« Turquoise » [Itoshi Rin]

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La Academia Hishigata, era bien conocida en la prefectura como una de las instituciones de alto rango en donde formaban a los jóvenes del mañana con grandes ambiciones para el futuro. Recibiendo un gran apoyo del gobierno japonés en el desarrollo y entrenamiento de jóvenes promesa; no solo en deportes, sino también en otras disciplinas académicas como artes, química y varias ciencias exactas.

Su programa de deportes era el que más estatus tenía, los jóvenes entrenados apuntaban a los juegos Olímpicos y otras competencias internacionales de gran nivel, aspirantes a medallas de oro y copas de primeros lugares. Con un plantel especializado y con varias instalaciones dentro del campus enfocados en los diferentes deportes, e incluso dormitorios para aquellos jóvenes que provenían de otras prefecturas y que deseaban dedicarse al deporte de manera intensiva, los resultados de la academia eran siempre perfectos.

El cuerpo estudiantil era compuesto solo por alumnos que pasaron pruebas de desempeño, exámenes de ingreso o incluso gente con cartas de recomendación o hijos de gente millonaria. Todos los nuevos inicios de ciclo había miles de postulantes, de los que solo ingresaban unos cuatrocientos que entren dentro de alguno de los perfiles que la academia requería, para luego clasificarlos por calificaciones, deporte y/o área en el cual se especializarían.

Con el concepto de perfección, prodigios y alto desempeño en mente, estando a la sombra de su hermano mayor, Itoshi Sae, "el prodigio", "El chico genio"; Rin pertenecía a los puestos más altos del estándar de la academia por propio mérito, considerando a todos debajo de él meros personajes secundarios, gusanos a los que aplastar, herramientas que lo ayudarían a llegar aún más alto para derrotar a su hermano mayor en su mismo campo.

Los que recibían reconocimiento y atención, que Rin creía ser único merecedor, eran objetivo de su odio profundo y crudo.

Cuando (T/A) (T/N) desvió uno de sus remates al arco, a pesar de que no había tenido piedad con la fuerza de su patada, ella se había ganado parte de su odio.

El equipo de fútbol femenino nunca fue relevante en la academia, pero como la popularidad de esta sección estaba creciendo en el mundo, se estaba prestando atención a qué tipo de jugadoras se podrían formar en Japón. No tanta atención como la sección masculina, ya que el grupo femenino a penas tenía doce jugadoras, no tenían privilegios como los dormitorios, y mucho menos tenían entrenador, por lo cual ambos equipos compartían uno mismo. Incluso, al grupo femenino se le permitía realizar otras actividades adicionales al fútbol, puesto que el entrenador estaba más ocupado con el entrenamiento masculino que con las féminas.

El entrenador, Jinpachi Ego, con su filosofía, no tuvo piedad en poner al límite las capacidades del grupo de niñas, decidiendo que solo las que podrían aguantar casi las mismas torturas que el grupo varones, podrían quedarse. Quizás quería asustarlas, presionarlas para rendirse; estrategia que funcionó con varias, nadie comprendía la manera de pensar del hombre con lentes de pasta gruesa.