CAPÍTULO 13

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Estaba cansada, adolorida y con frío, pero no me apetecía ir a casa ni de broma. Prefería seguir observando como la gente me miraba con ojos juzgadores, que tener que volver a verle el rostro a esos tres, pero sabía que tenía que volver tarde o temprano.

Estaba tan cansada que sin darme cuenta me dormí por un momento, pero me desperté de un salto al escuchar que alguien gritaba mi nombre. Intenté levantarme para salir de ahí, pero estaba tan débil que no lo logré. Al cabo de unos segundos alguien se paró frente a mí con la respiración agitada -debió estar corriendo por un buen rato, porque casi no podía respirar-. Hice un ademán para pararme, pero me caí de culo en el banco otra vez, estaba tan mareada y sentía muchísimo frío, aunque estaba haciendo mucho calor ese día. Al abrir bien mis ojos lo primero que me encontré fue el rostro de Isaac -que por cierto estaba con el ceño muy fruncido y casi parecía querer matarme con los ojos-. Le sonreí y apoye mi cabeza en su cintura, él no se movió y tome eso como una señal para acercarme más.

-¿Se puede saber qué haces durmiendo aquí? -pregunto casi indignado

Yo por mi parte estaba tan concentrada en buscar calor, que refrescaba mi rostro en su estómago sin parar y podía sentir como le costaba aún respirar.

-Pues dormir -dije irónicamente

-Niña deja de jugar y dime que te pasó ayer.

-Nada, estoy bien -mentí

-En serio que lo haces mal -murmuro y suspiro antes de mirarme

-Lo... Siento...

Si había algo que no me gustaba hacer, además de hablar con la gente, era pedir disculpas

-No te disculpes, prefiero que me digas que te pasa o que te paso para que reaccionaras así

-Yo...-de repente sentí que perdía el control de mi cuerpo y me dejaba caer completamente sobre el suyo

-¡Niña tienes fiebre! -puso su mano sobre mi frente y se sintió tan agradable que no me queje cuando también me toco las mejillas y el cuello

-Es una simple fiebre, no exageres

-¿Una simple fiebre? ¡No puedes ni abrir los ojos de lo mal que estás!

Intento ponerme de pie, pero sin éxito. Cómo vio que no podría caminar por mi cuenta, optó por hacer otra jugada.

-¡Oye! ¿Qué...? ¡Bájame! Tonto -ahora me encontraba colgando de su hombro y no pude evitar notar con la facilidad que me cargaba, como si estuviera llevando una bolsa con plumas

-Nos iremos a casa y vas a descansar un rato para bajar esa fiebre...

-¡No!

Él pareció sorprenderse bastante con mi respuesta, porque los músculos de su espalda se tensaron al instante

-No quiero... volver, no con ella ahí

-¿Ella? -parecía realmente confuso

-Rosii -hice énfasis en su nombre, dejando a la vista mi disgusto

-¿Y se te ocurre otro lugar al cual ir? -evito pregunta por ella y yo se lo agradecí mucho

-Cualquier sitio es mejor para mí en estos momentos

No dijo nada más, pero empezó a caminar aún conmigo encima. Ya me encontraba con más sangre en la cabeza que en el cuerpo, pero Isaac no daba señales de querer bajarme pronto, así que intente hacerlo yo misma

-Quieta, niña. Te harás daño -me detuve en seco cuando me palmeó el culo

-No creo que a tu novia le haga mucha gracia, que andes pegándole a cualquier chica en el culo -él sonrió y casi pude visualizar su expresión divertida

Un amor. Dos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora