La luna se alzaba alta sobre las montañas de Isteard, sus pálidos rayos iluminando el bosque, los árboles susurraban entre sí mientras las criaturas nocturnas despertaban de su letargo. Pero en el centro del bosque, en un claro secreto conocido solo por los iniciadas, seres de paz y tranquilidad reinaba un silencio solemne que acallaba incluso al viento.
Allí, bajo la luz de la luna, las mujeres mariposas se reunían cada noche para cantar sus himnos ancestrales. Sus alas, de todos los colores y tamaños, se movían de forma delicada pero precisas con el ritmo de sus voces, creando una sinfonía visual y auditiva que podría hechizar a cualquiera que tuviera el privilegio de presenciarlas.
Las canciones que entonaban hablaban de la creación del mundo, de la unión entre la naturaleza, sus pueblo, los demás seres y del antiguo pacto con el Rey del Abismo.
El Rey gobernaba desde el trono del Abismo, un lugar oscuro y frío donde el sol nunca tocaba las piedras. Durante siglos, había exigido que las mujeres mariposas acudieran a él cada cien años para incubar a sus hijos, aquellos destinados a perpetuar su sombrío linaje.
A cambio el rey permitía que sus alas siguieran intactas, dando así el permiso de que su pueblo pudiese volar y vivir en armonía con el bosque y los seres que lo habitaban.
Esa noche algo había cambiado, Alondra, la más joven de las mujeres mariposas, sintió un frío distinto, sus alas de un vibrante azul turquesa temblaban como si una corriente invisible las agitara.
Ella era la siguiente en ser llamada por el rey ya que su madre se había negado a incubar a los herederos del trono y el pensamiento de perder su libertad la angustiaba hasta los huesos, no podría decidir cuántos hijos darle al rey y por supuesto no volvería a su pueblo una vez eso terminara, era la única joven en el pueblo capaz de incubar.
Miró a su alrededor, buscando algún consuelo en las miradas de sus hermanas pero ellas la evitaban, sus rostros tensos y las alas plegadas. Hasta que vio a la anciana Seraphi, aquella que la había criado todo este tiempo desde que su madre fue llamada, las alas blancas como la nieve habían perdido su brillo hacía muchos años, le sostuvo la mirada con una mezcla de tristeza y compasión.
- La hora se acerca Alondra, mi pequeña mariposa - dijo Seraphi, su voz áspera por el tiempo - el rey está muriendo y sus hijos luchan unos contras otros por el control del trono. Conozco esa mirada pequeña, no hay forma segura de escapar, si te niegas a incubar, perderás tus alas pero si aceptas podrías condenarnos a todos a una oscuridad eterna.Alondra tragó saliva, el miedo en su pecho estaba creciendo como un huracán, amenazando todo a su paso. El sacrificio era demasiado grande, sin alas ella sería una exiliada, una paria y no podría siquiera volver al bosque, pero llevar en su vientre al hijo del rey significaba perpetuar un reinado de crueldad y tiranía como hace ya tantos siglos.
- Puedo encontrar otro camino, las leyendas son historias de lo que alguna vez existió, debería haber una salida, yo.. - su voz era apenas un susurro mientras las lágrimas comenzaron a caer desesperadas por sus mejillas.
Por un instante Alondra podría jurar que vio un rayo de esperanza en los ojos de la anciana pero fue tan fugaz como una estrella.
Seraphi negó con la cabeza lentamente mientras se acercaba a Alondra, cada paso le costaba años de vida.
- La leyendas existen por alguna razón pero no es seguro y podría tratarse de una mentira y lo sabes.
- Pero el cristal debe ser real, yo puedo encontrarlo.
- No sabemos si el cristal existe o si realmente contiene el poder de mil almas como para desafiar el rey y en caso de que exista, está en el Abismo, tu madre ya lo había buscado y nunca volvió - terminaba de contar la anciana, limpiándose el rostro lleno de lágrimas.
El silencio entre ellas era una pesada manta, buscar el cristal significaba adentrarse en el lugar más peligroso del mundo, enfrentarse a criaturas de la oscuridad que obedecían ciegamente al rey y morir en el intento en caso de no lograrlo y la leyenda solo se trate de una historia macabra para darles esperanza y una falsa idea de libertad para evitar que las demás mujeres mariposas ante lo evidente decidieran abandonar el reino de los vivos por miedo a dar a luz niñas por que ellas serian las siguientes en las garras del rey. Pero al mismo tiempo era la única oportunidad para evitar el destino al que estaba condenada.
- Eres joven, fuerte y valiente, mi pequeña - dijo Seraphi, tocando suavemente el ala de Alondra como si quisiese recordarlas.
- Yo no quiero.. - su voz casi inaudible.
- Si decides hacerlo debes decidir pronto, el rey te llamará al amanecer.
Alondra cansada cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo el aire fresco del bosque llenando sus pulmones. Podía sentir el viento acariciando sus alas y el susurro de las hojas al moverse, sabía que el amanecer traería un destino sombrío si no hacía algo para cambiarlo.
Abrió los ojos y mirando a Seraphi con cierta determinación dijo:
- Voy a buscar el cristal y liberar a todas las mujeres mariposas - su voz era firme.
Seraphi sonrió por primera vez en años, un destello de esperanza en sus ojos cansados aparecieron:
- Entonces hazlo Alondra, que el viento este a tu favor mi pequeña - mientras la abrazaba.
El claro donde se encontraban las mujeres mariposas comenzó a agitarse con la brisa, como si el bosque mismo hubiera escuchado sus palabras y estuviera preparándose para lo que vendría.
Seraphi junto con Dess la sacaron del transe con un gesto para que las siguiera, Dess era la aprendiz de Seraphi, tenía el don de ver cosas antes de que ocurriesen pero no podían evitar al destino, lo intentó con Celeste, la madre de Alondra y perdió uno de sus ojos en el proceso.
Llegaron a una parte alejada del claro donde un círculo de piedras marcaban el comienzo de un sendero viejo, casi imperceptible.
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Hola Lector, bienvenido a esta guerra, si amas a los villanos este podría ser de tu agrado, si eres fan de las historias de romantasy este es un lugar muy hostil pero podrías encontrar algo...
Dicho esto, que disfrutes.
Olga Gaons.
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La mariposa del Rey
FantasyEn los bosques bajo la montaña de Isteard, las mujeres nacen con alas de mariposa, cada una con un diseño único que refleja su linaje y poder. Estas alas son más que una característica física; son un símbolo de libertad y autonomía. Sin embargo, baj...