-Pero así son las cosas... Un día estás con la persona que más quieres... Y al otro... -se interrumpe por el hipo. -Al otro te deja...
Crowley tenía dos horas en el bar y ya se encontraba ebrio, soltando todo el despecho y la tristeza que llevaba dentro, las personas de las otras mesas lo escuchaban, pero no le prestaban mayor atención, solo se decían «Es otro ebrio más con el corazón roto, mejor dejarlo tranquilo» y así pasaban los días, ya no aterrorizaba iglesias mientras se quemaba los pies, ahora se ahogaba en alcohol.
En el cielo, sorpresivamente todos estaban muy callados e incluso ausentes, pues lo que acababa de suceder era digno de una detención o escándalo y aún así, no aparecía nadie.
Aziraphale miraba alarmado a todos lados mientras se acercaba lentamente a lo que creía era su creación, se detuvo al estar a una distancia prudente.
-¿Qué...? -comenzó mientras aún formulaba lo que iba a decir en su cabeza, pero no se le ocurría nada elocuente. -¿Qué eres?
La jovencita que estaba de rodillas ante él inclinó la cabeza levemente confundida. -No lo sé. -contestó.
Aziraphale la miraba con sus ojos abiertos, alarmados, y lo que tenía a Aziraphale en ese estado no era siquiera la aparición de ella, era su aspecto, pues tenía una piel ligeramente bronceada, cabello de un intenso rojo sangre y sus ojos, estos eran ámbar. Ese color que tanto le gustaba mirar, incluso su librería por dentro tenía ese color, su cuerpo era cubierto por un vestido plateado manga larga, simulaba el color del polvo estelar. Solo por sus características él sabía que ella no pudo haber sido creada por nadie más que él mismo, pues en su soledad y tristeza, provoco la aparición de un ser que llenara el vacío que tenía.
Recomponiendose un poco de la impresión, el arcángel continuó haciendole preguntas a la joven, pero a todas y a cada una ella solo contestaba «No lo sé».
«Una mente divinamente ingenua e inocente» -pensó maravillado.
-Bueno...-se acercó con calma y se hincó sobre una rodilla ante ella. -Mi nombre es Aziraphale... -se presentó y ella lo interrumpió.
-¿Eres mi padre? -preguntó con sus hermosos ojos ámbar abiertos con asombro, como si lo conociera y se reencontrara con él después de un tiempo.
El corazón de Aziraphale dió un vuelco y con una sonrisa asintió. -Así es querida, yo soy tu padre -la tomó de las manos y la ayudó a poner en pie. -Bienvenida al cielo.
La jovencita sonrió y emocionada lo abrazó, esto sorprendió demasiado al arcángel al principio, pero luego de un breve instante, cedió y correspondió el abrazo.
Azira le dió vestimenta apropiada, pues aunque amaba el vestido plateado, quería que se viera más adecuada a las normas de etiqueta del cielo, vistiendola así con un conjunto de falda y chaleco gris, junto con una camisa blanca debajo simulando un uniforme escolar. Y desde ese momento Aziraphale comenzó a enseñarle todo lo que sabía, fue lo único a lo que se dedicó de lleno en meses humanos, enseñarle cosas tan básicas como la biblia de principio a fin, todos los acontecimientos de la humanidad y en los que él formó parte, incluso le enseño algunos idiomas, también le mencionó sobre los alimentos humanos provocando una gran curiosidad en ella.-¿No podemos bajar a probar las crepas? -preguntó con un tono de voz de niña, muy risueña y una mirada soñadora.
Azira negaba un poco triste. -No querida, prometo que cuando sea posible ir a la tierra lo primero que haré será llevarte por crepas, pero por ahora no podemos. -le acarició sus preciosas ondas rojizas.
Esto la desilucionaba, pero lo aceptaba, no le hacía preguntas, pues el día que lo bombardeó con preguntas él casi estalla.
-Pero ¿Por qué este lugar es tan vacío?, ¿Por qué tan blanco?, ¿Por qué vestimos así?, ¿Puedo ver a Dios?, ¿Quién es ese anciano que viene a hablar contigo, pero no me habla a mi? -y así sucesivamente.
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El fin del mundo... ¿Otra vez? [Good Omens/S3]
FanficDesde la separación las cosas han ido regulares, el cielo no se ha pronunciado sobre la tierra y el infierno no ha causado ningún problema, sin embargo, aunque los mejores amigos siguen sin hablarse tendrán que arreglárselas para reconciliarse, pues...