1. Un frío inicio

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Viernes once de febrero a las once de la noche en Bogotá.

Dos estudiantes caminan juntos por una calle que, aún en el día, es poco transitada.
Saliendo de una clase nocturna,

—Que profesor tan idiota... Casi como tú —golpea fuertemente en el hombro a su acompañante.
—No es precisamente buen maestro —responde haciendo caso omiso a las provocaciones de la chica.
—Estupido décimo b, ¿puedes creer que casi me dejan en un salón distinto?,¿qué haría yo sin ti, nerdo?, sería muy aburrido.
—...

Dispuestos a entrar a una cafetería atiborrada de gente, son detenidos.

—Niña, tú ya no puedes entrar.
—Yo pediré por los dos, ¿sí? —interfiere Hugo, evitando que la chica ataque al empleado.
—Claro —respondió alba rodando los ojos, y devolviendo las manos a sus bolsillos, dispuesta a esperarlo.

La joven de pelo largo y desordenado miraba a todos lados, con desdén.
Vió a siete personas que conocía muy bien y la sangre se le heló.
Unos viejos "amigos" de su difunto padre estaban acercándose a ella.
Muchos recuerdos llegaron a su mente, y pensó en correr, pero no se movió, sus piernas hormigueaban pero no le respondían, inmóvil y sudando frío, el grupo se acercó cada vez más.

—¡Hey, miren, la niña del muerto! —se burló una mujer al reconocerla.

Su piel estaba aún más pálida de lo normal, y su garganta se selló, no podía ni articular palabras, estaba tan ensimismada que pareció que de un parpadeo a otro, ya se le habían puesto en frente, lo suficiente como para mirarla fijamente a los sumamente dilatados ojos.

—Hola, perra —al no recibir respuesta, la golpeó, derribandola—. ¡Te acabo de saludar, estúpida!

Aún antes de eso su sangre ya bombeaba a mil por hora, su sistema estaba atestado de adrenalina y cortisol.

Ya no eran recuerdos, sino que se repetía la situación.
El segundo golpe fue sucedido por toqueteos indebidos, por parte de dos chicas.
Sin notarlo ya estaba siendo arrastrada a un callejón.
Fue cuando empezaron a desvestirla que su cuerpo reaccionó, lanzó un poñetazo al aire e intentó gritar, lo cual fue impedido por una tercera mujer, quien tapó su boca. Solo atinó a morderla.
Siendo la agresora quien terminó por gritar.
Pero el ruido fue en vano al no haber nadie lo suficientemente cerca.
Durante diez minutos, eternos para la chica, en donde se alternaba el maltrato físico con sexual.

—*Phew*, que larga fila —pagó—. Quédate el cambio.

Salió del café y su frente se arrugó al ver la mochila de su acompañante, pero no a la misma, la recogió del suelo y volvió a entrar de prisa, dejó su compra y las mochilas de ambos en una mesa. Salió por segunda vez y busco a su compañera, con el corazón acelerado.
Voces se oían a lo lejos, así que las siguió hasta un callejón con la farola rota.
Su rostro se desfiguró, sus ojos se abrieron como olatos y su sangre hirvió.
Siete personas, entre hombres y mujeres cometiendo un acto que no podía ser catalogado como menos que tortura, a una adolescente.

-¡Oigan!, ¿¡qué mierda creen que hacen!? -gritó Hugo a las personas que quería creer no eran eso, sino demonios en su lugar.

"Largo, niñato" dijo tranquilamente la tipa que le tapaba la boca a Alba, está vez con la camisa escolar de esta, "estamos ocupados", mencionó un hombre calvo y alto, que estaba de espaldas a Hugo, y cuyas caderas se movían fuertemente de delante hacia atrás.
No podía creer la crueldad y el cinismo de aquellas personas.

-¡Sueltenla ahora!, ¡llamaré a la policía! -exigió colérico, mientras sacaba su teléfono y se les acercaba, saliendo del shock.

La mujer de pelo liso le tiró una botella de cerveza y le repitió que se fuera.

-Sensei, perdoneme, hoy voy a golpear a siente personas en un callejón -casi susurro el joven-, ¡tokumei, hoy te mueres! -terminó, con la cara roja y los puños amarillos.

El muchacho se abalanzó sobre el calvo, usando sus palmas abiertas cual lanzas, el "shutou" que le había enseñado su maestro, separó a Alba del grupo, dejándola en el suelo, los hombres enojados se abalanzaron sobre el.

-Maestro, perdón por usar su técnica en la calle -se lamentó Hugo mientras lanzaba una sucesión de golpes, que su maestro llamaba "Jineiken-nejiri nukite", dejando a cinco personas en el suelo en un santiamén.

Cuando Alba recién salió de su bloqueo mental, vió a su compañero colgando el teléfono, e intentó levantarse.

—No te muevas —le amarró el pelo con un lazo que tenía dentro de una bolsita en su bolsillo-, ya viene la ambulancia.







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El maestro de Hugo es un karateca japonés (leo manga y veo anime, no me juzguen).

Tokumei
🔻
Persona sin nombre.

Shutou
🔻
Manos como espadas.

Jineiken - nejiri nukite
🔻
"Puño de Dios - mano giratoria", básicamente incluye un giro a los movimientos de "shutou".

¡¡ Bye bye !!

Una Historia ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora