XXII

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— Dónde mierda se encuentra?.. —

Daniel caminaba por el alrededor de la propiedad intentando entrar, había llamado a Max para que le abriera la puerta y también había tocado varias puertas sin obtener respuesta solo para poder disculparse adecuadamente por ser un idiota.

Camino al otro extremo de la propiedad, a lo lejos percibió un poco de luz y se acercó rápidamente a la ventana, se subió a unas piedras para poder mirar si había alguien ahí.

— Por qué tiene que ser tan difícil? — Daniel murmuró mientras escalaba un poco el muro.

Intento tocar la ventana pero unos ruidos extraños detuvieron su movimientos, la luz de la noche y la poca luz que salía de dentro le hacían difícil poder mirar algo. A través de la cortina se podía ver un poco, entrecerro los ojos para poder enfocar la vista y se quedó con la boca abierta y una expresión de sorpresa.

Se inclinó hacia atrás y resbaló del muro haciéndolo caer en el arbusto dando un golpe seco y un quejido.

— Ah...maldito hijo de... — Se levantó con rapidez del suelo aguantando el dolor en su muñeca y salió rápido de la propiedad, aún sin poder procesar el acto que miró.

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Por otra parte, Max y Checo se separaron al escuchar un ruido extraño, se miraron y se quedaron en silencio un momento.

— Escuchaste algo? — El pelinegro hablo en voz baja, aún sobre el regazo del rubio, quién asintió y puso un dedo sobre los labios de él para callarle.

Paso las manos debajo de las rodillas del pelinegro y se levanto del sofá, las manos del contrario se sostuvieron con fuerza en sus hombros y cerró los ojos evitando callar un gemido.

— Shhh... —  el rubio beso suavemente al pelinegro, caminó hacia la ventana manteniendo esa posición y ligeramente se inclinó a mirar a través de la cortina, sin embargo no vio nada extraño.

Max miró a Sergio, sus mejillas estaban rojas y tenía sudor en su frente, sus ojos los tenía ligeramente cerrados y apretaba los labios. Esa imagen nunca iba a sacarla de su cabeza, de solo mirarlo así lo ponía más caliente.

— Sergio... — susurro al costado de su oído — me fascinan tus pecas

Michel se estremeció y su corazón se emociono un poco, a él no le gustaban demasiado sus pecas, pero que otra persona las encontrará lindas le hacía sentir especial.

Se recostaron en el sofá de nuevo y siguieron en lo suyo, entre palabras dulces, caricias y besos. No por mucho se quedaron ahí y subieron a la habitación de Max.

La marca en la nuca del rubio no desaparecía, era más difícil que se desvaneciera si seguía aferrándose al pecoso... tratándolo de una manera más emocional.

●●●

A casi 7 de la mañana el celular de Max vibro sobre la mesita de noche, estiró la mano para tomarlo, camino a la terraza de su habitación para no despertar a Sergio.

— Hola?

— Estás en casa? Iré a verte con mis agentes, es importante — la voz de Jos era áspera y directa

— Siempre es importante— Max le dejo en claro que siempre sería su prioridad— Ven a la hora que quieras

— Estaré ahí en dos horas

Tutor Privado / ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora