La barbacoa terminó tarde y no pude volver a hablar con Yoongi. Jinjoo apenas lo soltaba de la mano, temerosa de que se le perdiera otra vez. Había demasiada gente con la que cumplir y él parecía desenvolverse bien en aquel ambiente tan refinado.
Estaba anocheciendo cuando Siyeon me dijo que debíamos volver al hotel para cambiarnos.
―¿Ellos no vienen con nosotros?―le pregunté por Jinjoo y su marido.
―Vendrán más tarde, pero nosotros tenemos que regresar enseguida porque me toca a mí el discurso de clausura.
Había mucho tráfico, por lo que tardamos en llegar al hotel.
Insistí en darme una ducha, aunque Siyeon decía que no nos daría tiempo. Lo hice de todas formas porque necesitaba despejarme y sacar el rostro de Yoongi de mi cabeza.
Ella se había encargado de comprar mi ropa para aquel evento porque no se fiaba de mi gusto: un traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja. Reconozco que cuando me miré en el espejo me gustó. Parecía otro. Uno de esos tipos refinados que abundaban en la barbacoa.
Me dio un beso en los labios, me dijo que estaba tan guapo que me prohibía dejar que ninguna chica se me acercara esa noche y tomamos otro taxi para volver a la fiesta. Siyeon estaba preciosa, con un largo vestido negro que se ajustaba a su cuerpo deslumbrante como un guante. Mientras recorríamos las calles yo me preguntaba cómo podía estar yo tan enganchado con un hombre, teniendo a mi lado una mujer como aquella. Y la única respuesta que lograba alcanzar decía que el sexo con Yoongi era, simplemente, increíble.
Nuestra entrada causó sensación, el albañil y la prometedora doctora y Siyeon estuvo soberbia con un discurso sobre avances médicos y responsabilidad civil.
Yoongi y Jinjoo llegaron cuando Siyeon estaba en la parte final de su exposición. Él también iba trajeado. De color negro, corbata negra y camisa tan blanca como la mía. Pero en vez de llevar unos clásicos zapatos oscuros como yo se había puesto tenis blancos. Se ubicaron a mi lado, entre el público. La mejor amiga de mi novia estaba nerviosa por no haber podido estar allí desde el principio.
―¿Qué tal ha estado?―me preguntó.
―Fantástica.
Yoongi se inclinó para hablarme al oído en voz muy baja.
―Tú sí que estás fantástico. De hecho, estás para comerte.
Noté cómo me ruborizaba. Como una adolescente a la que suelta un piropo el capitán del equipo de rugbi. No me atreví a girarme para mirarlo a los ojos, porque sabía que si alguien nos veía podría leer lo que había entre ese hombre y yo.
El discurso de Siyeon aún duró un cuarto de hora más y no tardé en perder otra vez de vista a Yoongi y Jinjoo. Rodeado de gente amable a la que no conocía y que intentaban entablar conmigo conversaciones que no me interesaban, me sentía cansado y un poco desesperado. Siyeon era ahora el centro de atención y apenas podía acercarme a ella sin que alguien me la quitara para tratar "un asunto que no admitía demora".
Tampoco encontraba a Yoongi, a pesar de buscarlo por todas partes. Por mi cabeza pasó la idea de si no se habría largado a algún lugar discreto con alguno de aquellos tipos que tanto lo miraban. Pero me acordé de que él no era así. A lo largo de su vida sólo habían existido unos pocos hombres y las reglas decían que tenía que actuar de forma discreta, en una relación corta y sin enamorarse. Eso me tranquilizaba, porque en sus veintisiete años de edad su amante número cinco era yo.
Hacía calor. Había demasiada gente. Y yo me empezaba a desesperar.
En un momento dado alguien tiró del faldón de mi chaqueta para obligarme a volverme.
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Married 💍
RomanceUn código con tres reglas: discreción, una relación corta, y no enamorarse. ¿Podrá Yoongi seducir a Jungkook? ¿Podrá introducirlo en su juego, donde hombres casados disfrutan de sexo con otros hombres? ¿Podrá evitar enamorarse?