catorce.

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-¿Quieres?

-Quiero.

Le doy un beso corto y vuelvo a girarme para seguir con la tarea de fregar el vaso que había dejado a medias.

-Oye... -su tono acusatorio hace que suelte una pequeña risa mientras enjuago el fregadero y recojo el agua que había salpicado con una bayeta-. Eso no se hace...

-Me da que vas a tener que esperar hasta mañana para verme- en su cara se puede distinguir un puchero con muchos parpadeos-. No pongas esa cara. Ya sabes lo que hablamos.

-Martin... dijimos de pasarlo bien. Y podemos pasarlo muy bien, ¿no crees?- sube y baja las cejas insinuándose con una sonrisa pícara. Me intento escapar de su agarre, cosa que me resulta mucho más complicada de lo que parece.

-Juanjo, prefiero no jugar con fuego, porque llegado a un punto no crea que pueda parar. Y créeme, no quiero quemarme.

-¿Y si yo quiero que te quemes?

El rubor comienza a subir por mis mejillas. Tan solo de imaginarme a Juanjo sudado mientras gime mi nombre, hace que la tensión generada por la propuesta vaya directa a mi miembro.

Consigo salir del agarre de Juanjo mientras escucho sus quejas retumbando por el pasillo. Claro está que no se ha quedado en la cocina y viene detrás cual perrito faldero. No es que no quiera hacer nada con él. Es que es pronto. Pronto para él y para mí. Tengo demasiadas cosas que gestionar.

-¿Me vas a ignorar?

-No te estoy ignorando. Ya te he dado mi respuesta. No creo que esté preparado.

-¿Eso lo dices tú? ¿Qué vas a saber tú si estoy preparado o no?- el maño da un paso hacia atrás

-Venga, va, Juanjo. No te lo tomes así. Solo pienso qu-

-Da igual, Martin. Tal vez, en lugar de pensar tanto, deberías preguntar.

Entra en su cuarto, dejándome en la puerta como un pivote. Estático. Sin lograr moverme del sitio.

Es al cabo de casi dos minutos cuando logro entrar en mi dormitorio y sentarme en la cama. Me miro frente al espejo que tengo enfrente. La palabra inútil me la puedo leer en la frente. Parece que busco los problemas con Juanjo queriendo, pero de verdad que no.

Escucho la puerta cerrarse de un portazo y el alma me llega a los pies. No me gusta hacer enfadar o sentir mal a la gente, y últimamente es lo que sé hacer. Busco entre las sábanas mi móvil y busco el número de Ruslana. No obtengo respuesta, por lo que opto por jugar al bingo y plantarme en su piso sin saber si estará allí.

Pulso el telefonillo, e inmediatamente, la voz de la pelirroja sale por el altavoz.

-¿Quién es?

-Martin en apuros- el sonido de la puerta indica que está abierta, y pongo rumbo al segundo piso del edificio. Está en la puerta en pijama. Su cara es un poema. Me da dos besos y me indica que entre-. Te he llamado, pero no contestabas. No sabía si estarías o si estarías dormida o si estarías con... ¿Chiara? ¿Cómo tú por aquí?

-Eh... Hola. He venido a traerle a Rus su bolso... que... El otro día en la fiesta... Que nos confundimos de bolso y he venido a traérselo.

-Sí, por eso estás en pijama. Espera. ¡VENGA YA! ¡¿Os habéis liado?! ¡ALA QUE GUAY!

-Esto está siendo un poco incómodo. Podríamos dejarlo par-

-¿Y Omar?- interrumpo a Chiara mientras poso mi mano en su rodilla. Hacía tiempo que no era participe de un culebrón como el que me están dando la menorquina y la pelirroja.

Pídemelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora