La película casi está terminando, y mis párpados están sucumbiendo a la oscuridad del salón. El brillo de la pantalla casi que me quema, así que decido que es hora de poner rumbo a la cama, pero el sonido de las llaves en la cerradura de la puerta hace que me quede parado en medio del salón. La luz se enciende y deja ver a Sara.
-¡Sara! -salgo corriendo hacia ella, estrechándola entre mis brazos utilizando la fuerza justa para no ahogarla. Me separo de ella, aún manteniendo mis manos en sus brazos-. ¿Cómo estás? Estaba algo preocupado.
-Estoy bien, Martin. Estoy bien, de verdad.
-¿Has hablado con él?
-No, todavía no. No he hablado con nadie, la verdad- suelta su bolso encima del mueble que tenemos en el recibidor junto con las llaves-. Estoy agotada. Vaya viaje me ha dado un niño chico que había delante mía.
-Sara, yo sí he hablado con él- me mira, no sé si sorprendida o intrigada, pero no dice nada. Retoma sus movimientos sacando el móvil de su bolsillo-. ¿No me vas a preguntar cómo está él?
-¿Has cenado? He pasado por el Burguer y te he traído una hamburguesa.
-Sí, ya he cenado- estoy descolocado. Estoy alucinando por el comportamiento de mi compañera. Me evita la mirada. No me mira. Hace muchos movimientos desatinados. Podría decir que está nerviosa. Conozco lo suficientemente a Sara para saber que está esquivando el tema a toda costa, pero no voy a dejar que esto suceda, porque sus ojos no tienen ese brillo que suele tener-. Sara. ¡Sara! Por favor. Hablemos. Te va a venir genial.
-¿Cómo está?
-Hecho un trapo. He estado con él toda la tarde porque me llamó con un ataque de ansiedad.
-¿Pero no se fue a Zaragoza?
-No, está en la pensión de la esquina. ¿Por qué no te acercas a hablar con él?
-Cualquiera diría que te estás preocupando por él. Llevas dos años poniendo mala cara cada vez que te hablaba de él o venía, y ahora que se ha quedado soltero bien que lo estás buscando.
Una puñalada en el estómago me hubiese dolido menos que la acusación que me acaba de hacer. ¿De verdad pensaba que me gustaba Juanjo? ¿Que estaba esperando a que lo dejaran para tirarle los tejos?
-¿Estás insinuando qu-
-Estoy insinuando lo que has entendido. Cualquiera podría enamorarse de él, Martin. Solo hay que verlo. Es uno de los mejores chicos que existen y-
-Puede ser el mejor, Sara, pero jamás te haría eso. Solo estoy diciendo que hables con él, que lo escuches. Te va a venir bien, le va a venir bien.
-Venga, que sí, Martin. Que sí. Me conozco este juego. Pero, ¿sabes qué? Me da igual. Solo he venido a recoger mis cosas. He encontrado trabajo en Toledo. Me voy.
-¿Qué? Sara, estoy flipando, de verdad te lo digo. No doy crédito a ni una palabra tuya... - no consigo esconder el tono de sorpresa y de decepción que sale de mi boca. Puedo notar una lágrima recorriendo mi mejilla.
Sara no dice nada. Va hacia su cuarto y se encierra en este. Yo sigo estático en la entrada del piso. Esto no puede estar pasando. Me dejo caer en la cómoda, repasando qué he hecho mal. Que gesto ha podido sentar mal o qué ha podido malinterpretar.
Me llevo la mano al corazón, intentando que me duela menos, cosa que no hace nada de efecto. Cojo mis llaves y salgo del edificio. Necesito aire.
No me he dado cuenta de hasta dónde he caminado, y es solo cuando escucho la voz de Ruslana al otro lado del telefonillo cuando me percato del recorrido que he hecho.
-Ruslana, soy yo, Martin.
La puerta se abre y subo las escaleras hasta llegar al segundo piso de dos en dos. Ruslana me espera en la puerta, con la expresión de no estar entendiendo nada. Por sus pintas, debía estar acostada. Me tiro encima de ella y rompo a llorar. ¿O ya estaba llorando? Supongo que ya estaba llorando, porque en un solo minuto, he empapado el hombro de la ucraniana.
-Ay, mi amor... ¿qué ha pasado?
-Sara. Ha venido.
Le cuento el transcurso del día sin saltarme ningún detalle, y haciendo hincapié en que no contase nada de Juanjo. Omar está sentado en el sillón, escuchando atentamente, con una mano en mi hombro.
Las palabras de Sara habían hecho mella en mi cabeza, y se repetían constantemente. La poca comida que tengo en el estómago me hace levantarme del sofá y dirigirme al baño para vomitar, y el problema es que no tengo casi nada en mi cuerpo para vomitar, solo el tazón de cereales que almorcé, por lo que pronto empiezo a notar el sabor amargo en mi boca de la bilis. Rus sigue a mi laddo, acariciándome la espalda con cariño y aguantándome la frente.
-La verdad es que esperaba aguantarte la frente por primera vez en una borrachera, no en una decepción.
Abro los ojos. Me duele todo el cuerpo. La espalda y los riñones parecen que en cualquier momento se me van a romper. El sofá de Ruslana no es que sea incómodo, pero sí que no he dormido en toda la noche y no he parado de dar vueltas.
Camino hasta mi piso, con pesadez. No quiero llegar. No quiero encontrarme con Sara. No quiero que me acuse de intentar algo con Juanjo. La cabeza me va a estallar, y lo peor es que no sé si tengo ibuprofeno en el piso. Me dirijo a la farmacia para comprar una caja. Sinceramente no creo que me haga falta comprarlo porque en algún cajón, bolso o mueble tengo que tener la friolera cantidad de cuarenta y cinco tabletas de esta pastilla. Quizás solo esté retrasando la hora de llegar.
Entro con cautela. Todo está apagado. Antes de correr el riesgo de encontrarme a mi compañera de piso, me adentro en mi cuarto, apoyando mi espalda en la puerta como si me estuviese escondiendo de un asesino. Suelto un suspiro que hace que me quede seco de aire. Podría haber llenado un colchón hinchable con ese aire. Miro mi cama deshecha, que tiene una hoja encima. La cojo con miedo. Como si fuese a romperse.
'Para Martin.
Quizás te preguntes el por qué de haberte tratado así. Lo siento. Sabes que jamás pensaría nada mala respecto a ti. Me has ayudado como nadie lo ha hecho. Me has acompañado en las risas, limpiado lágrimas y calmado rabietas. Nunca podré encontrar un compañero de piso igual que tú.
Perdón por haberte acusado de ... bueno, ya sabes de lo que te he acusado. Quizás es porque me ha dolido que Juanjo haya sido capaz de abrirse contigo como no lo ha hecho conmigo. Tampoco podría culparte si te gusta Juanjo. Joder, solo hay que verle.
Si he "discutido" así contigo es porque me resultaba más fácil recoger mis cosas y no llorar. Sabes lo mucho que te quiero.
Claro que he hablado con Juanjo. Antes de estar en el piso. Ya soy consciente de todo. Quizás me escuece un poco más la ruptura porque no lo puedo culpar, eso no se elige, ¿no? Es un chico maravilloso, Martin. Por eso no puedes dejar que se vaya de tu vida. Mantenlo cerca, me lo agradecerás. Por ello puede que en dos días venga él a hacer la mudanza y quedarse con mi habitación. Espero que no te moleste.
Te dejo aquí el regalo que te dije el otro día y que he visto que no cogiste.
Nos vemos pronto, Martin.
Te quiero.
PD: tampoco podría culpar a Juanjo si le gustases. Eres la persona con más luz de este planeta. Valórate."
La carta cae de mis manos al suelo. Esto no puede estar pasando, parece una película. Me lleva doliendo el pecho dos días. Voy hacia la cocina y rebusco entre los cajones la pastilla que me recetó el psicólogo para casos así. Necesito evadirme un poco de estos embrollos. Me vuelvo a dirigir a la habitación y veo una cajita con un lazo. La abro con la misma delicadeza que cuando alguien coge a un bebé por primera vez. Dentro hay un colgante con forma de una ola. Es de plata, y precioso. Sara sabe lo mucho que me gusta y me reconforta el mar. Cojo el móvil y le escribo a Ruslana.
'rus, toma el número de juanjo
háblale y le das la copia de la llave de mi piso, vale?
me voy unos días a Getxo, lo necesito"
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Pídemelo.
FanfictionMartin y Sara viven juntos desde hace tres años. Sara tiene novio desde hace dos años, pero a Martin no le termina de gustar para su amiga. Juanjo tampoco pone mucho de su parte para caerle bien al compañero de piso de su novia. ¿Conseguirán resolve...