𝐊𝐎𝐎𝐊𝐓𝐀𝐄 | En las alianzas de su matrimonio, Taehyung y Jungkook tejieron sueños y promesas, creyendo ciegamente en que su union sería para la eternidad.
Jungkook, un hombre reservado y profundamente inmerso en sus objetivos y metas de vida...
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El hospital se desvanecía en el espejo retrovisor mientras Taehyung contemplaba el camino a casa con ojos vidriosos y distantes. La medicación atenuaba el dolor físico de su cuello y brazo, pero hacía nada por el desgarro en su alma. Jimin y Minjae, lo acompañaban en el auto, cada uno lanzando miradas preocupadas que se cruzaban sobre su cabeza inclinada.
Al llegar a casa, Jimin, con una preocupación paternal, ofreció quedarse la noche. "Tae, cariño, realmente no deberías estar solo" insistió suavemente, su rostro reflejando una mezcla de compasión y determinación.
"No, necesito... necesito estar solo" murmuró, su voz un susurro fracturado por la desolación inminente. "Por favor" añadió, un ruego silencioso vibrando en esas dos palabras, su mirada dirigiéndose está vez a Minjae, quien lo veía con cariño.
Con un beso cálido en la frente, Minjae asintió despidiéndose, jalando del brazo de Jimin para que no insistiera más.
"Estoy a una llamada de distancia, pequeño. No importa la hora" dijo Minjae, su voz firme, cargada de una empatía palpable.
Taehyung asintió, las lágrimas bordeando sus párpados, mientras Jimin le daba un último abrazo apretado, un intento de transferir algo de fortaleza antes de partir. Luego, la puerta se cerró detrás de ellos, y el sonido sordo resonó como un golpe final al silencio que ahora inundaba su casa...
"Casa... Este lugar ya no se siente como mi hogar" murmuró para sí mismo.
Y es que el hogar, una vez lleno de risas y planes futuros, ahora retumbaba con el eco ensordecedor de la ausencia. Los pasos de Taehyung eran mecánicos mientras se dirigía a su habitación, cada movimiento un recordatorio del vacío que lo rodeaba. Su corazón, un nudo de angustia, latía con un dolor que era casi físico.
Con manos temblorosas, se acercó al fondo de su armario y extrajo una caja de madera pequeña, cuidadosamente oculta detrás de un montón de ropa sin usar. La superficie estaba cubierta de ligero polvo, partículas que danzaban en el rayo de luz que se colaba por la ventana. Al abrirla, el contenido revelado fue como un golpe directo a su ya frágil ser: un par de zapatitos de bebé, unos mamelucos diminutos y las ecografías, cada imagen un recuerdo de un futuro que nunca sería.
Sus dedos acariciaron los objetos con una ternura desgarradora, y entonces, como si una presa hubiese cedido dentro de él, rompió a llorar. Las lágrimas fluían libres, cada una un tributo silencioso a su ángel perdido. Abrazó los recuerdos contra su pecho, el tejido de los mamelucos absorbiendo sus lágrimas saladas, mientras murmuraba palabras a un oído que nunca las escucharía.
"¿Por qué? ¿Por qué la vida me quitó a mi bebé, a mi niño?" susurraba, cada palabra impregnada de un dolor inenarrable, su tono una resonancia de la melancolía y el desamparo que lo envolvían. "Eras mi esperanza, mi pequeño amor, mi todo. ¿Cómo seguiré sin ti?" articulaba entre sollozos que romperían a cualquiera, las preguntas retumbando en la quietud de la habitación.
