10

305 37 1
                                    

La mañana pasó. Dejamos atrás el mediodía sesteando al sol y acogimos la fresca caída de la tarde con la misma ilusión que desgana, porque pronto tendríamos que regresar a puerto.

Habíamos hecho el amor tres veces más. Despacio. Disfrutando de nuestros cuerpos. La primera fue dentro del mar mientras nos bañábamos desnudos una vez dejamos secar nuestra ropa al sol. La segunda tras el almuerzo, en el camarote, en las horas de más calor, mientras nos refrescábamos con el aire acondicionado. La tercera había sido en el puente, usando el timón como asidero para soportar los envistes del placer. Pero en ninguna de estas tres ocasiones Yoongi me había dejado que lo follara.

Le supliqué.

Medio en broma, intenté tomarlo desprevenido.

Incluso le ofrecí lo que quisiera a cambio de que me entregara su culo una vez más, pero fue tajante: sólo me lo daría al final del día y esa hora había llegado.

Yo estaba en la tumbona de popa. Tendido a todo lo largo. Desnudo. Observando cómo el viento arrastraba las nubes. Yoongi se había acercado a la proa para comprobar si nuestra ropa estaba ya seca. A pesar de que la sombra de la culpa seguía sin aparecer, me preguntaba qué sentimientos estaban naciendo en mi pecho por el marido de Jinjoo, el esposo de la mejor amiga de mi chica y qué sucedería cuando pasado mañana él volviera a Europa. ¿Fingiría que no había pasado nada? ¿Lo olvidaría hasta que regresara, si le era posible y fugazmente, dentro cuatro o cinco meses? ¿Viviría con anhelo, esperando únicamente su vuelta para disfrutar de aquel maravilloso sexo un par de días y de nuevo sumergirme en la sequía? O quizás... ¿O quizá me dedicaría a buscar otros culos, otros hombres con los que poder experimentar todo aquello?

Oí un ligero clic que me hizo volver la cabeza. Yoongi estaba allí, en cuclillas y me acababa de tomar una foto con el móvil.

―¿Y eso?―le pregunté, porque podía ser peligroso almacenar en el dispositivo una imagen mía desnudo.

―No te preocupes. Sé cómo encriptarla para que sólo yo pueda verla. Pero quiero recordarte exactamente así.

Sonreí. Me hubiera gustado tener una foto suya tal y como estaba, pero temía que Siyeon diera con ella. O que un compañero de trabajo la viera y tuviera que dar explicaciones de por qué llevaba la foto de un tipo en bolas en el celular.

―¿Ya tenemos que volver?

―¿Quieres?

―Por nada del mundo.

Se acercó hacia mí y enfocó el objetivo de la cámara muy cerca, usando el macro.

―¿Me estás sacando una foto de la polla?

Esbozó una sonrisa, pero siguió con su cometido.

―Esa ya la tengo. Te la tomé mientras estabas dormido. Quiero llevarme un detalle de ese tatuaje. Quizá me haga uno igual para pensar en ti.

Se refería al que llevaba en la ingle derecha. Era pequeño, apenas una pulgada y representaba el emblema de Superman. Yoongi lo había lamido varias veces aquellos días, por lo que ya sabía que le gustaba, también que le excitaba.

―Ven aquí―le dije abriendo ligeramente las piernas para que él se sentara―. Me debes algo.

Dejó el celular a un lado y vino hacia mí a gatas.

―Déjame hacer todo―me indicó―. Tú simplemente disfruta.

Asentí a la vez que tragaba saliva.

Pasó una mano por mi piel. Desde la pantorrilla hasta el hombro. Despacio. Con la presión justa para erizarme el vello. A pesar del cansancio mi polla reaccionó, cambiando de postura. Yoongi sonrió, satisfecho de lo fácilmente que podía controlar mi cuerpo, y se sentó sobre mis muslos. Sentí sus huevos rozando, compactos, mis piernas y la ligera humedad de su glande apoyado muy cerca de los míos. Se inclinó y me besó en medio del pecho. Jadeé y alargué una mano para traer su boca hacia mis labios.

Married 💍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora