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Crowley seguía con los pies en el agua, esta ya estaba tibia, sus pies ya se habían regenerado, pero aún sentía el ardor como si fuera un miembro fantasma, sacó los pies del balde y se puso de pie, caminó a la que era su habitación y se miró en el espejo que tenía allí, estaba más delgado, la sombra de una barba se asomaba en su rostro donde también se podían apreciar algunas cicatrices, su cabello llegaba a la mitad de su espalda, su vestimenta estaba arrugada; disgustado con lo mal vestido que estaba se desvistió quedando expuesto ante el espejo, allí apreció el tatuaje de la serpiente, en los últimos dos años esta había crecido y también enseñaba los colmillos por alguna razón que Crowley ignoraba, ahora estaba enroscada cubriendo su pectoral derecho, a veces estaba así, otras veces se enroscaba en su clavícula, a veces bajaba a su antebrazo, pero la mayoría de las veces estaba en su hombro y subía hasta tener la cabeza en el cuello de Crowley, como intentado estar cerca de donde solía permanecer.

Soltando un suspiro chasqueo los dedos haciendo que un elegante traje negro con chaleco vinotinto (ligeramente rojizo), adornado con un par de cadenas apareciera, sus pies eran cubiertos por unas botas de cuero con una hebilla y al caminar se podía apreciar un rojo vivo en la suela. Pasó sus manos por su cabellera y esta cambió de estilo instantáneamente a un cabello más corto, ligeramente cubriendo su nuca y con un fleco que, a pesar de verse rebelde, se mantenía en su sitio.

¿A qué se debía este repentino ánimo de arreglarse? Si había algo qué Crowley solía despreciar era la autocompasión y eso era lo único que había estado haciendo, auto-compadecerse. Así que una vez estuvo bien vestido, se colocó sus acostumbradas gafas oscuras y caminó hasta la sala de estar, allí chasqueo de nuevo los dedos haciendo desaparecer el desastre, miró a sus plantas, estás comenzaron a temblar, tomó aire y les hablo tranquilamente.

-Nos mudaremos de nuevo, mis queridas, no se alarmen, no les quiero hablar mal, no hoy.

Y así como lo dijo, Crowley se movilizó ese día, subió a su Bentley y condujo al sitio a donde estaba su antigüo apartamento, este estaba solo, pues desde que Shax fue subida de rango el lugar ha estado vacío, así que lo recuperaría.

En el cielo todo estaba más tranquilo de lo normal, no había nada que hacer y Aziraphale estaba por perder la calma pues se presentaban flashbacks involuntarios y recordar solo le traía dolor.

-Por favor, ya basta... -se decía luchando contra los recuerdos, los reprimía tanto como podía.

Lo que Aziraphale no notaba era que cada vez que evadía o reprimía un recuerdo, sus ojos brillaban más en púrpura.

-Arcangel Aziraphale... -llamaron detrás de él.

-¿Si? -volteó entusiasta, sintiéndose agradecido de que apareciese alguien para sacarlo de su mente.

-Me envían para decirle que hoy las cosas son regulares tanto en la tierra como aquí en el cielo -dice el pequeño ángel sonriente para luego retirarse.

Azira tenía una sonrisa, pero internamente gritaba en agonía. Tan tranquilamente como pudo tomó asiento en su escritorio, cerró los ojos mientras se concentraba en su respiración, y esta vez fue inevitable, el azul estrella se opuso al púrpura y los recuerdos lo inundaron, comenzando desde quella vez que estaban en el sótano de casa de Job mientras la apuesta entre Dios y satanás se cumplía, su amigo bebía vino mientras él solo lo observaba hasta que el demonio le ofreció, naturalmente lo rechazó con una expresión de disgusto, pero cuando le ofreció carne, al probarla, algo dentro de él despertó, como si hubiera estado muriendo de hambre desde hacía eones. Luego recordó la antigua Roma, el Medievo cuando eran caballeros y Crowley fue quién dió vida a la leyenda del caballero negro, la revolución francesa y Crowley liberando a Aziraphale de una ejecución segura, todo por estar antojado de las crepas, Azira sonrió nostalgicamente, los años cuarenta, la segunda guerra mundial, cuando el demonio hizo que cayera la bomba salvandolos a ambos e incluso sus preciados libros, el corazón del arcángel se aceleró recordando el momento exacto cuando le entregó el maletín y entonces, aquella noche en la que le había entregado aquel termo con agua de la mas bendita.

-Oh Crowley -susurró.

Pues sabía que el demonio tenía tiempo pensando en borrar su propia existencia con agua bendita y, ya que en los últimos meses había estado causando estragos en iglesias y estos pararon repentinamente.
Adolorido por la idea de que hubiera tenido éxito llevando a cabo tal auto eliminación, Aziraphale se puso de pie de súbito y se acercó a la imagen de la tierra que allí había, quiso mirar, solo dsr un vistazo y asegurarse de que él estaba bien o que simplemente había dejado de existir, pero no tuvo el valor, se dejó caer de rodillas y cubrió su rostro con ambas manos, sintiendo dolor, ira y anhelo, anhelo por tener a su mejor amigo de vuelta, sin importar que tan demonio fuera, pero sabía que en el fondo, aún conservaba un pedacito de ángel bondadoso y era suficiente, para él. Sin darse cuenta, Azira había dejado salir parte de su poder mientras pensaba en lo mucho que extrañaba a Crowley provocando un suceso que nadie en el cielo habría creído posible hasta ese momento.

-¿Hola? -saludó una tímida vocecita detrás del arcángel.

Este volteó sorprendido y al observar de quién se trataba se sintió, no solo sorprendido, si no increíblemente turbado.

-¿Qué hice? -soltó angustiado.

Crowley ya se había movilizado por completo a su antigüo apartamento, allí, no estaba más feliz, pero su ansiedad y depresión se habían rebajado un poco... O eso había creído hasta que repentinamente se encontraba de nuevo en una iglesia vacía frente a una fuente de agua bendita.

-Es solo un trago y ya... No tiene porqué ser lento, si será doloroso, pero una vez que todo acabe no importará... ¿No? -hablaba consigo mismo debatiéndose si acabar con su existencia o no.

Entonces recordó aquel día en el que dejó caer un balde de agua bendita sobre uno de los demonios que lo buscaban por "traicionar" al infierno cuando estaba intentando detener el armagedón. El temor llenó al pobre demonio a tal punto que no tuvo mucho tiempo de pensar cuando ya estaba dentro del Bentley manejando a toda velocidad de camino al pub que tanto solía visitar, al llegar allí no hizo mas que beber, beber y beber, como él solía decir «cantidades industriales de alcohol».

El problema con esas cantidades de alcohol era que terminaba tan ebrio que comenzaba a balbucear cosas sobre un ángel que lo había abandonado, incluso subía a su Bentley, el cuál conducía prácticamente solo y lo llevaba a los lugares que solía visitar, sobre todo al parque, pues Crowley disfrutaba de ver a los patos. En una ocasión tomo a uno en brazos y lloró internamente mientras lo acariciaba.

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Bueno, ya el tercer capítulo, espero te esté gustando, por favor, no olvides votar, comentar y compartir con otro fan de los inefables.

No te desesperes ante las dudas que tengas, espera y verás.

Loviu.

El fin del mundo... ¿Otra vez? [Good Omens/S3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora