-¿Martin?- la voz de Juanjo irrumpe en un susurro a las tres de la mañana en mi dormitorio. No puedo decir que me haya despertado porque no he conseguido pegar ojo-. ¿Martin? ¿Estás despierto?
-¿Juanjo? ¿Qué pasa?- me incorporo quedándome sentado sobre el colchón, sacando las manos de debajo de la manta.
-No puedo dormir sabiendo... ya sabes- toma asiento en los pies de la cama. Dándome la espalda, sin poder o sin querer mirarme a los ojos-. No sé qué hacer. No sé qué estoy sintiendo ahora mismo. El ver a Sara, pasar una tarde con ella... Me ha hecho recordar todo lo que he vivido con ella y...
Las palabras de Juanjo resuenan en mi cabeza a toda velocidad. Se repiten una y otra vez. Dichas de todas las maneras posibles y todas duelen prácticamente igual.
-Entonces... ¿se acabó?- hacer la pregunta provoca mucho más dolor que solo pensarla. El hecho de verbalizarla me ha hecho escuchar como mi corazón está a punto del infarto solo de pensar que la respuesta sea afirmativa.
-Digamos que... un tiempo- los ojos de Juanjo por primera vez me miran directamente, y ahora hubiese preferido que no me mirase. Puedo ver en su mirada la incertidumbre y la batalla interior de no saber lo que siente-. Prometo serte sincero en todo momento. Y te juro, que en cuanto tome una decisión, tú serás el primero en saberla.
Se levanta de la cama despacio para dejarme un beso en la frente que prolonga lo máximo posible, hasta que rompe el contacto para apagar la luz y salir por la puerta del dormitorio, no sin antes mirarme desde la puerta con los ojos apagados.
Decir que había dormido era probablemente la mentira que más me había costado contar a mis mejores amigas.
Había salido del piso mucho más temprano de lo normal para no encontrarme con ninguno de los dos. No tenía nada en el estómago y los bares de la zona aún permanecían cerrados. Es cierto que apenas los primeros rayos de sol comenzaban a aparecer entre los edificios de la ciudad.
Sostengo el móvil con la mochila haciendo posible la estabilidad de este mientras intento enfocarme lo mejor posible. No sé en qué momento me había dado por coger la guitarra, pero lo agradezco, porque ahora lo único que me apetece es tocar acordes sueltos y cantar algo.
Le doy al botón de iniciar el vídeo para empezar a tocar una de mis canciones favoritas, Taking pictures of you.
'You were running away, and you asked me for a place to stay'.
La frase. Es la maldita frase la que me hace querer arrancarme la garganta para evitar el nudo que se me ha formado en ella. Pero no me permito llorar. Porque me niego a que en tan poco tiempo Juanjo haya calado tanto en mí.
A lo mejor había calado en mí desde mucho antes de llevarnos bien. Tal vez me había enamorado de cómo quería a Sara y siempre deseé que alguien me quisiera así. Quizás me había enamorado del brillo de los ojos de mi compañera de piso cada vez que lo miraba y anhelaba que alguien me hiciera brillar de esa manera.
El camino hacia el teatro es pesado. Me pesa el alma. Nunca antes me había quedado toda la noche en vela para algo que no fuese estudiar o haber salido de fiesta. Jamás por un mal de amores. Diego nunca me hizo tener que sentir mal de amores. Diego nunca me ha despertado todos los sentidos con tan solo una mirada como lo hace Juanjo.
Llegué al musical mucho antes que nadie, y también me fui el último, posponiendo así la hora de llegar al piso. Me sentía verdaderamente mal por no querer pasar tiempo allí en común con Sara. Ella no tenía culpa de nada.
Es por eso por lo que también tardo en abrir la puerta.
Pero mis esfuerzos por que no hubiese nadie en casa, son en vano. Sara absorbe un espagueti mientras Juanjo ríe y le limpia la boca con una servilleta.
-¡Martin! ¡He hecho pasta para los tres! ¿Comes con nosotros?- Juanjo me mira con timidez, sin levantar la cabeza. Solo alza un poco los ojos. Sara me muestra una de sus mayores sonrisas. No me extraña. Se está llevando el trofeo más grande que en su vida podría alcanzar.
-Mm... No, gracias, Sara. Me voy a duchar y voy a dormir. No he pasado buena noche y me duele la cabeza. Pero muchas gracias, de verdad. Si me guardas un plato me lo como en la cena.
–Yo... yo voy a irme a trabajar ya. Tengo una reunión- el maño se pone de pie para coger la mochila que tenía depositada en una de las sillas y sale por la puerta de casa con un solo movimiento de manos diciendo adiós.
-Tenía entendido que os llevabais bien ya- Sara baja los hombros en señal de derrota. Se ve que en su tiempo, toda la situación de nuestros rifi-rafes, le ha pasado factura.
-Sí. Digo no. Sí. Nos llevamos bien, pero alguna pelea tenemos y el otro día discutimos un poco. Pero no tiene importancia- le muestro una sonrisa cansada-. Me voy a descansar un poco.
-¿Podríamos hablar después?
-Claro. Por supuesto- camino por el pasillo sin ser capaz de mirarla por mucho tiempo a los ojos. Camino a paso ligero para desaparecer en mi habitación.
Me entierro en el nórdico, sin dejar de ver un ápice de mi cuerpo. Y dejo que el nudo en mi garganta por fin se suelte. No lloro por Juanjo. Lloro porque nunca antes había sido incapaz de mirar a los ojos. Y que la primera vez que me haya pasado haya sido con Sara me duele a unos niveles extremos.
Siento como si la estuviese traicionando por sentir. Por desear con todas mis fuerzas que Juanjo no quiera nada con ella. Por querer que mi amiga no sea correspondida.
Pierdo la noción del tiempo. No sé a qué hora me quede dormido. Tampoco sé la hora que es.
Decido vivir en la ignorancia e ir a por un vaso de agua para proseguir con la siesta. Pero con lo que no contaba era con la presencia de Juanjo en la cocina frente al ordenador tecleando a la velocidad. Podría decir que está apunto de hacerle un boquete a las teclas por la fuerza que está empleando.
-Hola.
-Martin- pega un pequeño respingo cuando la palabra sale de mi boca-. Joder. Que susto. Hola.
Me duele notar que no me mira igual. O, mejor dicho, que apenas me sostiene la mirada para volver a dirigir la vista a su ordenador.
-¿Cómo estás?- le sigue el sonido de las letras. Sobre todo el espacio. El espacio es el que más suena. Justo el día que ha decidido poner algo de distancia entre nosotros.
-Podría estar mejor. ¿Tú?
-En la mierda- desiste de su trabajo y cierra el portátil, ahora sí, mirándome. Me siento en el otro lateral de la mesa, instando a que siga hablando-. Me siento...
-¿Entre la espada y la pared?
-No. No sé explicarlo. Es... Joder, Martin. No sé qué hacer. Haga lo que haga, alguien va a salir dañado y el primero voy a ser yo. No os quiero perder a ninguno.
-Juanjo, por una vez, mira por ti. No pienses en nadie más. Nadie es imprescindible- trago saliva intentando solventar el nudo que se me ha vuelto a formar. Claro que nadie es imprescindible, pero no sé si me gusta la idea de tener una vida en la que Juanjo no forme parte. Puedo, pero no quiero-. Creo que me voy a volver a dormir. Hasta mañana.
Rozo suavemente mi mano en su hombro. Es un roce involuntario, casi imperceptible. Pero lo suficientemente estremecedor.
Y me duermo. Duermo con la mano que ha rozado a Juanjo escondida en mi cuello. Por si alguien pudiese tocarme la mano y quitar las cosquillas que me ha provocado.
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Es cortísimo, lo sé. El viernes noche me iba a dedicar a escribir, pero tengo la mecha muy corta y en cuanto me dijeron de salir, tiré para la calle. Y como era de esperar, el sábado también. Ya os podéis hacer una idea de cómo estaba ayer.
Es un capítulo corto y estoy muy decepcionada conmigo misma, pero es el ratito que he podido sacar ahora.
¿Cómo lleváis el parón de Juanjo y Martin? Yo mal. Bastante, de hecho.
¡Muchos bezzzzzos!
A.
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Pídemelo.
FanfictionMartin y Sara viven juntos desde hace tres años. Sara tiene novio desde hace dos años, pero a Martin no le termina de gustar para su amiga. Juanjo tampoco pone mucho de su parte para caerle bien al compañero de piso de su novia. ¿Conseguirán resolve...