veintidós

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'Te veo en la puerta del teatro a las nueve'

Cada minuto que pasa para que termine el ensayo me pone más nervioso. Noto que mientras menos minutos quedan para finalizar, más me sudan las manos y más me tiembla la voz.

Los pasos ya están descoordinados y estoy empezando a desafinar. Creo que es la primera vez que me salen tantos gallos.

-Che, boludo. ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

-Sí, sí. Perdón. Es solo que llevo varios días sin dormir bien- y no era mentira. Llevaba dos noches durmiendo en el sofá de Ruslana, cosa que me había ofrecido ella al ver las ojeras que protagonizaban mi cara.

-¿Te puedo ayudar en algo, loqui?- niego despacio esbozando una sonrisa sincera. Lucas se ha convertido en dos meses en alguien muy especial. Siempre ha estado al pie de cañón y nunca jamás lo he visto hacer algún gesto de desaprobación. Al revés.

-Lo sé, Lucas, lo sé. Gracias. ¿Te importa si termino ya? Me quedan solo unos tres minutos para terminar y la verdad es que tengo la cabeza un poco embotada.

Me ducho lo más rápido que puedo en el vestuario. No quiero estar hecho un desastre. Cuando salgo por la puerta, Sara me espera con una carpeta bajo el brazo.

Me da un corto abrazo y un beso sonoro en la mejilla. No paro de sentirme culpable por no ser capaz de pasar tiempo con ella en estos días. Es ella la que me guía mientras me cuenta que no para de imprimir currículums y entregarlos en todas las tiendas que ve. Hasta en una herboristería.

Nos sentamos en el bar en el que siempre solíamos quedar después de que ella saliese de trabajar para tomarnos algo y ponernos al día antes de encerrarnos en el piso. Así conseguíamos despejarnos un poco.

-Y con Juanjo... ¿Qué tal?- la pregunta es más seca de lo que tenía planeado en la mente.

-Pues bien, la verdad. Creía que podía ser algo incómodo para ambos, pero nada más lejos de la realidad. El otro día estuve hablando con él- finjo que no lo sé y abro la boca buscando aparentar sorpresa, insistiendo en que me contara más. Llevamos tres cervezas y no sé si de aquí puede salir algo bueno-. Verás... Le dije que yo aún lo seguía queriendo, que estaba dispuesta a empezar de nuevo. Retomarlo todo donde lo dejamos.

-¿Y qué te dijo?

-Pues me dijo que estaba muy liado, que no sabía que sentir... Me dijo que sí que se le había removido toda nuestra historia cuando me vio... ¿Tú qué piensas?

-¿Yo? -Sara asiente mientras. Claramente he hecho la pregunta para buscar algo más de tiempo para pensar lo que decir-. No sé, Sara. ¿Tú crees que es buena idea?

-No lo sé- juega con el botellín que sostiene entre las manos quitándole la pegatina-. ¿Tú sabes si ha tenido algo con alguien en este tiempo?

-Sara... -trago saliva. O una piedra. No sé lo que es, pero me ha dolido tragar.

-Entiendo si no me lo quieres decir.

-¿Tú le has preguntado? Creo que es algo que te tendría que contar él. A mí no me corresponde.

No sé dónde meterme. No sé qué contestar. No sé cómo mirarla. ¿Soy el peor amigo del mundo? Si no lo soy, me siento así.

-Ven. Vamos a hablar con Juanjo- me levanto de la silla buscando la mano de Sara poniendo dirección al piso. No hablamos por el camino, tampoco hace falta. Mis pasos apresurados son seguidos por Sara, casi corriendo. 

No puedo seguir cargando con la culpa que me come cada vez que la miro a los ojos. Ella se merece saberlo, y si Juanjo no se lo va a contar, se lo contaré yo. Pero creo que deberíamos estar los dos delante.

Cuando abro la puerta el maño se encuentra dejado caer en la encimera de la cocina con un bocadillo entre las manos. Me gustaría decir que está tan guapo como siempre, pero no es verdad.

En su cara también hay dos ojeras que le llegan a los pies, y está despeinado. Y eso es raro hablando de Juanjo. Ya sabemos que en su mano derecha tiene un cepillo del pelo adherido.

-Hola.

-Vamos a sentarnos- el estar borde no es un mecanismo de defensa. Son los nervios que se apoderan de mí y hace que todo lo que suelte por mi boca suene cortante. No es mi intención.

