Bajo la pantalla del ordenador cuando escucho el sonido de la puerta cerrarse y las llaves caer al suelo. Apoyo mis brazos en la mesa mientras dejo mi mejilla caer en la mano derecha. Es bastante tarde. Lo sé porque me puse a escribir sobre las doce de la noche, y puedo llevar más o menos treinta páginas. Sí, se me ha ocurrido escribir un libro.
Juanjo hace una entrada triunfal tropezándose con el marco de la puerta del salón, pero consigue no caerse. Tenía cena con varios amigos del trabajo y por lo que se ve, ha sido más bebida que comida.
-Essss... Estoy perfeccctamente- alarga varias consonantes. Los ojos le brillan y los tiene más pequeños que de costumbre. No puedo evitar una pequeña risa viendo el estado en el que Juanjo se encuentra. Me parece una estampa de lo más cómica-. SSSi lo llego a... joder, cómo es... Si lo llego a saber, te hubiese regicodo- ahora es él el que se ríe, pero no tardo en acompañarlo al escuchar el lío que se ha hecho con su propia lengua-. Recogido. Te hubiese recogido.
-Sí. Por lo que se ve, te lo has pasado en grande.
-Pero no he... no he bebido apenas, que lo sepas. Ssssssolo han sido tres cervezas- está señalando cinco con los dedos de la mano-, siete botellas de... ¿Cómo se llama el vino ese que se parece el nombre a un pueblo de Italia? ¡Beronia! Sí, eso es. Beronia. Siete botellas y creo que dos copas y ¿siete chupitos? Sí, hemos pagado una ronda cada uno.
-¿Siete botellas de vino para siete personas? ¿Una botella de vino por persona?- la mandíbula me llega al suelo. No porque haya bebido demasiado. Sino por el aguante que tiene. Yo con dos copas y dos chupitos estoy para acostarme.
-¡Que va! Vino solo hemos bebido cinco- muestra un sonrisa victorioso mientras hace señas con las manos como diciendo 'quién pueda, que compita'. Eso hace que no coordine bien los movimientos y vuelva a perder el equilibrio-. ¿Qué haces despierto? ¿Esperarme, eh, pichón?
-Pichón... - intento mantener la temperatura y no reírme, pero estamos hablando de Juanjo mareado. Si es un personaje cuando solo se mete en el cuerpo una botella de agua... -. Estaba con el ordenador y la verdad que he perdido la noción del tiempo. Iba a costarme ya, pero he escuchado como subían las escaleras a gatas y no me podía perder ese momentazo.
-Eh, sólo ha sido el último tramo de escaleras. ¿Cómo me has escuchado?
-No lo he hecho, pero me lo acabas de reconocer. Anda, tira para la cama ya.
Juanjo se da la vuelta intentando andar con dignidad. Toda la dignidad que le permite el irse chocando con las paredes del pasillo. Lo veo desaparecer en su habitación. Paso por la cocina para cogerle un ibuprofeno y un vaso de agua.
Cuando llego a su cuarto, está teniendo problemas con los cordones. Me agacho para ayudarlo, porque, por tonto que parezca, va ganando los cordones. Le dejo en la mesita de noche la pastilla, que no tarda en coger y tomársela sin agua.
-¿Pero cómo puedes ser tan burro, chaval?
-Demasiado líquido- se tumba en la cama, y no me da tiempo a apagar la luz cuando lo veo profundamente dormido.
Son las cinco y cuarenta y siete de la mañana.
Me hago un colacao cuando consigo reunir todas las fuerzas para levantarme de la cama y dirigirme a la cocina. Podría beberme tres litros de leche con colacao en los desayunos, pero entonces me saldría más rentable comprarme un campo, una vaca, allimentarla y criarla y ordenañarla yo solo. Oye pues ahora que lo estoy pensando, que guay, ¿eh?
Juanjo me saca de mis pensamientos apareciendo en la terraza sentándose a mi lado. Tiene un vaso de agua en la mano y un paracetamol. Alguien tiene resaca y no voy a decir que no me sorprenda. Lleva puestas las gafas de sol y una gorra. Alguien no tiene ganas ni de mirarse, y vuelvo a afirmar que no me sorprende en absoluto.
-Ayer me pasé tres pueblo bebiendo.
-¿Sí? ¿Tú crees?
No voy a negar que me hace demasiado gracia que nunca pille mis ironías o indirectas. Me mira supongo que con los ojos abiertos, porque las cejas han hecho una aparición estelar por encima de los cristales de las gafas.
-No te haces una idea, Martin...
-Juanjo, estuvimos hablando cuando llegaste. También casi te cargas el marco de la puerta y las dos mesas que hay en el salón. Llevo aquí tres años y tú una semana y ya han estado a punto de quitarnos la fianza por tu borrachera de ayer- suelto una carcajada y le doy un simple y débil tortazo en la pierna que tengo más cerca. Su cara vuelve a ser de sorpresa. Supongo que no recordará nada de anoche.
-Espero no haberla formado mucho. Perdón por despertarte. ¿Era muy tarde?
-No te preocupes, estaba escribiendo. Serían las cinco o cosa así. Y tampoco la liaste mucho. Solo me hiciste el recuento total de lo que habías bebido. Te ayude a quitarte los zapatos y ya está.
-Qué vergüenza.
-¿Eres tonto? Pero si me lo pasé genial viéndote.
-Oh, que mono- estira uno de sus brazos para acariciarme la mejilla. No me aparto. Soy incapaz. Parece que el simple contacto ha servido como cargador, porque ahora mismo tengo más batería que mi móvil. La corriente de electricidad se detiene cuando retira el contacto, pero es solo por dos segundos. Tiempo que tarda en colocar la mano en mi muslo.
Si hay algo que me ha llamado siempre la atención de Juanjo, y nunca lo he admitido porque siempre orgulloso nunca inorgulloso, han sido las manos. Son mucho más grandes que las mías, pero su contacto suave y sus uñas mordidas, siempre han captado todo mi interés. Comienzo a jugar con ellas, acariciándose suavemente sin mirarlas mucho. Mantengo los ojos cerrados mientras un rayo de sol me da de lleno en la cara.
¿Sabéis el hormigueo que entra por todo el cuerpo cuando te asomas a un acantilado? ¿O a la terraza de un piso de veinte plantas? Es una mezcla de miedo y adrenalina. Pues eso tengo ahora mismo en el estómago. Es Juanjo quien se ha encargado de entrelazar las manos y llevársela a los labios y dejar un tierno beso en ellas.
-¿Vendrás mañana al teatro? Nunca me has visto actuar.
-Tengo entradas para primera fila y pase vip. Cómo tu no me la dabas, Chiara nos ha dado una a mí y otra a Rus. Así que voy a poder ver cómo vas a bailar para el teatro entero.
-Después hay una fiesta en casa de Paul, vendrás, ¿no?
-Tengo ya la invitación en el móvil- me levanto del sillón entrando en la cocina a soltar el vaso y fregarlo, hasta que noto como sus brazos me rodean la cintura. Y claro, estamos hablando de los fuertes brazos de Juanjo rodeándome mientras sus dedos me dejas suaves caricias en el abdomen. He perdido la batalla de hoy. Dejo el vaso en el fregadero y me doy la vuelta para estar cara a cara (o cara a cuello, cómo veáis más apropiado). Subo mis manos hasta su nuca, tocando parte de su pelo.
-Qué te parece si... Si antes de la actuación de mañana... me hicieras un baile privado- esbozo una sonrisa que no logro ocultar. Juanjo dos, Martin cero. Las pausas que ha hecho probablemente han sido las pausas que más he disfrutado-. Sólo para mí. Tú bailándome, y yo mirándote.
-¿Quieres?
-Quiero.
···························
Hoooola! Y PERDÓNNN!
Que poca vergüenza la mía. He intentado ponerme a escribir como trescientas veces, pero no me daba tiempo a escribir más de dos palabras cuando tenía que hacer algo del trabajo.
Es un capítulo más cortito de lo normal, pero os juro que no me da tiempo a mucho más. ¿Qué os está pareciendo.
Agradezco muchos los comentarios, no sabéis lo contenta que me ponen.
Bueno, voy para la ducha, que sé de dos amigos que se van a enfadar bastante cuando les diga que no estoy lista.
¡Muchas gracias y buen finde!
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Pídemelo.
FanfictionMartin y Sara viven juntos desde hace tres años. Sara tiene novio desde hace dos años, pero a Martin no le termina de gustar para su amiga. Juanjo tampoco pone mucho de su parte para caerle bien al compañero de piso de su novia. ¿Conseguirán resolve...