Cap 8

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El sonido de la lluvia golpeando las hojas se desvaneció gradualmente, y una sensación de extraña irrealidad me envolvió. Parpadeé varias veces, tratando de mantenerme despierta, pero mis párpados se sentían pesados. La voz de la sirena resonó en mi mente, su imagen difuminándose en la penumbra de la cueva.

De repente, todo se oscureció.

Desperté con un sobresalto, el frío de la piedra bajo mi cuerpo era un golpe helado de realidad. No estaba en la cueva. La sirena, la tormenta, las bayas... todo había sido un sueño. Me encontraba nuevamente en el Abismo, en una celda húmeda y oscura. Las paredes estaban cubiertas de musgo y el aire olía a humedad y desesperanza.

Intenté incorporarme, pero las cadenas que sujetaban mis muñecas y tobillos lo hacían difícil. El sonido metálico resonó en la celda, una cruda melodía que acompañaba mi encierro. El Rey  debía haberme capturado de nuevo, y cualquier esperanza de escape parecía desvanecerse.

Luché por recordar cómo había llegado aquí. El dolor en mi brazo y mi ala izquierda era un recordatorio constante del enfrentamiento anterior. El sueño, aunque tan vívido, había sido solo una cruel broma de mi mente exhausta.

De repente, escuché pasos aproximándose por el pasillo fuera de mi celda. La puerta chirrió al abrirse, y la figura del Rey  se recortó contra la penumbra del pasillo. Su sonrisa era tan fría como el hielo que sentía en mis huesos.

- Despierta, mariposa - dijo con voz goteando desprecio. - Pensaste que podrías escapar de mi Abismo, pero este lugar no tiene salidas. Tu resistencia es inútil.

Me levanté lo mejor que pude, enderezando mi espalda y enfrentando su mirada. 

- No me someteré a ti - dije con toda la firmeza que pude reunir. - No seré otra sombra en tu reino.

El Rey soltó una carcajada. 

- Admítelo, tu esperanza es una ilusión. Pero me gusta tu espíritu. Harás una excelente adición a mi colección de almas rotas.

Mientras hablaba, las sirenas se alinearon fuera de la celda, observándome con sus miradas depredadoras. Entre ellas, vi a la sirena de mi sueño, la misma que me había traicionado y ayudado. Sus ojos reflejaban una mezcla de arrepentimiento y miedo.

- ¿Qué deseas de mí? - exigí, tratando de mantener mi voz firme.

El Rey se acercó y levantó mi barbilla con un dedo helado. 

- Quiero tu espíritu, susurró. - Quiero verte quebrar, ver cómo la esperanza se desvanece de tus ojos. Y entonces, me someterás tu alma, igual que todos los demás.

- Eso nunca sucederá - respondí, con una certeza que emanaba desde lo más profundo de mi ser. - Puedo estar encadenada, pero mi espíritu es libre, y siempre lo será.

Su expresión se endureció, y soltó mi barbilla con un gesto brusco. 

- Veremos cuánto dura tu desafío, mariposa - dijo antes de girarse hacia las sirenas. - Asegúrense de que no escape de nuevo. Su castigo comienza ahora.

Mientras las sirenas cerraban la puerta de la celda, sentí que la oscuridad del Abismo se cernía sobre mí. El sueño me había mostrado algo, una chispa de esperanza y la posibilidad de un aliado inesperado. Si la sirena que me había ayudado en mi sueño reflejaba algún arrepentimiento en la realidad, tal vez aún habría una manera de luchar desde dentro.

Apreté los puños y cerré los ojos, recordando la luz del cristal aunque la situación era desesperada, sabía que mientras tuviera esperanza, había una posibilidad de cambiar mi destino y el de mi pueblo. Y eso, por ahora, era suficiente para seguir luchando.

Las sirenas se retiraron, y la oscuridad de la celda se cerró a mi alrededor como un sudario. Sentí la presencia del Rey  incluso antes de verlo. Su poder llenaba el aire, una fuerza opresiva que hacía difícil respirar. 

De pronto, las paredes de la celda se iluminaron con una luz espectral. El Rey  había levantado una mano, y de sus dedos emanaban filamentos de oscuridad que se entrelazaban y serpenteaban hacia mí. Intenté retroceder, pero las cadenas me mantuvieron en mi lugar.

- Veamos cuánto puede resistir tu espíritu, mariposa - susurró con una sonrisa cruel.

Las sombras me envolvieron, y un dolor indescriptible recorrió mi cuerpo. Sentí como si miles de agujas de hielo se clavaran en mi piel, llegando hasta mis huesos. Mi mente se llenó de imágenes terribles: visiones de mi pueblo en ruinas, de mi madre atrapada en un sufrimiento eterno, de mis propias alas desgarradas y rotas.

El Rey  no solo atacaba mi cuerpo, sino también mi espíritu. Podía sentir cómo intentaba quebrar mi voluntad, infiltrar mis pensamientos con desesperanza y miedo. Me recordé a mí misma que estas visiones eran ilusiones, armas diseñadas para hacerme rendir. Cerré los ojos y me aferré a la imagen del cristal, recordando su luz y su promesa de esperanza.

- ¿Piensas que un simple cristal puede salvarte? - La voz del Rey se filtró en mis pensamientos, burlona y llena de desprecio. - No eres más que un insecto, una mariposa atrapada en mi red.

El dolor aumentó, y un grito escapó de mis labios. Pero incluso en medio de la agonía, encontré una chispa de desafío. 

- Prefiero morir antes que someterme a ti - logré decir, aunque mi voz era apenas un susurro.

El Rey  rió, un sonido que resonó en la celda como el eco de una pesadilla. 

- Oh, mariposa, la muerte sería un alivio para ti. No, quiero verte vivir en tormento, ver cómo tu espíritu se desmorona lentamente.

De repente, el dolor cesó, y caí de rodillas, jadeando por aire. Las sombras se retiraron, pero su frío persistía en mi piel. Sentí que cada fibra de mi ser había sido desgarrada y reconstruida de forma precaria. El Rey se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con una maldad insondable.

- Esto es solo el principio - murmuró, su aliento helado contra mi rostro. - Te romperé, mariposa, y cuando lo haga, tú misma suplicarás por la muerte.

Se levantó y se dio la vuelta, saliendo de la celda sin mirar atrás. Las sirenas cerraron la puerta tras él, dejándome sola en la oscuridad. Mi cuerpo temblaba, y el eco de su risa aún resonaba en mis oídos. Me arrastré hacia la esquina de la celda, intentando encontrar algo de consuelo en la soledad.

Cerré los ojos y me obligué a recordar la cueva del sueño,  no podía rendirme. No podía permitir que el Rey ganara.

Me obligué a levantar la cabeza y mirar a través de la pequeña ventana enrejada de la celda. La luz de la luna se filtraba débilmente, iluminando la oscuridad con un brillo plateado. 

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Hola Lector!

Les traigo este capítulo nuevo y les invito a hablar del libro por mi instagram: olgagaons_autora, estoy subiendo edits, hablando un  poco de los personajes, etc.

Nos vemos!

La mariposa del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora