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Lute se hizo un ovillo en su cama, su ala cubría todo su cuerpo como una manta. Se había encerrado ahí después del incendio en frenesí, cerrando la puerta y prohibiendo la entrada a cualquiera. Eso fue hace horas.
En la mesita de noche detrás de ella, todavía en la hermosa caja negra que ahora estaba chamuscada en los bordes estaba la prótesis, ahora derretida en algunos lugares y empañada. Ace se había ofrecido a arreglarla para ella, pero Lute se negó y la mantuvo apretada contra su pecho hasta que la depositó donde estaba ahora.
Después de su encuentro con Lilith, no quiso pensar en nada. No quería pensar en cómo su halo, una vez delgado y negro, ahora era más grueso y dorado, con el único recordatorio de cómo había sido antes con las dos pequeñas púas en la parte superior, dando la impresión de pequeños cuernos. U orejas de gato pequeñas. Ella frunció el ceño. Maldita Lilith. Rompió su espejo con el puño poco después de llegar a su habitación.
Los últimos días habían sido un torbellino de emociones y revelaciones que hubiera preferido pasar toda su vida inmortal sin tenerlas. Estaba agotada y a punto de rogarle a dios que le permitiera dormir. Pero a pesar del seco escozor de sus ojos y la fatiga de sus músculos, su cuerpo simplemente no descansaba.
Así que allí yacía, dolorosamente despierta y gimiendo lastimosamente como un animal herido en una habitación sucia tras semanas de negligencia y emociones destrozadas. Juró que todavía podía sentir el peso de la cadena alrededor de su cuello cada vez que pensaba en ello, sus dedos se clavaban en la carne como si pudiera quitársela.
Un golpe en la puerta hizo que Lute gruñera.
ーOye, Lute-
ーDije que no me molestaranー siseó y se acurrucó más fuerte. El sonido de una lucha y un batir de alas casi ahoga la voz de Ace desde el otro lado de la puerta.
ーS-sí, lo sé, pero…
ー¡¿Pero qué?!
ー¡Lute!ー Su puerta se abrió bruscamente y se estrelló con fuerza contra la pared, lo que probablemente dejaría una abolladura en el fino yeso.
Lute se agitó alarmada mientras se sentaba en la cama, a punto de saltar y luchar contra lo que fuera que irrumpiera en su habitación.
Emily se abrió paso a pesar de los múltiples intentos de las otras exorcistas de detenerla. Brea y Ace intentaron agarrarla de los brazos para arrastrarla afuera, envolviéndose alrededor de ella y entre ellas en pánico, con Astrid asomándose por encima de sus hombros con una mirada de sorpresa y picardía. Los brazos de la serafín estaban extendidos a sus costados mientras sostenía la puerta abierta con la palma de su mano y las mantenía firmes a las cuatro con la otra presionada contra el marco de la puerta mientras se empujaban entre sí en la entrada. Ella jadeaba pesadamente, su pecho palpitaba por el evidente esfuerzo. ¿Había corrido hasta aquí?
