TN huyendo de un pasado doloroso, llegó a Corea para ser una gran cirujana de la mano del mejor, Kim Seokjin, respetado cirujano y el gran amor de su vida. Pero el destino le tiene preparada una sorpresa, otro amor, Jeon Jungkook. Dos hombres con lo...
Yo seguía dentro suyo con mi miembro todavía duro. Nos habíamos venido al mismo tiempo pero yo quería más aún. Maldita la hora en que le di la llave de mi casa. Salí de TN y nos levantamos del sillón. Con rabia guardé a mi amigo que si pudiera me insultaría por ser tan imbécil de olvidar ponerle la alarma a la puerta. Nayeong no sabe la combinación.
-Amor, no quiero que te vea. Ve arriba y espérame en mi habitación.
-Estoy desnuda, Jin. Y ella está en la entrada. Nos vamos a cruzar.
-Entonces sube por la escalera de la cocina. Ve.
TN me miró enojada inflando las mejillas y tengo que admitir que en otro momento las hubiera mordido pero esta vez tenía que contenerme.
-¡No puedo creer que tenga que esconderme de esa idiota!
TN se agachó a recoger su ropa pero la levanté de un tirón.
-¡Ay! ¿Qué te pasa?
-¿Qué haces? No hay tiempo de que te vistas. Toma ponte mi saco.
Por suerte al llegar a casa me lo saqué y lo tiré en el otro sillón. La cubrí rápidamente con él y la llevé de la mano hasta la puerta de la cocina. TN entró a regañadientes y regresé a dónde estaba antes, junto a los sillones. Ni siquiera me preocupé por la ropa de TN que estaba tirada por el piso. Estaba muy orgulloso de que fuera de la mujer más importante de mi vida. Y si justo Nayeong llegó en el momento menos indicado pues ni modo.
-Mi amor, te extrañé tanto. Sé que no te llamé ni te escribí pero no tienes idea lo ocupada que estaba. Mi abuelo te manda saludos.
La vi dejar su bolso en la mesilla donde pongo mis llaves cuando llego y vino directo hacia mí con los brazos abiertos. Pero antes de llegar vio todo lo que quería que viera y de lo que estaba muy orgulloso. Se puso seria y sus ojos pasaron del sillón al suelo, quedándose fijos en la tanga.
-Jin... Qué...
-Tenemos que hablar, Nayeong. De lo nuestro.
Me crucé de brazos a la espera de alguna mala reacción suya, un golpe, una bofetada y hasta insultos pero no. Me miró y volvió a sonreírme.
-No hay nada de qué hablar -se me acercó y puso sus manos sobre mis brazos para que los separara pero no lo hice. Yo seguí erguido e inmutable.
-Tenemos mucho de qué hablar. Empezando con nuestra separación.
