Cap 10

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Cada paso hacia el río resonaba en la caverna, un eco constante que no me dejaba olvidar la presencia de la elfa. Sabía que me seguía. Sus movimientos eran silenciosos, pero la sensación de ser observada no me abandonaba. No podía permitir que esta desconocida, por muy hermosa y compasiva que pareciera, pusiera en peligro mi misión. La similitud con el Rey aunque inquietante, también me hizo sospechar.

Respiré hondo y apreté el paquete de comida contra mi pecho. Necesitaba idear un plan para descubrir sus verdaderas intenciones. Mientras caminaba por la caverna, mis ojos buscaban algo que pudiera usar a mi favor. El sonido del río se hacía más fuerte, y pronto encontré un lugar donde las rocas y el terreno accidentado me ofrecían una oportunidad.

Me detuve un momento y, fingiendo cansancio, me dejé caer contra una pared rocosa. El frío de la piedra penetró mi piel, pero no me importó. Empecé a comer despacio, escuchando atentamente. Los pasos de la elfa eran apenas audibles, pero sentí que se acercaba.

Esperé hasta que estuve segura de que estaba cerca, y entonces, con un movimiento rápido y silencioso, dejé caer el resto del pan sobre el suelo y me escabullí entre las sombras, ocultándome detrás de una formación rocosa. Contuve la respiración, esperando que la elfa se acercara para recoger el alimento.

No pasó mucho tiempo antes de que su figura apareciera en mi campo de visión. Su belleza era aún más impresionante a la luz tenue de los cristales de la caverna. Su cabello plateado brillaba suavemente, y sus ojos verdes parecían buscarme en la penumbra. Se inclinó hacia el pan caído, y en ese momento, supe que tenía mi oportunidad.

Con un movimiento rápido y calculado, me lancé hacia ella, atrapándola por sorpresa. La empujé contra la pared rocosa, inmovilizándola con todas mis fuerzas. Sus ojos se abrieron de par en par, y por un momento, vi una mezcla de miedo y respeto en su mirada.

- ¿Por qué me sigues? - le espeté, mi voz apenas un susurro lleno de tensión.

La elfa tragó saliva, su respiración acelerada. 

- No quiero hacerte daño - dijo, su voz temblorosa pero sincera. - Solo quería asegurarme de que llegaras a salvo.

- ¿Por qué debería confiar en ti? - apreté más fuerte, sintiendo la fragilidad de su delgado cuerpo bajo mis manos. - Te pareces demasiado al Rey ¿Quién eres en realidad?

Ella cerró los ojos un momento, como si estuviera reuniendo valor. 

- Soy Elara - susurró. - Hija del Rey. Pero no soy como él. Mi madre era una sanadora, una mujer de luz. Él la destruyó, como ha hecho con tantos otros. He visto su crueldad y quiero ayudar a detenerlo, me he preparado para este momento toda mi vida, sabía que vendrías Alondra.

Sus palabras me golpearon como una ola fría. La miré detenidamente, buscando cualquier signo de mentira. Pero me inquietaba mucho que supiera mi nombre y al mismo tiempo sonaba muy  sincera y con una profunda tristeza. Lentamente, aflojé mi agarre, pero no la solté del todo.

- ¿Por qué debería creerte? - pregunté, mi voz aún cargada de desconfianza.

- Porque no tienes otra opción - respondió con calma. - Conozco este lugar mejor que nadie. Sin mi ayuda, no llegarás ni siquiera a sentir los rayos del sol y menos el cristal . Y sin él, no podrás derrotar a mi padre. Los elfos somos hijos del conocimiento, con todas las informaciones que llegan a nosotros podemos tejer un manto, un camino a la sabiduría, no hay otro ser capaz de recordar tanto como nosotros y por supuesto también recordamos lo que no queremos.

La rabia y la desconfianza luchaban dentro de mí, pero había algo en sus ojos, una chispa de verdad que no podía ignorar. Suspiré y la solté por completo, retrocediendo un paso pero manteniendo mi guardia alta.

- Está bien, Elara - dije con cautela. - Te creeré, por ahora. Pero si intentas traicionarme, no dudaré en defenderme.

Elara asintió, una sombra de alivio pasando por su rostro. 

- Lo entiendo, Alondra. Prometo que solo quiero ayudar.

Nos quedamos en silencio por un momento, las tensiones entre nosotras palpables. 

-  Vamos, - dije finalmente, girándome hacia el sonido del río. - No podemos perder más tiempo.

Caminamos en silencio a través de la caverna, el sonido del río subterráneo guiándonos hacia adelante. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias. La presencia de Elara, tan parecida y a la vez tan distinta al Rey, me desconcertaba. 

¿Podía confiar en ella? La luz de los cristales revelaba su rostro sereno y hermoso, pero también reflejaba el dolor y la tristeza en sus ojos.

Después de un tiempo, la caverna se ensanchó, y encontramos un pequeño refugio junto al río donde podíamos descansar. Me dejé caer sobre una roca lisa, sintiendo el agotamiento apoderarse de mí. Elara se sentó a mi lado, manteniendo una distancia respetuosa.

- Gracias por no haberme matado - dijo ella suavemente, rompiendo el silencio. - Entiendo por qué dudas de mí.

La miré, notando la sinceridad en su voz. 

- Es difícil confiar en alguien en este lugar, especialmente cuando se parece tanto al enemigo.

Ella asintió, mirando sus propias manos con una tristeza profunda. 

- Mi padre... digo el rey y su crueldad no tiene límites. Pero yo no soy como él, Alondra. Mi madre me enseñó a ser diferente. Quiero ayudar a reparar algo del daño que él ha causado, necesito hacerlo, se lo prometí a mi madre.

Sentí una punzada de empatía por ella. A pesar de sus orígenes, parecía genuina en su deseo de ayudar. Sus ojos verdes se encontraron con los míos, y por un momento, vi una chispa de esperanza en ellos.

- Si realmente quieres ayudar - dije con suavidad, - necesito saber todo lo que puedas contarme sobre el cristal. Es la única manera de derrotar al Rey.

Elara asintió.  

- El cristal está en una caverna oculta, protegida por antiguos encantamientos. Solo aquellos capaces de ver más allá  pueden encontrarlo y usar su poder pero todo tiene un precio Alondra, antes que tú hubieron otras mujeres que habían intentado encontrarlo y perdieron la vida a causa de esto, lo malo del cristal se apoderó de ellas y las quebró.

- Estoy lista para enfrentar lo que sea necesario o moriré en el intento.

Elara mantuvo una expresión de tristeza y suspiró.

- Lo sé. Y yo estaré a tu lado para ayudarte.

El silencio volvió a caer entre nosotras, pero esta vez no era incómodo.  Sin pensar, extendí mi mano y la coloqué sobre la suya. Elara miró nuestras manos entrelazadas, y luego sus ojos se encontraron con los míos, llenos de una calidez que no había esperado encontrar aquí.

- Gracias - susurré, apretando su mano suavemente. - Por estar aquí.


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Holi Lector!

Les traigo otra actualización y les confieso que al principio nuestra pequeña mariposa estaba sola en este camino, no pensaba escribir a ningún otro personaje pero Elara apareció de entre las sombras y no pude evitar interesarme en ella.

Saludos! 

La mariposa del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora