—Ya mañana es seis de enero —dijo sonriente Damián—, y no te van a traer nada los reyes magos, anciano.
—Ni a mí —dijo tras una leve carcajada Cristian.
—No te hagas, tú también ya estás viejo, Damián —le respondió Octavio, dejando de tomar de súbito su refresco.
—Tú más, porque eres cinco meses mayor de yo.
—Y seis que yo —dijo de repente Cristian, por alguna razón, pues a veces incluso se avergonzaba de ser el más joven de todos.
—Da igual, estamos igual de jodidos todos y no nos van a traer ni madres. Ya estamos viejos... —dijo esto último como una especie de reflexión para él.
—Muy viejos —otro comentario repentino de Cristian.
Damián acomodó sus piernas para abrazarlas y recargar su barbilla en sus rodillas.
—Vaya si lo estaremos —dijo por último.
Hubo un pequeño silencio y simplemente miraron a la nada, a gusto. Era uno de esos momentos en los que uno se siente plácido con la tranquilidad del ambiente.
Estaban sentados plácidamente frente a uno de esos edificios que usan para establecerse los bancos, y que siempre están hechos de cemento. Sintieron agradable aquel calor que de pronto les pegaba (pues antes de eso había un frío insoportable), y también les supieron bien los refrescos de naranja que tomaban, con los que se estaban pasando las tortas que tan gustosos se habían comido anteriormente. Un momento bastante bueno; aunque Damián empezaba a sentir algo raro desde aquel último comentario, y la cómoda escena que se presentaba le resultaba menos agradable.
Habían decidido salir y tomar una pequeña merienda antes de la cena que de seguro tendrían en la noche, con la típica rosca de reyes y el atole u otra bebida que se sintiera bien con el gélido aire que apareciera en esas horas. Era claro que anhelaban la cena que habría y prácticamente tenían grabada en la cabeza la imagen de tan rico buffet.
Sin embargo, estando junto a Octavio y Cristian en aquellos momentos, sentía que había algo raro. Se le antojaba divertida la noche y la esperaba ansioso, pero se sentía diferente después de pensar en los comentarios que le había dicho a Octavio. Por eso el silencio permaneció por un breve momento antes de que tuviera alguno de los dos el ánimo de proseguir.
—¿Todavía se acuerdan cuando, de morrillos, mandaban su carta a los Reyes? —dijo de pronto Octavio, aunque algo sin ánimo y apagado.
—Claro que me acordaré, si no estoy tan viejo como tú —aún parecía querer el ánimo de la conversación, aunque algo mostraba que no podía recuperarse.
—Yo claro, y hasta me acuerdo que tan feliz estaba la última mañana que abrí mis regalos. En realidad, hasta me parece que fue ayer... —Cristian pareció intrigado de saber cómo, de la noche a la mañana, había dejado ya de ser un niño.
—Yo realmente no —ahora si parecía estar de pronto decaído—. Me gustaría aún poder recordar tan claramente como eran esos momentos para mí... pero creo que simplemente ya no puedo. Tendré mejores cosas que recordar.
—No creo que haya mejores cosas que recordar que esas —eso último pareció decírselo más a sí mismo que a él, y con esto su sonrisa empezó a decaer—. Me parece muy importante todo el pasado.
—Todo el tiempo es relevante —hizo esa breve reflexión Cristian —. Es tan valioso, que el propio tiempo no tiene tiempo de detenerse por cosas como recuerdos bonitos o alguna estupidez así. Todo sigue igual, sea lo que sea.
—Todo sigue igual... —su mirada ahora perdida y su sonrisa desapareció para mostrar una expresión de duda—. Todo seguirá igual.
—Y nada lo cambiará.
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Relatos de la juventud moderna
Short Story(Créditos de la portada: @fiore0217) Una antología sobre la adolescencia en estos tiempos modernos, en los que cosas como las adicciones o las redes sociales han cambiado mucho a los jóvenes. Aborda temas como la soledad, la juventud, la orientació...