me aparté.

―¿Seguro que no te acuerdas de lo que sucedió anoche?

―Tú y yo nos hicimos una paja. ¿A eso te refieres?―dijo bajando la voz y con las pupilas clavadas en las mías.

Tragué saliva. La forma en que lo había dicho tenía algo muy sensual.

―Fue más que eso.

―No, no lo fue.

―Me hiciste una mamada.

―No recuerdo que te quejaras.

―No estuvo bien.

Yoongi miró hacia la mesa, pero su esposa estaba hablando por teléfono y no nos prestaba atención.

Se humedeció los labios y yo me descubrí siguiendo hipnotizado el recorrido de su lengua. La misma que la noche anterior me había matado de placer.

Él sonrió, se encogió de hombros e intentó quitarle importancia con un gesto de la mano.

―Estábamos cachondos, Jungkook. Dos hombres cachondos y cargados de alcohol. Nos hubiéramos follado una puerta. No tuvo nada de malo. Si Jinjoo hubiera estado allí..., Pero estábamos solos tú y yo, llenos de alcohol.

Miré a ambos lados por si alguien pudiera oírnos, pero no había moros en la costa. Aún así baje la voz.

―¿Tuve yo algo que ver? ¿Te comprometí de alguna manera? ¿Te di a entender que quería aquello? Necesito saberlo.

Él resopló.

―Apenas me acuerdo de lo que pasó, Jungkook. Estaba muy borracho. ¿Tú lo recuerdas?

«Segundo a segundo».

―Todo está borroso―me mentí a mí mismo.

―¿Ya ves? Apenas pasó nada. Dos borrachos que en vez de tirarnos a la piscina en bolas o ponernos a parar el tráfico, nos hicimos una paja. No le des más vueltas, Jungkook.

Asentí. Quizá tenía razón y yo lo estaba magnificando.

Siyeon acaba de entrar en la sala, preciosa con un vestido blanco, largo y suelto. La miré mientras me lanzaba un beso con la punta de los dedos e iba a sentarse junto a su amiga. Era la chica más bonita que había conocido. Estaba loco por ella y tenía muy claro que no iba a dejarla escapar y menos por una tontería como aquella.

―Tienes razón―accedí al fin, sonriendo de manera forzada―. Fue sólo una estupidez de borrachos.

Yoongi me puso una mano sobre el hombro y me dio un abrazo de amigo.

―Deja de darle vueltas al asunto, Jungkook y vamos a desayunar con nuestras chicas. Hoy toca día de compras y me temo que tendremos que cargar con las bolsas.

Me guiñó un ojo y sin más se alejó camino de la mesa. Lo seguí, intentando convencerme de que era así, que no había pasado nada de lo que debiera avergonzarme. Que mi virilidad no estaba comprometida y que aquello sólo había sido una anécdota de la que me reiría cuando pasara un tiempo.

Cuando llegamos a la mesa él besó a su mujer, que se encaramó cariñosa de su cuello, y yo hice los mismo con Siyeon, que a su vez puso una pierna sobre mi muslo y empezó a comer de mi plato.

―¿Están preparados para la mañana más aburrida de sus vidas?―nos amenazó Jinjoo a su marido y a mí.

Reímos y brindamos con las tazas de café.

Al parecer sólo había sido una mala borrachera.

Más tranquilo, al fin nos dispusimos a salir de compras, con al absoluta certeza de que las horas iban a ser muy, muy largas.















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