Son las tres y diecisiete de la mañana. Estoy temblando cual pollito recién nacido. Intento respirar pero tengo la nariz demasiado congestionada. El agua que me ha caído no ha tardado en dar sus frutos. Supongo que tengo algo de fiebre porque tengo la cama empapada en sudor.
Cojo un vaso y le echo una pastilla efervescente que espero que me haga efecto pronto si quiero estar bien en dos días.
No sé cuántas veces he estornudado y tosido. Tampoco soy consciente del volumen en que lo he hecho hasta que Juanjo, totalmente despeinado se deja caer en el marco de la puerta. Solo le dedico una sonrisa. Él a mí nada. Solo me mira. Controlando todos mis movimientos. Me toco la frente, intentando averiguar el nivel de fiebre, pero me es imposible hacerlo sin tocar otra frente para tener una referencia.
-Deberías ir al médico.
-¿Y que me pinchen? No, gracias- si algo he tenido siempre, ha sido miedo a las agujas. Recuerdo aquella vez que me tenían que vacunar y me tuvieron que agarrar entre el médico, dos enfermeros y mi madre. Qué vergüenza...
-Martin, por dios... No te van a pinchar por un resfriado- baja los brazos, los cuales tenía cruzados, para apoyarlos en la cintura.
-Pero si por la fiebre... Mejor me acuesto. Mañana seguro que estoy mejor.
Paso por su lado dedicándole una sonrisa. Me meto en el cuarto, y con el dolor de cabeza, sólo tardo cinco minutos en quedarme dormido.
Cuando me despierto, son las once de la mañana. Busco el móvil e informo a Manu y Chiara que no podré ir en al menos dos días. Sigo teniendo la sensación de fiebre y el cuello y la espalda me van a matar de haber estado dando vueltas por la noche.
Unos toques en la puerta me asustan y hace que se me caiga el teléfono en la cara. Juanjo aparece muy bien vestido. Con unos vaqueros anchos y una camisa negra abierta a la altura del pecho metida por dentro de los pantalones. Su rojez natural en las mejillas hace que se vea extremadamente guapo siempre.
-¡Ah! Estás despierto. ¿Cómo estás?
-Pues parece que me ha pasado un camión por encima. La fiebre creo que no me baja.
-Toma- me tiende una bolsa blanca con el logo de la farmacia-. Me he pasado para que me dieran algo y comprar un termómetro. Ahí tienes couldina, frenadol y paracetamol. Me han dicho que vayas alternando. ¡Ah! También me han dado unas gotas para la congestión nasal. Las tengo en la mochila. Espera que voy.
Juanjo desaparece en busca de las gotas. Tengo que reconocer que me encanta que miren por mí cuando estoy malo, pero que sea Juanjo el que esté pendiente hace que el corazón me esté dando saltos.
-Venga, tómate las medicinas y acuéstate. Yo voy a ir a hacer la compra y a una reunión del trabajo- me deja encima de la mesita de noche una botellita de agua, pañuelos y gotas-. No te vayas a mover de la cama.
Son las dos de la tarde cuando me despierto debido a que empiezo a encontrarme mal de nuevo. Incluso peor que esta madrugada. Voy hacia la cocina apoyándome en las paredes del estrecho pasillo. Todo me da vueltas. Es cuando llego cuando me apoyo en la mesa, haciendo que esta se arrastre debido a la fuerza con la que me dejo caer en esta.
Busco a tientas en el mueble de las medicinas algo que me alivie esta sensación No soy un chico que caiga malo a menudo, al revés. Siempre he gozado de buenas defensas y nunca me ha venido mal un paseo bajo la lluvia. Justo lo contrario.
Escucho la puerta abrirse y el sonido de las llaves depositándose en la mesa de la entrada me reconforta. A nadie le gusta estar malo solo.
-¿Juanjo?
-¿Martin? ¿Qué haces levanta... ? ¡Martin! Tienes muy mala cara... Vamos a la cama.
-¿Me llevas al médico, por favor?
Las salas de espera de los hospitales nunca me han gustado. Las buenas caras son escasas y es algo que me agobia. Y eso que sé que la mía tiene que ser de las peores porque Juanjo no para de mirarme con preocupación.
Las sillas son de lo más incómodas. Tengo el culo plano ahora mismo de estar esperando. Llevamos casi media hora y con tan solo una persona por delante. Juanjo se levanta, frustrado, y cuando sale el médico, me pega un tirón del brazo para sujetarme hasta la consulta.
-Lleva malo desde esta noche y no ha mejorado. Ayer se mojó con la lluvia y por más rápido que se duchó y se puso otra ropa, no ha podido evitar el resfriado.
Sigo las instrucciones del doctor sin hablar. La verdad, no tengo fuerzas. Me ausculta con bastante profundidad. Los oídos, el pulso, la tensión, el pecho y la oxigenación.
Salgo del hospital con cuatro cajas de pastillas y un ventolín metidos en la tarjeta sanitaria. Una semana de reposo vocal. Casi que me manda a comprar en la farmacia una pizarra. Lo que yo quería.
Cuando llegamos al piso, Juanjo me sienta en el sofá y desaparece por el pasillo. Lo escucho trastear, pero no me molesto en preguntar qué está haciendo, así que me limito a hacerme un ovillo en el sofá con una manta mientras pongo Mamma Mia en la tele.
-Te he limpiado el dormitorio y he dejado que se airee un poco. Te he cambiado las sábanas también.
-Gra-
-¡Sh! ¡No hables! Es lo primero que te ha dicho el médico. Lo que hace falta es que las placas empeoren- se sienta a mi lado, quitándome un poco de manta para taparse él. Si algo no quiero, es pegarle las placas.
-'Creo que deberías despegarte un poco. Te voy a contagiar y no quiero :(' -escribo en el móvil para enseñárselo y que no me riña.
-'Da igual. Soy un tipo fuerte. Para que no te sientas mal, yo tampoco voy a hablar. Voy a escribir también por Whatsapp'
-'No te preocupes. Solo será un par de días'
-'Los que hagan falta. ¿Quieres algo?'
Lo miro, negándole con la cabeza. Pero le indico mi móvil para que vea lo que escribo.
-'Me gustaría estar abrazado a ti. Creo que me pondría mejor... Pero es que no quiero que te pongas malo, jo.'
Me quita el teléfono y me hace un gesto para que sea yo el que apoye esta vez la cabeza en su pecho. Es al final de la película cuando me doy cuenta de que no ha parado de acariciarme el pelo. Quizás no esté tan mal estar malo de vez en cuando siempre que tengas a un Juanjo en tu vida.
'Me voy a ir a dormir, hasta mañana y GRACIAS'- le vuelvo a escribir en el móvil. No voy a negar que cierta gracia sí que tiene el tener que estar hablando por teléfono estando uno encima del otro.
-'¿Duermes conmigo?'
Me despierto en mi habitación. No sé qué hora es, pero debe ser temprano. Aún no se escuchan los agobiantes coches por la calle. Hoy me encuentro bastante mejor, pero tengo muchísima tos. Tengo agujetas por todo el abdomen de haberme pasado toda la noche tosiendo.
Miro a mi lado. Está vacío. En parte me arrepiento de haberle dicho a Juanjo que no durmiese conmigo, pero tampoco quería darle una mala noche después del día que le di ayer. Cojo la botella de agua que encuentro en mi mesita de noche y le doy un sorbo. Vuelvo a girarme intentando dormir de nuevo. Cosa que no me cuesta mucho.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo la cara relajada del maño a mi lado. No sé si he mencionado alguna vez que sus pestañas son capaces de abanicar a media feria de Sevilla. Su color rosado en las mejillas sigue presente. Respira tranquilo, hasta que abre los ojos y me mira. Qué ojos...
Una sonrisa tímida se escapa por sus labios carnosos. Qué guapo es. Tiene un guapo natural. No le hace falta absolutamente para estar bonito. Pero es que encima de todo, está aún más guapo despeinado, con su flequillo cayendo por la frente.
Busca su móvil.
-'Buenos días, ¿cómo estás?'
-'Buenos días. Mucho mejor, pero tengo mucha tos'
-'Te quiero besar.'
-'Hazlo'- me podré resistir a todo. A todo menos a Juanjo. A todo, menos a las chispas que me hacen sentir Juanjo.
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Pídemelo.
FanfictionMartin y Sara viven juntos desde hace tres años. Sara tiene novio desde hace dos años, pero a Martin no le termina de gustar para su amiga. Juanjo tampoco pone mucho de su parte para caerle bien al compañero de piso de su novia. ¿Conseguirán resolve...