Cap4

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Poppy caminaba junto a Wally por los confusos y eternos pasillos del enorme lugar en el que se encontraban. La iluminación ofrecida por las velas de los altos candelabros, así como la enorme alfombra de color carmín, denotaba la elegancia y cálidez de un hogar egoísta.

Wally, con pasos temerosos, sentía que en cualquier momento podría tropezar con algún mueble. Sin embargo, las alas de cálido plumaje de la niñera yacían sobre sus hombros con suavidad, ayudándolo a avanzar sin ningún problema.

Ambos se detuvieron frente a una de las varias habitaciones del lugar y, al abrir la puerta, Wally olfateó el embriagante aroma a rosas que emergió del interior.

ᅳ Puedes quedarte aquí. Es un poco pequeño, pero será suficiente ᅳ, indicó Poppy, soltando sus hombros para caminar hasta el otro lado de la habitación.

Wally permaneció inmóvil en su lugar, agudizando su oído para intentar descifrar todo lo que ocurría a su alrededor en base a los sonidos que hacía la niñera. Con un poco de atención, logró reconocer el ruido de un baúl siendo abierto y cerrado un momento después. Los pasos de Poppy se guiaron hasta él y, como si de una rutina diaria se tratara, extendió sus brazos hasta la mujer para que sus muñecas fueran liberadas.

ᅳ Sólo será un segundo ᅳ aseguró Poppy, desatando las manos de Wally con la misma dulzura que envolvía sus palabras. ᅳ Ahora quédate quieto.

El menor acató rápidamente la orden, manteniéndose en una posición firme en un intento por disimular el temblor en sus piernas al sentir la cercanía de la mujer. Con el tiempo había aprendido a mantener la calma mediante una respiración profunda; sin embargo, aquello poco le sirvió cuando las alas de la niñera pasaron justo por debajo de su máscara. El ligero roce provocó un pánico aterrador en él y se llevó las manos a la máscara, sosteniéndola con firmeza en un desesperado intento por evitar que se la quitaran.

ᅳ ¡Oh! No, no, cariño. No quiero tu máscara ᅳ aclaró Poppy al notar la desesperación de la mascota. ᅳ Sólo voy a quitarte el collarín.

Wally, aún con sus manos sobre la máscara, logró tranquilizarse con las palabras de Poppy. No podía evitar comparar la misma situación vivida con otras niñeras que, por desobedecer simples órdenes, le habían hecho acreedor a un grito o, en casos más extremistas, un golpe. Sus manos se relajaron y abandonaron la máscara, permitiéndole a la mujer retirar el collarín.

ᅳ Muy bien. Ahora estira tus brazos, tengo que tomar tus medidas.

Poppy extendió la cinta métrica extraída del baúl y la envolvió en torno al cuello de la mascota.

ᅳ Tu cuello es un poco delgado… ¿Acaso tu dueño no te alimenta bien? ᅳ preguntó con un suave tono de angustia. Al no recibir respuesta alguna más que silencio, continuó midiendo el largo de sus brazos, sosteniendo un extremo de la cinta desde el hombro de Wally hasta su muñeca. ᅳ Tus manos son muy lindas e igual de pequeñas. He visto mascotas de tu tamaño y edad, pero no suelen ser muy comunes. Quiero decir, los nobles suelen preferir a las mascotas un poco más grandes. Duran más… ᅳ murmuró con un deje de pesar ante el inminente destino de las mascotas.

Wally inclinó la cabeza a un lado en su corrompida inocencia e ignorancia.

ᅳ Olvida eso último ᅳ musitó Poppy, continuando con su trabajo al envolver la cinta en la cintura del menor. ᅳ Aún así entiendo tu valor. Escuché un gran alboroto allá afuera por ti, ¿no es así? Si vas a quedarte aquí, me temo que tendrás que acostumbrarte ya que discuten muy a menudo.

ᅳ M-Mi… ᅳ titubeó Wally al intentar hablar, pero su voz se quebró con la primera palabra.

ᅳ ¿Huh? ᅳ expresó Poppi, deteniéndose por un segundo. ᅳ ¿Qué pasa? Puedes hablar conmigo, estoy aquí para cuidarte.

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