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No durmió en absoluto

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No durmió en absoluto.

El eco desconcertante resonando en su mente no lo dejaba en paz.

¿Cómo podía ella...?

Las palabras reverberaban en su cabeza, desencadenando una cascada de emociones que causaban un malestar en su sistema nervioso, incapaz de definirlas correctamente.

La confusión y el desconcierto se entrelazaban en su interior, arrojándolo a un mar de sensaciones desconocidas y perturbadoras.

"Rin me gusta", una vez más escuchó en eco.

¿Qué significaba esto?

Intentó en vano reprimir la tormenta que se desataba en su interior, pero era como tratar de contener un vendaval con las manos desnudas. Su mente estaba abrumada por la revelación que había sacudido su mundo cuidadosamente estructurado.

El sueño se le escapaba, como las arenas que se deslizaban entre sus dedos, dejándolo atrapado en un torbellino de pensamientos y emociones que no podía comprender.
Cada momento en que cerraba los ojos la sensación perturbadora lo consumía desde dentro, como si algo estuviera cayendose y volvía a abrirlos ojos consternados mirando a la oscuridad.

Y eso le causaba más y más enojo.

Cada momento de insomnio alimentaba el fuego de su enojo, una furia creciente que amenazaba con consumirlo por completo, atrapado en un torbellino de sentimientos oscuros se intensificaba con cada latido de su corazón. Era desagradable.

No sabía en que momento exacto pudo pegar los ojos, pero podría calificarlo como el segundo sueño más horrible que tuvo en años (el primero era obvio).

Cuando se levantó su cabeza dolía como si le hubieran azotado una cubeta metálica hasta aplastarla, su cuello estaba tenso y adolorido como si lo hubieran torcido y su visión estaba tan borrosa que sentía la inmensa necesidad de arrancarse los ojos.

Rin odiaba todo eso con cada fibra de su ser.

Su cuerpo se movió en piloto automático cuando finalmente amaneció. Incapaz de soportar un minuto más de lo que atormentaba su mente, se encaminó hasta la habitación de quien le había traído tantos problemas innecesario con su mera existencia.

No había diferencia alguna, tenía que dejar en claro las cosas y hacer que de una buena vez la tortura acabe.

La furia, como una bestia insaciable, se alimentaba de su insomnio, devorando cualquier rastro de calma que pudiera quedar en su interior. Un recordatorio punzante de sus reglas forjadas desde la infancia, avivando las llamas de su ira hasta convertirlas en un incendio incontrolable que consumía todo a su paso.

Sabía que estaba prohibido ir al bloque femenino, pero mucho no le importaba. Aún cuando llegó al área y vio al Ego junto con Anri, parados frente a la puerta abierta de la habitación de ella, los obstáculos no lo iban a detener de poner un punto final, así que optó por esconderse en un punto ciego del pasillo hasta que estos se fueran.

« Turquoise » [Itoshi Rin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora