XXXV

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Capítulo 35.
"WHO'S AFARID OF LITTLE OLD ME"

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Annabella's perspective

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El martes después del almuerzo, el aire frío del invierno aún se sentía en los pasillos de Hogwarts. Theo y yo caminábamos juntos hacia la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Después de los últimos eventos, había evitado a los hermanos Carrow tanto como había podido, pero sabía que no podía seguir huyendo. Theo notó mi tensión y apretó mi mano ligeramente.

—Annabella, puedes hacerlo. No dejes que te intimiden.

Asentí, agradecida por su apoyo. Desde el último enfrentamiento, mi ira había estado burbujeando justo bajo la superficie, lista para estallar. Entramos al aula, donde los murmullos cesaron instantáneamente al verme. Las miradas de los estudiantes eran una mezcla de miedo y desprecio, como siempre. Los Carrow ya estaban allí, esperando a que todos entraran. Amycus sonrió de manera desagradable al verme.

—Riddle, finalmente te dignas a unirte a nosotros. Hoy tendremos un duelo. Tú contra una de las alumnas de Ravenclaw. Quiero ver cuántos de esos hechizos imperdonables has aprendido.

Miré a la chica de Ravenclaw. Sus ojos reflejaban puro terror. Sentí una punzada de compasión por ella, pero eso solo alimentó más mi furia. Me negué a ser una marioneta en el espectáculo sádico de los Carrow.

—No voy a hacer esto —dije con voz firme.

Amycus arqueó una ceja y Alecto se rió entre dientes.

—No es una solicitud, Annabella. Es una orden. Ahora, empiecen.

La chica de Ravenclaw levantó su varita, temblando. Pero yo no moví un músculo. En lugar de apuntarle a ella, giré mi varita hacia los Carrow.

—Si querían verme usar hechizos imperdonables, deberían haberlo dicho antes —murmuré con un tono venenoso.

Y entonces, con una rapidez y precisión que no sabía que tenía, lancé un hechizo de ataque directo a Amycus. El choque de magia llenó el aula, haciendo que todos los estudiantes se retiraran de inmediato hacia las paredes. Amycus apenas tuvo tiempo de defenderse, y cuando lo hizo, yo ya había lanzado otro hechizo a Alecto.

—¡Riddle! ¡Detente ahora! —gritó Alecto, pero yo no la escuché.

Nada me hacía sentir más viva que la adrenalina que ahora corría por mis venas. Cada hechizo que lanzaba estaba cargado de la rabia acumulada de años de ser temida, odiada y malentendida. Los estudiantes me miraban con asombro y terror, y por una vez, no me importaba.

Los hechizos volaban en todas direcciones. Amycus cayó al suelo, sangrando por una herida en la cara, y Alecto apenas pudo mantenerse en pie, jadeando de dolor. Pero yo no tenía compasión. Estos eran los momentos por los que había sido moldeada. Había sido amable y dócil, pero la vida en esta "carpa de circo", como la llamaba, me había vuelto feroz y despiadada.

—¡Annabella, por favor! —Theo trató de intervenir, pero lo empujé a un lado.

Finalmente, cuando ambos Carrow estaban en el suelo, jadeando y derrotados, me giré hacia los estudiantes. Todos estaban en silencio, mirando con horror la escena. Sentí una risa amarga burbujear dentro de mí, y la dejé salir.

—Mírenlos —dije con voz temblorosa pero firme—. Aquí tienen a sus profesores, derrotados por alguien a quien llaman débil. ¿Quién es el débil ahora?

Nadie se movió. Nadie habló. Los rumores de que era un monstruo siempre habían circulado, pero ahora, después de esto, eran más ciertos que nunca, y me valían un carajo. Miré a mis compañeros, los mismos que habían difundido mentiras y me habían evitado, y una risa amarga escapó de mis labios.

Ahora les daba una buena razón para por fin temerme. A la mierda mi reputación, ya era casi perdida hace mucho. Vi que mis compañeros me seguían viendo. Theo viéndome como si no me conociera, pero en ese momento no me importaba.

— ¿Qué están mirando? Les estoy haciendo un favor al derrotar a estos dos. Sé que todos los odian. — Me acerqué a los profesores en el suelo. Puse mi pie en la cara de Alecto para voltearlo hacia a mí.

— Creo que mi padre estaría orgulloso de los hechizos que me enseñaste querido profesor, mil gracias. — dije burlonamente.

— Estás en problemas Riddle.

— Cómo si nunca deje de estarlo. — Rodé los ojos.

Los estudiantes me miraban como si fuera una demente. Algunos susurraban, diciendo que era peor de lo que pensaban. Pero eso no me importaba. Si querían pensar que era un monstruo, les daría razones para creerlo.

Algunos Slytherins, por supuesto, intentaron ayudar a los Carrow, pero apenas di un paso hacia ellos para detenerlos, otros estudiantes se adelantaron y los interceptaron. Con risas nerviosas y excitadas, arrastraron a los profesores por sus ropas y los colgaron del candelabro del salón. El espectáculo era surrealista, casi grotesco, y sin embargo, los estudiantes se reían, liberando años de miedo y resentimiento. Otros estudiantes salieron corriendo a llamar a más estudiantes y otros a llamar a algún otro profesor.

Vi todo esto con una sonrisa diabólica en el rostro. Había sembrado el caos, y ellos lo estaban cultivando. Me di la vuelta y salí del salón, dejando un rastro de silencio y temor a mi paso. Nadie se atrevió a detenerme. Nadie se atrevió a decir una palabra. Porque en ese momento, todos supieron que Annabella Riddle no era alguien con quien jugar. Y esa verdad, más que cualquier rumor, sería lo que los mantendría despiertos por la noche.

Ahora, ¿Quién teme de la pequeña yo?



Ahora, ¿Quién teme de la pequeña yo?

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Big Reputation | Harry  PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora