Cap 12

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Nos aventuramos fuera de la caverna, siguiendo el sonido constante del río que nos había guiado hasta allí. La caminata fue tranquila, casi serena, como si el mundo nos estuviera concediendo un breve respiro antes de la próxima tormenta.

Como si fuese un poeta roto esperando la tragedia para el final...

Al mediodía, llegamos a un claro oculto por altos árboles y enredaderas. El sol filtraba sus rayos a través de las hojas, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo. En el centro del claro, una serie de pozas de aguas termales brillaban, su vapor elevándose en la brisa suave.

Elara sonrió, una sonrisa que iluminó todo su rostro. 

- Otro oasis - murmuró, mirándome con esos ojos verdes llenos de picardía y algo que había comenzado a florecer entre nosotras.

Nos acercamos a las pozas, y el calor que emanaba de ellas nos invitó a sumergirnos. Sin pensarlo dos veces, nos despojamos de nuestras ropas, sintiendo la liberación en el aire fresco. El agua cálida nos envolvió cuando nos deslizamos dentro, y suspiré al sentir cómo la tensión se desvanecía de mis músculos.

Elara nadó hasta mí, sus movimientos gráciles y elegantes. Nos quedamos a poca distancia, observándonos con una intensidad que hacía que el tiempo pareciera detenerse. Sentía la atracción entre nosotras, como un imán que no podía ignorar.

Nos acercamos más, nuestros cuerpos casi tocándose en el agua caliente. La proximidad era electrizante, una chispa que recorría mi piel y encendía mis sentidos. Lentamente, me incliné hacia ella, y nuestros labios se encontraron en un beso que fue a la vez suave y lleno de pasión contenida.

El beso se profundizó, nuestras manos explorando suavemente, descubriendo la piel de la otra siendo esta nuestra primera vez. Sentía cada latido de su corazón, cada suspiro y cada jadeo por parte de ambas.

Cuando finalmente salimos del agua, el sol empezaba a ponerse, bañando el claro en tonos dorados y rosados. Nos vestimos en silencio, nuestras miradas encontrándose constantemente, compartiendo sonrisas y toques suaves.

Continuamos nuestro camino, el crepúsculo cubriendo el bosque con su manto. 

La noche cayó rápidamente, y encontramos refugio en una pequeña cueva cercana. Elara encendió una pequeña fogata, y nos sentamos juntas, el calor del fuego complementando el calor que sentía en mi corazón.

La noche avanzaba, y el crepitar de la fogata nos envolvía en una atmósfera íntima y cálida. El mundo exterior, con todas sus sombras y peligros, parecía lejano, casi irreal. Aquí, en esta pequeña cueva, solo existíamos Elara y yo, y la conexión que había florecido entre nosotras.

- Cuéntame más sobre ti - dije, rompiendo el silencio. - Quiero conocer cada parte de ti.

Elara sonrió, sus ojos verdes brillando a la luz del fuego. 

- Mi vida ha sido... complicada - comenzó, su voz suave y melancólica. - Desde pequeña, he estado bajo la sombra de mi padre, el Rey. Siempre he sentido que había algo más allá de su crueldad, algo que debía descubrir por mí misma.

La miré con admiración y comprensión. 

- Debe haber sido difícil, vivir bajo su yugo.

- Lo fue - admitió, su mirada perdiéndose en las llamas. 

- Pero conocerte a ti, Alondra, me ha dado una nueva perspectiva. Me has mostrado que incluso en la oscuridad, puede haber luz. Que hay esperanza, incluso cuando todo parece perdido.

Sus palabras resonaron en mi corazón, y me acerqué más a ella, nuestras rodillas tocándose. 

- Tú también me has dado esperanza, Elara. No sé qué habría hecho sin ti.

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⏰ Última actualización: Jun 24 ⏰

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