Cap 11

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Ella respondió con un apretón suave, sus dedos fríos pero reconfortantes. 

- No tienes que agradecérmelo, Alondra. Estoy aquí porque quiero estarlo. Porque creo en ti.

Nos quedamos así por un momento, en silencio, con nuestras manos unidas, compartiendo el calor y el consuelo en medio de la oscuridad. Era un pequeño momento de paz en un mundo lleno de caos. 

Finalmente, ella rompió el contacto, pero no la conexión que habíamos formado. Se levantó y me ofreció una mano para ayudarme a levantarme y pude ver una hermosa sonrisa, sus ojos brillaban como estrellas.

- Vamos, tenemos que seguir adelante. 

Me sentí hechizada y no pude responderle pero me puse de pie en completo silencio.

El sonido del río se hacía más fuerte mientras avanzábamos por la caverna, el eco de nuestras pisadas resonando en la oscuridad. La tensión de la jornada empezaba a pesar sobre mis hombros, pero la presencia de Elara a mi lado proporcionaba un extraño consuelo. Había algo en sus ojos verdes, algo más allá de la simple alianza, que me hacía sentir bien.

Después de lo que parecieron horas, el aire comenzó a calentarse y el burbujeo del agua se volvió más audible. Una luz suave y natural empezó a iluminar el camino, revelando una cámara subterránea amplia y hermosa. En el centro, había un grupo de aguas termales que desprendían vapor, creando un ambiente casi onírico.

Elara se detuvo a mi lado, sus ojos brillando con asombro. 

- Este lugar es sigue siendo mi lugar favorito, aquí me escondía cuando no quería compañía o cuando me sentía sola - susurró, su voz resonando suavemente en las paredes de la caverna.

Asentí, sintiendo una mezcla de tristeza y una paz que no había experimentado en mucho tiempo. 

- Es como un oasis.

Nos acercamos a las aguas termales, y el calor que emanaba de ellas me envolvió, relajando mis músculos tensos. Elara se arrodilló junto a una de las pozas y sumergió su mano en el agua, sonriendo al sentir la calidez.

- Podríamos descansar aquí un momento - sugirió, su mirada encontrando la mía. - El calor nos ayudará a recuperar fuerzas.

Sin pensarlo dos veces, me senté junto a ella y metí los pies en el agua caliente. El alivio fue inmediato, y suspiré de satisfacción. Elara se quitó la túnica junto con las botas y se deslizó dentro de la poza, su cuerpo delgado y elegante sumergiéndose con gracia. La observé, maravillada por su belleza. Su piel pálida resplandecía con la luz difusa de los cristales, y su cabello plateado flotaba suavemente en el agua, reflejando un brillo inusual.

Había algo en ella que me atraía, una conexión que iba más allá de la simple necesidad de alianza. Sin poder evitarlo, me quité el pedazo de tela que envolvía mi torso quedando completamente desnuda y me deslicé en la misma poza. El calor del agua era reconfortante, y por un momento, todas mis preocupaciones y tensiones se desvanecieron.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad del momento. Elara se acercó un poco más, sus ojos fijos en los míos. 

- Alondra - dijo suavemente - me alegra haberte conocido, a pesar de las circunstancias.

La intensidad de su mirada me dejó sin aliento. 

- A mí también - respondí, mi voz apenas un susurro - mientras me escondía entre las aguas tenerla muy cerca de mi me hacía sentir mucho calor.

Elara extendió una mano y la colocó sobre la mía bajo el agua. El contacto fue eléctrico, una chispa que recorrió todo mi cuerpo. 

-  Hay algo que quiero decirte - dijo, su voz temblorosa. - Desde que te vi por primera vez, supe que eras especial. Hay una fuerza en ti que admiro profundamente.

La mariposa del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora