- No entiendo por qué te has empeñado en cocinar tú, sabiendo lo desastre que eres ante un fuego.
-Pues porque sí. Siempre cocinas tú y quería demostrarte que aunque no me salgan las cosas igual de buenas que a ti, también se defenderme- le lanzo el trapo que he utilizado para limpiarme las manos a la cara, ganándome una risa que bien podría ser mi canción favorita desde que decidió instalarse en el piso.
Tengo que decir que me he ganado que subiese dos historias a Instagram tras haberme pasado por el bazar de la esquina y comprar dos delantales, a cual más hortero, y un gorro de cocinero. La primera historia era solo mía, pero tampoco pudo resistirse a hacernos una en el espejo haciendo el tonto (como siempre).
-Pues no sé cómo estará, pero oler huelen divinamente.
Me aproximo hasta él para darle un beso suave que me corresponde abrazando mi cintura. Sus labios y los míos están hechos para estar unidos. Nunca había sentido una boca encajar con la mía como lo hace la de Juanjo.
El cuello de Juanjo se volvió una adicción para mí en el momento en el que enredé mis dedos en el pelo que le nacía en su nuca. Por eso no se inmuta cuando dejo un suave tirón en él, tirando de su cabeza hacia atrás para disponer de su cuello entero para mí.
Beso su nuez provocando un escalofrío en el maño y ganándome un apretón en mi culo invitándome a subir a horcajadas a su cadera. Es cuando estoy encima de él que pone rumbo a la habitación.
Cuando caemos en la cama, no tengo el delantal puesto, y tampoco la camiseta. No sé en qué momento ha desaparecido, pero tampoco me preocupa. Lo que sí lo hace es que Juanjo siga aún completamente vestido. Busco el dobladillo de su camiseta con lentitud, acariciando la piel debajo del trozo de tela de algodón. Le sienta bien el color verde, pero con el torso al aire está mejor.
Me siento a horcajadas sin dejar de besarlo y rozando nuestras pelvis en un ritmo frenético. Si su risa era mi canción favorita, sus gemidos están a milésimas de diferencia. Y es que, qué puedo decir... Juanjo gimiendo justo en mi oído hace que se me nuble la vista.
Juanjo busca con prisas el cinturón que cae sobre mis pantalones, con sus manos nerviosas.
-¿Hueles eso?- me separo de él para inhalar mejor el olor que empieza a inundar la habitación. Juanjo parece no querer escuchar ni oler, enterrado en mi cuello dejando un rastro de besos estremecedores-. Juanjo. Para. ¿Tú no hueles?
Es justo cuando el maño lo mira cuando nos percatamos a la vez de que el costillar que me había pasado toda la mañana haciendo se había quedado en el fuego.
Noto cómo se me cristalizan los ojos cuando apago el fogón. Toda la mañana preparando el costillar para nada. Al final va a ser verdad que soy un desastre en la cocina y no debería acercarme a menos de dos metros de distancia a la cocina.
-Eh, no pasa nada... Ahora pido lo que sea para comer, ¿vale?- un beso suave en el hombro me hace darme la vuelta para encontrarme a Juanjo con una expresión de lástima en la cara- Venga, abre las ventanas y deja la campana de la cocina encendida para que se vaya el humo y el olor.
-Soy un desastre, ¿verdad?
-No digas eso. Yo también soy un desastre para otras cosas.
-O sea, que sí que soy un desastre- no puedo reprimir una sonrisa ladeada. No puedo parar de sentir pena, pero a la vez la situación se me hace muy graciosa.
La música que suena por los altavoces me tiene la cabeza un poco mareado, y las dos copas que me ha tendido Ruslana tampoco ayuda.
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Pídemelo.
FanfictionMartin y Sara viven juntos desde hace tres años. Sara tiene novio desde hace dos años, pero a Martin no le termina de gustar para su amiga. Juanjo tampoco pone mucho de su parte para caerle bien al compañero de piso de su novia. ¿Conseguirán resolve...