Sara ya está sentada en el sofá mirándonos a los dos. No decimos nada ninguno de los dos, pero sé que Sara ya se puede estar haciendo una idea de lo que pasa. Y es en el momento en el que abre la boca cuando confirmo mis sospechas.

-¿Desde cuándo?

-Un mes o algo así después de que te fueras- Juanjo juega con sus manos entre las piernas. No mira a nadie. Tiene la cabeza agachada mirándose los pies. No creí que fuese él el que lo dijera.

-Queríamos hablar contigo y al final nos ha explotado en la cara- no dice nada. Nos mira a los dos como si fuese un partido de tenis-. Sara, de verdad. No queríamos ni hacerte daño, ni que te enteraras así.

-Hemos estado apunto de llamarte muchas veces para hablar contigo. Pero nunca fuimos lo suficientemente valientes. No queríamos que te enteraras así.

-No os culpo. Os lo dije en su día- lanza un suspiro y relaja los hombros mientras da un pestañeo que dura unos tres segundos.

-Igualmente hemos sido unos cobardes. Yo sobre todo. Martin me decía muchas veces que teníamos que hablar contigo- es la primera vez que Juanjo levanta la vista. Tiene algunas lágrimas recorriéndole la mejilla-. No queríamos hacerte daño.

-Juanjo, cariño... no lo habéis hecho. Os creéis que soy tonta, pero disimuláis fatal. Martin, para ser actor, esta representación se te ha dado de pena. ¿De verdad que creías que no me iba a dar cuenta de por qué no dormías aquí? -Juanjo y yo nos miramos sin entender nada. Pero ya no hay la preocupación que teníamos hace un minuto–. Como no me lo contáis he tenido que actuar. Antes que compañera de piso y de exnovia, soy amiga. Os he querido con locura, y os quiero. Y lo que quiero sobre todo es que seáis felices. Sé que estáis juntos y que estáis bien- da una palmada-. Y así tenéis que seguir, chicos. 

Me levanto para darle un abrazo mientras las lágrimas no dejan de brotar. Noto a Juanjo que se tira encima mía haciendo que Sara quede tumbada en el sofá con nosotros encima.

Cuando nos separamos, nos volvemos a sentar ya algo más juntos.

-Con lo mal que os caíais- suelta una pequeña risa dando una palmada.

-Y me cae, no te creas que eso ha cambiado mucho- Juanjo me lanza un cojín, que atrapo al vuelo y lanzo a Sara. Y nos vemos enfrascados en una batalla de cojines. Como las que hacíamos mi compañera de piso y yo cuando terminábamos una película.

Le contamos a Sara cómo empezó todo. Primero la preocupación de saber que ambos estábamos bien, integrarlo con las chicas, llevarlo a fiestas...

Cuando son las dos de la mañana, Sara decide irse a dormir dejándonos a los dos en el salón.

-Juanjo- levanta la vista del móvil dejando a su vez las historias de Instagram pasar sin echarle ni un ápice de cuenta-. ¿Cómo estás?

-Bien. Muy bien.

-¿Qué piensas de...?

-Nada. Ya nada. Sara me removió recuerdos. Tú me remueves entero, Martin- su mano se mueve hasta mi mejilla y allí dejo descansar mi cara. Dejándome mecer y acariciar. Sus labios acarician los míos despacio, con suavidad. Como si fueran a romperse en cualquier momento- ¿Vienes a dormir conmigo? Te he echado de menos.

Me levanto del sofá tendiéndole la mano para que me la coja y me siga. En menos de treinta segundos estamos metidos en la cama, con su brazo rodeando mi cintura y mi cabeza en su pecho.

Nunca me ha gustado tanto una nana como escuchar el latido de su corazón. Y así, escuchándolo, es como me duermo. Con su corazón y sus caricias en mi brazo.

Decir que no lo había echado de menos era una mentira como un castillo. Lo había echado de menos cada segundo que solíamos compartir. Cada vez que comía, que me sentaba en el sofá, que me tendía en la cama, que iba a casa de Ruslana...

En casi cuatro meses me he acostumbrado a que todas mis acciones vayan de la mano de Juanjo. Y en cuatro meses he sentido mi corazón más vivo que nunca.

Pídemelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora