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Hace dieciséis meses

–¿Sabes qué es Drummond Hospitality? –pregunté.

Minho estaba sentado en la sala de su apartamento calificando papeles mientras yo estaba sentado en la mesa de la cocina revisando mis correos electrónicos.

–¿Hmmm?

–Está en el extracto de tu tarjeta de crédito por doscientos mil wons. El otro cargo lo reconozco.

Minho entrecerró sus ojos.

–¿Cómo conseguiste la factura de mi tarjeta de crédito?

–Ahora llega a mi correo electrónico. ¿Recuerdas que hace unos meses dije que había recibido un aviso de que el Banco iba a dejar de usar papel y que tendrías que optar por no participar si deseabas estados de cuenta en papel a partir de ahora? Me pediste que lo enviaran a mi correo electrónico ya que todo se convierte en spam cuando usas tu correo electrónico del trabajo.

–Pensé que te referías al extracto de nuestra cuenta bancaria conjunta.

Negué con la cabeza.

–No, tu tarjeta de crédito.

–¿Cuánto tiempo te ha estado llegando?

Me encogí de hombros.

–¿Dos meses, creo? La mitad del tiempo no tiene ninguna actividad. Rara vez usas tu tarjeta. El mes pasado fue saldo cero.

La expresión del rostro de Minho me preocupó.

–¿Es un problema? –le pregunté–. ¿No quieres que vea lo que estás cobrando o algo así?

Arrojó su bolígrafo encima de la pila de papeles y apartó la mirada.

–Por supuesto no. Simplemente no sabía que ya no recibiría la factura en papel.

–Está bien… Bueno, ¿sabes cuál es ese cargo? ¿Drummond Hospitality?

–Ni idea. Lo único que cargué fue la cena cuando fuimos a casa de Jungwoo hace unas semanas. Debe ser un error. Me conectaré a Internet y lo disputaré más tarde.

–¿Quieres que lo haga ya que estoy en línea?

–No, está bien. Yo lo haré.

Algo no iba bien. Pero lo dejé pasar ya que Minho y yo ya habíamos tenido algunas peleas por mis sospechas en los últimos meses. Hubo una vez que vi un mensaje extraño en su teléfono, y luego otra vez me dijo que iría a su oficina en la universidad un sábado para trabajar en las calificaciones, lo que normalmente hacía desde casa. Decidí sorprenderlo con el almuerzo ya que había estado trabajando mucho y no podíamos estar juntos mucho. Luego, recientemente, volvió a casa oliendo a perfume y se puso a la defensiva cuando le pregunté por qué, gritando que si no hiciera que todo nuestro apartamento oliera constantemente a muestras de perfume para un negocio que no existía su ropa no olería a un prostíbulo barato.

Como siempre le daba el resumen de los diarios que leía, sabía que la mujer del diario que había estado leyendo estaba engañando a su marido y me convenció de que estaba viendo cosas que no estaban ahí por lo ridículamente iguales que eran. Me ponía en la piel de la gente sobre la que leía. Incluso ahora me preguntaba si tal vez tenía razón. La semana pasada leí una entrada donde Minjeong había escrito que su esposo cuestionó un cargo en la factura de su tarjeta de crédito. Había reservado una suite de hotel para una de sus citas con Chanhee y luego él pagó en efectivo cuando se registraron. Pero el hotel hizo accidentalmente un cargo duplicado.

Así que atribuía mi paranoia a aquello por lo que Minho me había advertido. No era diferente a ver una película de terror y de repente tener que mirar debajo de mi cama antes de subirme. El estrés de lo que estás poniendo en tu mente hace que tu cerebro vaya a lugares donde normalmente no lo haría.

–Está bien –le dije–. Entonces creo que puedes pagarle al restaurante parte de la factura. De todos modos, es más que el pago mínimo.

–Bien. –Minho volvió a calificar trabajos. Pero un minuto después, dijo–: Probablemente eliminaré la tarjeta de la facturación electrónica y volveré a recibir mis estados por correo. Me gusta tener copias en papel para fines fiscales, ya que a veces compro cosas para el trabajo.

De nuevo, ¿por qué me molestaba eso? Su razonamiento tenía mucho sentido. Realmente estaba buscando monstruos debajo de mi cama y necesitaba detenerme.

–Suena bien.

Un mes después, me había olvidado por completo de la factura de la tarjeta de crédito. Minho y yo acabábamos de regresar de reunirnos con uno de sus colegas para tomar unas copas y me iba a quedar en su casa. En nuestro camino hacia arriba, saqué el correo del buzón. En la pila estaba el extracto de su tarjeta de crédito del Banco.

Dejé el correo sobre la mesa, manteniendo ese sobre en mi mano.

–¿Cómo fue esa disputa con Banco de Asia?

Los ojos de Minho se posaron en el papel y lo arrebató de mis manos.

–Bien. Lo revirtieron. –Metió el papel en el bolsillo interior de su chaqueta deportiva.

Una vez más, no tenía idea de por qué me molestaba que tomara la factura. Pero lo hizo. Minho caminó hacia su dormitorio.

–Voy a darme una ducha rápida.

–Está bien.

Mientras estaba fuera, me serví una copa de merlot y traté de no pensar más en ello. Aunque esta semana leí una entrada completa en el diario sobre lo estúpido y confiado que era el marido de Minjeong. Parecía disfrutar de casi ser atrapada y poder salir de las cosas con mentiras…

Sabía que probablemente estuviera siendo ridículo. Pero el mes pasado me quedé despierto la mitad de la noche después de que me pesara la tontería de la tarjeta de crédito. Minho no necesitaría saber que me conecté a Internet para echar un vistazo a su factura. Y, una vez que lo hiciera, podría dejar todo en paz, de una vez por todas.

Aunque... seguiría violando su confianza al verificarlo dos veces, incluso si él no tenía ni idea al respecto. Así que mientras trataba de convencerme de no hacer lo que tanto quería hacer, fui al dormitorio para cambiarme. Abrí la cómoda de Minho para tomar una de sus viejas camisetas y tiré mis vaqueros y mi playera en una silla en la esquina. De camino a la sala de estar, la chaqueta deportiva de Minho llamó mi atención desde la puerta abierta del armario. Podía escuchar el agua de la ducha aun corriendo en el baño contiguo, así que me acerqué y lo bajé. Pero en lugar de hurgar en la cuenta de la tarjeta de crédito, me llevé la chaqueta a la nariz e inhalé profundamente. El inconfundible olor a jazmín llenó mi nariz. El jazmín no era un aroma que tuviera en casa para mis muestras de aroma distintivo. Ni siquiera era uno con el que hubiera estado trabajando últimamente.

La habitación se quedó en silencio y me tomó un minuto darme cuenta de que era porque el agua de la ducha se había detenido. Mierda. Colgué rápidamente la chaqueta en el armario y salí del dormitorio. El pánico se apoderó de mí. No había forma de que pudiera dormir esta noche con cómo me sentía, ni podría acostarme junto a Minho y fingir que todo iba bien. Ya no era una cuestión de si iba a violar su confianza e iniciar sesión en su tarjeta de crédito en línea. Tenía que hacerlo para mantener la cordura.

Mis dedos temblaron cuando cargué al sitio web en mi teléfono. La maldita cosa tardó una eternidad en cargarse, y cada dos segundos miraba hacia la puerta entreabierta de nuestro dormitorio. Cuando finalmente se completaron los datos, me desplacé hasta la factura de este mes. El alivio me inundó cuando vi que no había ningún cargo. Abrumado por la culpa, fui a cerrar sesión, pero luego noté que la sección de pagos tenía uno de ₩300,000. Pensé que probablemente solo fuera la forma en que mostraban un crédito otorgado por ese cargo incorrecto, pero como dejó una sensación molesta hice clic para verificar.

Y me congelé al ver que era un pago real hecho hacía semanas desde una cuenta bancaria que terminaba en 588. Sentí que la sangre abandonaba mi rostro. Esa era la cuenta corriente de Minho.

Tenía que ser un error. Hice clic en la pestaña de disputas. Sin disputas en los últimos noventa días. Sintiéndome asustado y perdido, cerré el sitio web e hice algo que debería haber hecho hacía un mes. Busqué en Google Drummond Hospitality.

Los resultados enviaron mi corazón a mi garganta.

Drummond Hospitality es propietario de cuatro hoteles boutique de la ciudad de Seúl.

Destino o Casualidad (HyunLix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora