El sol le otorgaba un resplandor pulcro a las pálidas paredes del estudio, en cuyo brillante suelo, los zapatos del joven Bow Georgeson se arrastraban, despegando la pintura seca. Los óleos lo privaban del fuerte humo de los cigarrillos que su amiga lady Elizabeth D'Horde había consumido, según su vieja costumbre, en gran cantidad, estando sentada en un sillón afelpado situado en el centro. Supo que debía alzar la vista cuando la espalda de Bow cesó todo movimiento y la marcha atrás de sus tacones resonó con un ritmo pausado. Bow suspiró con una satisfacción que le curvó los labios.
—Está lista.
—Indudablemente tu mejor obra, Bow. No dejes de exponerla en la galería de Thaymor, la Academia es demasiado inmensa y vulgar. El balance perfecto entre obras y espectadores, eso es de lo que adolece a diferencia de Thaymor. Ése es su lugar.
—No creo que vaya a exponerla en ningún lado, Catra —dijo Bow antes de cruzarse de brazos y levantar el mentón—. Sí. Está decidido, no la expondré en ningún lado.
—¿Cómo dices? ¿Que no la expondrás? ¿Por qué ustedes los artistas son gente tan rara? Harían lo que fuera para obtener fama, pero en cuanto la tienen parecen querer huir de ella.
—Es algo que no puedo poner en palabras. Hay algo en éste cuadro que me impide enseñarselo a nadie, además de ti.
—Para ocultar semejante belleza a los ojos del mundo, debe haber una razón de gran peso detrás. Cuéntame, adelante.
—No podrías creeme. Es más, sé que te retorcerías de risa si te lo llego a decir.
—Confía en mí, estoy dispuesta a creerlo todo con tal de que sea completamente increíble.
—Es sólo que muestra demasiado de mí.
Inmediatamente, Elizabeth pegó la nuca al respaldo del sillón soltando una carcajada.
—Sabía que te ibas a reír.
—¡Demasiado de ti! ¡Bow, amigo, no tenía idea de que fueras tan vanidoso! Lamento decirte que no advierto similitud alguna entre tus toscos rasgos y cabellos alambrados y ésta joven afrodita del cuadro que parece hecha de marfil e hilos de oro. Y es que sí, tú tienes tus aires intelectuales y eso, pero resulta que la belleza, Bow -la verdadera belleza-, acaba donde empieza el aire intelectual. En cuanto el intelecto aparece, toda armonía del rostro se ve corroída por arrugas, manchas y exageraciones de todo tipo.
Puedo asegurarte que tu misteriosa amiga del retrato, cuyo nombre no has querido revelarme, no piensa. Es una maravillosa criatura descerebrada e ingenua que ha de permanecer así para cuando deseamos enfriar nuestra mente en verano y el invierno cubre las flores del jardín. No eres nada como ella.
—Lo sé, Catra. Por supuesto que no me parezco a ella y odiaría hacerlo. Hay un destino fatal detrás de toda virtud; ninguna está destinada a perdurar, todas acabarán llegado el momento, no importa cuál sea. Mi arte, tu genio o la belleza de Adora Grayskull. Todos sufriremos por lo que Díos nos ha otorgado, y sufrir horriblemente.
—¿Adora Grayskull? ¿Así se llama tu amiga?
Bow apretó los ojos y se sentó en el sillón junto a Elizabeth.
—Sí, así se llama. No pensaba decírtelo.
—¿No?
—Es una costumbre que tengo. Cuando encuentro un amigo muy preciado nunca hablo de él con nadie. De ese modo se vuelve una especie de tesoro reservado para mí sólo y nuestros encuentros son aún más únicos.
—Interesante —murmuró Elizabeth, sacando otro cigarrillo de su bolsillo—. Pero nada eso no contesta a mi pregunta.
—¿Cuál?
—El porqué no expondrás tu retrato de Adora Grayskull.
—Ya te lo dije.
—No, dijiste que mostraba demasiado de ti.
—¿Qué otra razón podría darte, Catra? Si no dije más que la verdad. Es tanta mi esencia impregnada en este cuadro que… me temo que veo mi alma reflejada en él. No te atrevas a reírte, te hablo con total seriedad. Hoy en día el arte es tratado como una especie de autobiografía por sus autores. Dejan de lado la belleza y el estilo para centrarse en sus propias vidas e imagen, ignorando que el objetivo del arte es ocultar al artista.
No, yo nunca podría hacer eso, no a Adora, que me ha dado tantas maravillas desde que la conocí en aquella cena con lord Micah, donde tropezamos de forma accidental.
—Así que allí se conocieron. ¿Cómo fue?
—Terriblemente embarazoso. Nunca una persona me había abrumado tanto. Oh, me comporté como un torpe y su rostro ardía como el de una colegiala. Gracias a Díos que recuperé las fuerzas unos minutos después en el balcón. Ése fue el inicio de nuestra amistad.
Desde entonces me vi influido por su carácter. No puedo hacer un sólo boceto que no se convierta en su rostro ni alejarme de sus colores ni de sus formas. Creo que incluso mi propio ser se ha transformado en consecuencia.
—Qué maravilla lo que me cuentas. Y yo que creí que sólo te importaba el arte.
—¡Adora es todo mi arte! —dijo Bow con gravedad— Más que eso. Se ha vuelto una parte imprescindible de mi vida.
—No te recomiendo contar con eso, Bow. Así lo ves tú ahora, pero créeme que no durará. Tarde o temprano va a llegar el día en el que recibas a tu amada amiga y habrá algo que no ande bien. Tal vez sea que su tez cambió de color, o que sus cabellos no se noten tan brillantes, incluso una mirada ligeramente más apagada. Sea cual sea el cambio, significará una enorme tragedia para tí. La aversión herizará tu piel, tu sangre, infectada por el virus de la traición. Y entonces no querrás saber nada más sobre tu antiguo amor.
—¡Qué cosas tan horribles dices, Catra! Mientras viva, la personalidad de Adora Grayskull me dominará por completo, no importa lo que pase.
—Oh, bueno, no hagas caso a lo que digo si es así. No por ahora.
Hubo un prolongado silencio en el que Elizabeth se dedicó a apreciar mejor su entorno. Las ramas bailaban al son de la ligera brisa en el jardín, formando bellas sombras a la vez que el perfume de sus flores se asentaba cuidadosamente en el cuarto y aligeraba el humo. Oyó ella el silbar de los pájaros y entonces el estresante bullicio de la ciudad pareció muy lejano desde la comodidad de la casa de su amigo. Volvió su vista hacia el retrato que relucía bajo la luz del sol, con un aura casi divina, y suspiró.
—Aún así es una lástima que no lo expongas en ningún sitio. Es tu obra maestra.
—No es tan bello como el anterior.
—¿De verdad? Quisiera verlo.
—Me temo que no. Ni siquiera Adora lo ha visto. Por eso esperaba visitarme. Lo que tampoco le dije es que no podría ser.
—¿La privas de ver su propio cuadro?
—Verás que, en secreto, lo quiero hacer enviar a su casa. Es mi regalo para ella, le fabriqué un marco incluso. No se lo he dicho con tal de evitar que se enfade y esperar más nuestra próxima reunión.
—¿Y eso cuándo será?
—No nos ponemos fechas para las visitas.
—En ese caso, espero coincidir con ella. Sería grandioso poder conocernos.
—Yo en cambio espero que aquello no pase.
—¿Cómo?
—Así es. Y me relaja mucho el saber que así será.
—La señorita Adora Grayskull lo espera en la sala, joven Bow —anunció el simpático y barrigón mayordomo, asomándose por la puerta.
Elízabeth soltó aire al reírse.
—Bueno, ahora tendrás que presentármela.
—Dile que me reuniré con ella en un momento, Kowl —respondió Bow, levantándose del sillón.
Cuando Elízabeth se disponía a salir, arreglándose el chaleco color bordó que traía, Bow la tomó del brazo y le dijo con gravedad—Escucha, Catra. Adora Grayskull es la amiga más preciada que tengo. Es gentil, inocente y noble. No quiero que influyas ni un poco en ella, así como lo haces con todos los que conoces.
—¡Qué tonterías dices, amigo!
Y negando con una sonrisa socarrona, Elízabeth salió del estudio seguida por el joven pintor.
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El Retrato de Adora Grayskull (ADAPTACIÓN)
FanfictionTras verse golpeada por la realidad de que su inigualable belleza se marchitará algún día, Adora Grayskull jura que daría todo con tal de conservarla... Incluso el alma. Basado en el apasionante trabajo de Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray.